En mi vida han aparecido ciertos personajes maravillosos, que son una especie de "guardianes del espíritu", que siempre me andan cuidando de mis torpezas y fallos.
En el presente apareció en mi vida Silvia Domínguez, ella era una chiquilla que conocí en Quetzaltenango hace más de 40 años, es mucho más joven que yo, era amiga de mis hermanas menores, creo que estudiaron en el mismo colegio.
Por azares del destino ahora que me encuentro viviendo en Guatemala, ella supo de mi por intermedio de una sobrina mia, e hicimos rápidamente una cita para vernos y platicar de aquellos años felices en Xelajú. Silvia vino a mi casa y tomamos café y conversamos poco en esa ocasión. Yo le conté mi historia del cáncer y ella decidió que me buscaría alternativas naturistas para mantenerme sano de aquí en adelante.
Silvia me llevó con su maestro de medicina china y tuve un encuentro aleccionador con él, ella estuvo presente. Aprendí cómo manejar mi dieta y mis hábitos de higiene. Tomé de su maestro lo que me pareció a mi que me puede ayudar a mantener una vida sana y en armonía.
Pero Silvia me ofreció enseñarme prácticas relacionadas con la yoga, y yo acepté de inmediato. Así que mi querida Silvia llega todos los días puntualmente a las 9 de la mañana a mi casa, nos conducimos hacia el jardín e iniciamos las respiraciones dirigidas por ella, además me enseñó a relajarme en forma adecuada. Pronto sentí los beneficios de estas respiraciones y relajaciones.
Silvia es un ángel que me cuida con mucho amor. Estoy muy agradecido con la vida por recibir tantas bendiciones de tanta gente.
Estos seres luminosos que de vez en vez aparecen en mi vida, me llenan de alegría y me hacen confiar en el ser humano en términos de abundante solidaridad.
Hace algunos días durante el viaje a Xelajú, manejando yo el auto de mi hermana, el famoso Mercedes Benz, estuve a punto de estrellarnos con un camión de carga al cual lo encontré de frente en mi carril, por lo que tuve que hacer la maniobra de irme a la cuneta y reventé una llanta por el impacto. En el auto viajabamos don Alfredo, suegro de mi hermana Sonia, un hombre de 80 años, mi hermana Sonia y yo con mis muletas. Ninguno podíamos cambiar el neumático pinchado. Estabamos en medio de la nada, ningún poblado cercano ni atrás ni adelante. Pedí ayuda al universo y de pronto apareció un joven de unos 20 años de edad, fuerte y dispuesto a ayudarnos en la tarea de cambiar la llanta pinchada. Lo hizo eficientemente y nos salvó de esa difícil situación para los tres ocupantes del Mercedes Benz.
Yo lo gratifiqué con una suma de dinero que él nunca imaginó tener entre sus manos, porque vive en una zona de extrema pobreza, lo hice porque hay que recompensar a los seres bondadosos y desinteresados como él.
Este tipo de encuentros con personas que salen de la nada y me prestan ayuda, consejo y apoyo espiritual, son recientes y me hace sentir una persona afortunada en la vida. Desde que apareció el cáncer en mi cuerpo he tenido el auxilio de muchas personas conocidas y anónimas, como fue el caso de conseguir quien donara sangre para mi, ya que me urgía una serie de trasfusiones y los donadores en su mayoría fueron anónimos.
El encuentro más reciente con un ángel fue el que tuve con la doctora Jennifer Zúñiga, quien no siendo mi médica de cabecera, estuvo siempre pendiente de mi, consiguiendo medicamentos baratos o gratis, de parte de ella fue un acto amoroso que yo he querido corresponder de igual forma.
Como diría Violeta Parra, cantante chilena de aquellos lejanos años, "Gracias a la vida que me ha dado tanto".
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