miércoles, 15 de febrero de 2012

Perder la fe en el capitalismo.

Perder la fe en el capitalismo
Maciek Wisniewski*



Como subraya Susan Buck-Morss, destacada filósofa e historiadora de ideas, cuando a finales del siglo XIX Werner Sombart empezó a hablar del capitalismo” (Marx sólo hablaba del capital), éste, aparte del sistema económico, se convirtió en un sistema de creencias.

La crisis en curso cuestionó sus dogmas, como el de los “mercados autorregulados”, y los sacerdotes del capitalismo recurrieron a los rituales de austeridad, sacrificando las generaciones futuras en un altar del Mammón, para restaurar la “confianza de los mercados”. A la vez llamaron a los “fieles” a seguir creyendo.

Pero la ola de la indignación y las ocupaciones en el mundo fue una muestra de la pérdida significante de la fe.

Me acuerdo de que en una plática –y en una entrevista no publicada– que fue a finales de 2007 (antes de la crisis) con don Samuel Ruiz, obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, éste ya se mostraba preocupado por “la situación de este sistema social dominador, que ha ido concentrando más poder económico en menos manos, generando miseria” y que “vivíamos un clima de la conflictividad y violencia, casi de una guerra”, a causa de la creciente polarización social.

Cité su carta pastoral Una nueva hora de gracia (2004), donde él insistía en las causas globales del conflicto en Chiapas y en la “urgencia de un cambio profundo en el sistema económico y político dominante”, preguntando si veía en los conflictos sociales la rabia generada por el capitalismo y contestó: “Sí. Es una respuesta a esto”.

En esta carta anunciaba incluso que “la estatua del sistema ya se derrumba”, imagen tomada del profeta Daniel. Le pregunté por las señales de este derrumbe e indicó inmediatamente la generalización de la toma de conciencia donde se va descubriendo que la conflictividad que se vive no es individual, sino consecuencia de un sistema concreto, que ya llega a su límite y se necesita pasar al otro.

“¿Y qué sustituirá al capitalismo?”, pregunté. “No lo sabemos. No tiene nombre todavía. Pero como quiera que se llame el nuevo sistema, la aspiración social es que haya una restauración de la justicia y fraternidad”, contestó.

Me llamó mucho la atención esta intuición acerca del fin del sistema (lo analizan, por ejemplo, los pensadores del sistema-mundo). “Es que don Samuel no ha sido sólo un pastor, sino también político, luchador e impulsor de pensamiento que influía en las transformaciones sociales”, me dijo Jorge Santiago, un colaborador de don Samuel que lo acompañó a lo largo de su obispado, cuando reflexionábamos acerca de la mirada anticapitalista del J’tatik, fruto de su adhesión a la teología de liberación e india.


Para él, el fundamento fue la “opción preferencial por los pobres” y la convicción de que la pobreza no es un resultado de la decisión individual, sino de los mecanismos sistémicos, al igual que la explotación. Un análisis que hacía con las herramientas adquiridas en espacios internos de estudio y en intercambios intelectuales. “Don Samuel hacía su tarea: se formaba para hacer un ministerio significativo”, subraya Jorge Santiago. Pero añade: “Él no ha sido marxista por Marx, sino por lógica: la lucha por la tierra y problemas en Chiapas requerían según él transformaciones sistémicas”.

Y nunca puso su fe en el capitalismo: “porque él no creía en la injusticia, en la guerra, ni en la pobreza como destino”, asegura Santiago. La puso en Jesús Cristo, la fe que transforma y exige relaciones justas.

Según Susan Buck-Morss, para cuestionar las creencias del capitalismo hay que atacar sus estrategias sicológicas, que se apoyan en el interés privado y en la “racionalidad” (aunque el capitalismo está lleno de irracionalidad; de hecho para David Harvey la crisis “es la racionalización de un sistema irracional”).

La gente en las calles, manifestando su pérdida de fe, apelaba justamente al interés común (99 por ciento) y cuestionaba la “racionalidad” del capitalismo, donde la incesante acumulación del capital no significa el bienestar de la humanidad, sino su sufrimiento y la depredación del planeta. Y ponía al desnudo las falsas promesas del sistema que en vez de justicia trae despojo; en vez de riqueza abundante, pobreza y vida precaria para la mayoría, y en vez de igualdad, la creciente brecha social.

Ha sido una gran operación y muestra de la concientización. Algo que mencionaba J’tatik y algo que él impulsó en el ámbito de las comunidades indígenas, que nos pueden servir de ejemplo: “Creo que del indígena podemos mirar que tiene conciencia y valores, como la dimensión comunitaria, necesarios para la transformación e incluso para la persistencia de la humanidad. Hay una esperanza en esta ‘toma de conciencia’ del indígena, de ser sujetos de su propia historia y de poseer valores que pueden aportar para la transformación del sistema”, me dijo.

La imagen presentada por Daniel encaja con la dimensión cuasi-religiosa del capitalismo: una vez perdida la fe, la estatua del sistema se derrumbará.

En memoria de don Samuel Ruiz García a un año de su muerte.

*Periodista polaco.

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