Al Madrid le vale con un arreón
El conjunto blanco gana el primer título de la temporada con goles de Higuaín y Cristiano tras los fallos defensivos de un Barça que dominó la segunda parte pese a jugar con uno menos
El Madrid ganó la Supercopa,
aunque perdió una ocasión pintada de humillar al adversario que le
había martirizado a lo largo de los últimos cuatro años de visitas a
Chamartín. Atrapó un título que, más que con espíritu veraniego,
persiguió con la ansiedad de mayo. Se encontró con un Barça dubitativo,
desfigurado. Los visitantes concedieron dos goles y perdieron un jugador
por expulsión antes de la media hora. El Madrid parecía tenerlo todo
bajo control, pero acabó sufriendo hasta el último minuto, salvado por Casillas y por un tiro de Messi, que tuvo el destino del torneo en un zurdazo que se fue por un palmo.
Los cimientos del Barça se asentaron durante los últimos años en su defensa. Esa coordinación entre todos los jugadores, ese entendimiento telepático, la seguridad de ocupar el espacio indicado en cada momento, y la certeza de que cada compañero estaba donde debía, brindaba al conjunto la seguridad necesaria para crear y para ahogar al rival en todos los ámbitos del partido. Esa magia se difuminó en unos minutos, a base de un recurso tan elemental como el balón bombeado, vertical, al delantero centro. Un pase largo de Pepe y otro de Khedira, casi calcados, de unos 50 metros, sembraron el pánico en el Barcelona y pusieron la Supercopa en bandeja al madridismo.
Barcelona: Valdés; Adriano, Piqué, Mascherano, Alba; Xavi, Busquets (Song, m. 75), Iniesta; Alexis (Montoya, m. 31), Messi y Pedro (Tello, m. 81). No utilizados: Pinto; Bartra, Cesc y Villa.
Goles: 1-0. M. 9. Higuaín. 2-0. M. 18. Cristiano. 2-1. M. 44. Messi.
Árbitro: Mateu Lahoz. Expulsó directamente a Adriano en el m. 27. Amonestó a Arbeloa, Pepe, Mascherano, Piqué, Khedira y Ramos.
El Madrid gana la Supercopa por el valor doble de los goles en campo ajeno (3-2 en el Camp Nou). Unos 90.000 espectadores en el Bernabéu.
El primer balón, el de Pepe, debió ser de Mascherano, que lo vio venir de cara y erró el despeje. Higuaín recibió
el servicio agradecido antes de liquidar a Valdés con un remate entre
las piernas. El segundo, de Khedira, se lo llevó Cristiano con una
virguería hacia el vértice izquierdo del área de Valdés. En lugar de
seguirlo, Piqué abandonó la marca y se fue a meter bajo los palos.
Movimiento inexplicable el del central, que Cristiano culminó metiendo
el segundo gol entre las piernas del portero.
En plena agitación, Adriano se hizo expulsar agarrando a Cristiano cuando se escapaba para quedarse solo frente a Valdés. Corría el minuto 27 y el Barça se quedó con 10 jugadores. Vilanova reaccionó tapando el hueco del lateral derecho con Montoya y retirando de la circulación a Alexis. El chileno se había empeñado en añadir confusión en sus filas corriendo con el balón en lugar de hacerlo sin él. Contra el manual de otras épocas, y acentuando una tendencia que ya se exhibió en el último año de Guardiola, los jugadores del Barça se empeñaron en trasladar, en la misma medida en que dejaron de moverse por delante del conductor de la pelota. Esta conducta hizo predecibles los avances y facilitó el trabajo a la defensa del Madrid, brillante con Pepe a la cabeza, de vuelta al tajo, implacable en el corte y en la anticipación.
El Barça se deshizo por partes. Primero perdió el orden defensivo. Después perdió la pelota. Los intentos desesperados de Xavi e Iniesta, los mejores en los peores momentos de su equipo, se apagaron ante la presión que encontraron por delante y la inseguridad que percibieron detrás. Al Madrid le bastó con presionar los saques de banda y reagruparse atrás para lanzar en largo. Cada pelotazo provocó una desbandada seguida de incursiones vertiginosas de Di María y Marcelo, velocísimos, desequilibrantes en cada maniobra. Los gritos de Valdés llamando a la concentración se escuchaban hasta la Plaza Mayor. No había forma de restaurar la calma en los azulgrana y el Madrid, olfateando la angustia, dio un paso adelante. Higuaín se quedó mano a mano con Valdés en tres ocasiones. Las desbarató el portero estirando brazos y piernas como un héroe solitario y desesperado. Si Valdés devolvió el torneo a la vida en el Camp Nou, propiciando el 3-2, esta vez hizo lo mismo evitando que su equipo se fuera al descanso con cinco goles en contra.
Antes de alcanzar el intervalo, como si fuera la tabla de salvación, apareció Messi. Invisible por momentos, a la expectativa, obcecado con driblar las más de las veces que intervenía, el argentino metió un gol de falta que emparejó el partido inesperadamente. La reanudación descubrió una especie de armisticio. El 2-2 daba la victoria al Barça, pero el Madrid salió del vestuario con un plan conservador. El Barça, como no podía hacer otra cosa, se resguardó en su campo a la espera de descubrir un poco de serenidad. La súbita táctica de desgaste de su equipo apagó el fuego de las gradas, encendidas en la primera parte, sedientas de goleada, de atrevimiento. Contra un Barça en inferioridad, la gente pidió un poco más de locura. No hubo caso y, a fuerza de dormir el partido, el Madrid se encontró con que Messi y Pedro le inventaban problemas. En una de esas, Pedro se quedó solo ante Casillas. Dos veces. De no ser por el capitán, el Barça empataba y se adelantaba en la eliminatoria. Desde las gradas descendieron los pitos contra la actitud del equipo mezclados con ovaciones al portero.
El desenlace, que durante algunos minutos tuvo pinta de meneo histórico, se quedó en una tregua. Los últimos minutos del partido resultaron insólitamente preocupantes para la afición local. Parecía más fatigado su equipo con uno más. Pero le bastó con la carga inicial para evitarse un bochorno y ganar la Supercopa, el primer título de la temporada.
Los cimientos del Barça se asentaron durante los últimos años en su defensa. Esa coordinación entre todos los jugadores, ese entendimiento telepático, la seguridad de ocupar el espacio indicado en cada momento, y la certeza de que cada compañero estaba donde debía, brindaba al conjunto la seguridad necesaria para crear y para ahogar al rival en todos los ámbitos del partido. Esa magia se difuminó en unos minutos, a base de un recurso tan elemental como el balón bombeado, vertical, al delantero centro. Un pase largo de Pepe y otro de Khedira, casi calcados, de unos 50 metros, sembraron el pánico en el Barcelona y pusieron la Supercopa en bandeja al madridismo.
REAL MADRID, 2-BARCELONA, 1
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Pepe, Ramos, Marcelo; Khedira, Alonso; Di María (Callejón, m. 78), Özil (Modric, m. 83), Cristiano; e Higuaín (Benzema, m. 81). No utilizados: Adán; Albiol, Nacho y Lass.Barcelona: Valdés; Adriano, Piqué, Mascherano, Alba; Xavi, Busquets (Song, m. 75), Iniesta; Alexis (Montoya, m. 31), Messi y Pedro (Tello, m. 81). No utilizados: Pinto; Bartra, Cesc y Villa.
Goles: 1-0. M. 9. Higuaín. 2-0. M. 18. Cristiano. 2-1. M. 44. Messi.
Árbitro: Mateu Lahoz. Expulsó directamente a Adriano en el m. 27. Amonestó a Arbeloa, Pepe, Mascherano, Piqué, Khedira y Ramos.
El Madrid gana la Supercopa por el valor doble de los goles en campo ajeno (3-2 en el Camp Nou). Unos 90.000 espectadores en el Bernabéu.
En plena agitación, Adriano se hizo expulsar agarrando a Cristiano cuando se escapaba para quedarse solo frente a Valdés. Corría el minuto 27 y el Barça se quedó con 10 jugadores. Vilanova reaccionó tapando el hueco del lateral derecho con Montoya y retirando de la circulación a Alexis. El chileno se había empeñado en añadir confusión en sus filas corriendo con el balón en lugar de hacerlo sin él. Contra el manual de otras épocas, y acentuando una tendencia que ya se exhibió en el último año de Guardiola, los jugadores del Barça se empeñaron en trasladar, en la misma medida en que dejaron de moverse por delante del conductor de la pelota. Esta conducta hizo predecibles los avances y facilitó el trabajo a la defensa del Madrid, brillante con Pepe a la cabeza, de vuelta al tajo, implacable en el corte y en la anticipación.
El Barça se deshizo por partes. Primero perdió el orden defensivo. Después perdió la pelota. Los intentos desesperados de Xavi e Iniesta, los mejores en los peores momentos de su equipo, se apagaron ante la presión que encontraron por delante y la inseguridad que percibieron detrás. Al Madrid le bastó con presionar los saques de banda y reagruparse atrás para lanzar en largo. Cada pelotazo provocó una desbandada seguida de incursiones vertiginosas de Di María y Marcelo, velocísimos, desequilibrantes en cada maniobra. Los gritos de Valdés llamando a la concentración se escuchaban hasta la Plaza Mayor. No había forma de restaurar la calma en los azulgrana y el Madrid, olfateando la angustia, dio un paso adelante. Higuaín se quedó mano a mano con Valdés en tres ocasiones. Las desbarató el portero estirando brazos y piernas como un héroe solitario y desesperado. Si Valdés devolvió el torneo a la vida en el Camp Nou, propiciando el 3-2, esta vez hizo lo mismo evitando que su equipo se fuera al descanso con cinco goles en contra.
Antes de alcanzar el intervalo, como si fuera la tabla de salvación, apareció Messi. Invisible por momentos, a la expectativa, obcecado con driblar las más de las veces que intervenía, el argentino metió un gol de falta que emparejó el partido inesperadamente. La reanudación descubrió una especie de armisticio. El 2-2 daba la victoria al Barça, pero el Madrid salió del vestuario con un plan conservador. El Barça, como no podía hacer otra cosa, se resguardó en su campo a la espera de descubrir un poco de serenidad. La súbita táctica de desgaste de su equipo apagó el fuego de las gradas, encendidas en la primera parte, sedientas de goleada, de atrevimiento. Contra un Barça en inferioridad, la gente pidió un poco más de locura. No hubo caso y, a fuerza de dormir el partido, el Madrid se encontró con que Messi y Pedro le inventaban problemas. En una de esas, Pedro se quedó solo ante Casillas. Dos veces. De no ser por el capitán, el Barça empataba y se adelantaba en la eliminatoria. Desde las gradas descendieron los pitos contra la actitud del equipo mezclados con ovaciones al portero.
El desenlace, que durante algunos minutos tuvo pinta de meneo histórico, se quedó en una tregua. Los últimos minutos del partido resultaron insólitamente preocupantes para la afición local. Parecía más fatigado su equipo con uno más. Pero le bastó con la carga inicial para evitarse un bochorno y ganar la Supercopa, el primer título de la temporada.
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