La fama de Valdés
El error que cometió ante el Madrid reabre el debate sobre la personalidad del meta del Barça
Ramon Besa
Barcelona
24 AGO 2012 - 19:33 CET153
No es una novedad que Víctor Valdés se aturulle con la pelota de vez
en cuando en su intento de darle la mejor salida desde el área del
Barcelona. Antes le ocurría con Tamudo y sobre todo con Villa, cuando
era jugador del Valencia, y ahora contra el Madrid, el jueves ante Di
María, un argentino tan tenaz como El Guaje, delanteros que pelean por
cada pelota como si les fuera la vida. Hay pocos porteros que jueguen
mejor con los pies que Valdés, y si Messi puede fallar un gol frente a
Casillas se supone que el arquero también puede errar frente a Di María.
Abatido por tierra, Valdés estuvo mejor en el juego aéreo, el punto
débil del Barça. Valiente, el meta sacó los puños y alivió a una zaga
especialmente débil en la defensa de las jugadas de estrategia. Así que,
lo comido por lo servido, el equipo dice estar en paz con su portero.
El barcelonismo ha asumido con el tiempo el riesgo de jugar con Valdés porque entiende que es el mejor guardameta que puede tener para su atrevido estilo de juego. No es casualidad que haya conquistado cinco veces el Trofeo Zamora, alcanzara finalmente la internacionalidad y sea uno de los capitanes del Barcelona. Bien merecido se lo tiene desde su consagración en París, cuando le dio la Champions al Barça, después de negársela a Henry en un mano a mano. La prensa española incluso se queja de que la trayectoria de Valdés no haya sido reconocida particularmente a nivel internacional. Puede que sea precisamente por errores como el del clásico. Ocurre que a menudo se le mira más como jugador de campo que como guardameta.
Hay, sin embargo, algunos errores que no son consustanciales al fútbol del Barcelona ni a la consabida personalidad de Valdés. La temporada pasada, por ejemplo, puede que defendiera mal la jugada del gol de Cristiano Ronaldo que supuso el triunfo del Madrid en el Camp Nou en la Liga y seguramente se precipitó en dos acciones decisivas en el encuentro ante el Chelsea que supuso la eliminación de la Copa de Europa. El choque con Piqué y el gol a destiempo de Ramires, así como el penalti fallado por Messi, expresaron la ansiedad del Barça. No se le recriminó ninguna porque ambas formaban parte del juego y ya se sabe que Valdés siempre fue muy exigente consigo mismo. Ni ahora se discute la titularidad de Valdés.
Hay síntomas, en cualquier caso, que invitan a reflexionar sobre el momento por el que pasa Valdés. No es normal que el Barcelona haya cambiado cuatro veces el entrenador de porteros en cinco años: Unzué-Busquets-Unzué y ahora De la Fuente. Ni tampoco que haya trascendido en la selección que al portero azulgrana le hubiera gustado que su preparador hubiese sido Ochotorena. No se sabe tampoco hasta qué punto puede influir en Valdés no sentirse presionado por un segundo guardameta después de que se haya dado por bueno que Pinto es un especialista como segundo y que, como recompensa, juega la Copa, competición que el año pasado ganó el Barcelona después de eliminar al Madrid en semifinales.
A veces da la sensación que Valdés necesita vivir en conflicto para sacar lo mejor de sí mismo. El ir y venir de La Masia, su rivalidad con Pepe Reina, las discusiones con Van Gaal y las dificultades por formar parte de la selección alimentaron su ambición hasta convertirse en un número uno. Ahora necesita reflexionar y rearmarse para desplegar de nuevo un manual que se distingue no solo por sus paradas, sino también por sus asistencias: el gol que Pedro le marcó a Casillas en la Champions partió de Valdés de la misma manera que suyo fue el pase para la carrera de Ronaldinho la noche del gazpacho contra el Sevilla. No se duda de Valdés sino que se debate sobre la forma en que gestiona una fama ganada a partir de un trabajo tan meritorio como admirable.
Quizá no sea una casualidad que la semana pasada se supiera que había sido imputado por una supuesta falsificación y estafa en la obtención del título de patrón de yate. Al igual que otros personajes distinguidos, el portero del Barça no se habría presentado al examen y habría sido suplantado, cosa que jamás se habría planteado en sus buenos tiempos de trabajador a pie de obra.
Valdés necesita recuperar su versión original, su capacidad de aprendizaje y mejora constante, para que errores como el del jueves no sean noticia.
El barcelonismo ha asumido con el tiempo el riesgo de jugar con Valdés porque entiende que es el mejor guardameta que puede tener para su atrevido estilo de juego. No es casualidad que haya conquistado cinco veces el Trofeo Zamora, alcanzara finalmente la internacionalidad y sea uno de los capitanes del Barcelona. Bien merecido se lo tiene desde su consagración en París, cuando le dio la Champions al Barça, después de negársela a Henry en un mano a mano. La prensa española incluso se queja de que la trayectoria de Valdés no haya sido reconocida particularmente a nivel internacional. Puede que sea precisamente por errores como el del clásico. Ocurre que a menudo se le mira más como jugador de campo que como guardameta.
Hay, sin embargo, algunos errores que no son consustanciales al fútbol del Barcelona ni a la consabida personalidad de Valdés. La temporada pasada, por ejemplo, puede que defendiera mal la jugada del gol de Cristiano Ronaldo que supuso el triunfo del Madrid en el Camp Nou en la Liga y seguramente se precipitó en dos acciones decisivas en el encuentro ante el Chelsea que supuso la eliminación de la Copa de Europa. El choque con Piqué y el gol a destiempo de Ramires, así como el penalti fallado por Messi, expresaron la ansiedad del Barça. No se le recriminó ninguna porque ambas formaban parte del juego y ya se sabe que Valdés siempre fue muy exigente consigo mismo. Ni ahora se discute la titularidad de Valdés.
Hay síntomas, en cualquier caso, que invitan a reflexionar sobre el momento por el que pasa Valdés. No es normal que el Barcelona haya cambiado cuatro veces el entrenador de porteros en cinco años: Unzué-Busquets-Unzué y ahora De la Fuente. Ni tampoco que haya trascendido en la selección que al portero azulgrana le hubiera gustado que su preparador hubiese sido Ochotorena. No se sabe tampoco hasta qué punto puede influir en Valdés no sentirse presionado por un segundo guardameta después de que se haya dado por bueno que Pinto es un especialista como segundo y que, como recompensa, juega la Copa, competición que el año pasado ganó el Barcelona después de eliminar al Madrid en semifinales.
A veces da la sensación que Valdés necesita vivir en conflicto para sacar lo mejor de sí mismo. El ir y venir de La Masia, su rivalidad con Pepe Reina, las discusiones con Van Gaal y las dificultades por formar parte de la selección alimentaron su ambición hasta convertirse en un número uno. Ahora necesita reflexionar y rearmarse para desplegar de nuevo un manual que se distingue no solo por sus paradas, sino también por sus asistencias: el gol que Pedro le marcó a Casillas en la Champions partió de Valdés de la misma manera que suyo fue el pase para la carrera de Ronaldinho la noche del gazpacho contra el Sevilla. No se duda de Valdés sino que se debate sobre la forma en que gestiona una fama ganada a partir de un trabajo tan meritorio como admirable.
Quizá no sea una casualidad que la semana pasada se supiera que había sido imputado por una supuesta falsificación y estafa en la obtención del título de patrón de yate. Al igual que otros personajes distinguidos, el portero del Barça no se habría presentado al examen y habría sido suplantado, cosa que jamás se habría planteado en sus buenos tiempos de trabajador a pie de obra.
Valdés necesita recuperar su versión original, su capacidad de aprendizaje y mejora constante, para que errores como el del jueves no sean noticia.
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