lunes, 14 de diciembre de 2009

Brenda, te amabamos tanto.

Mi querida Brenda:

Esta es la última carta que te escribo, haz de cuenta que es una carta de renuncia "irrevocable", esto quiere decir que no hay vuelta atrás.

He meditado mucho acerca de nuestra relación y he llegado a la conclusión de que esta pasión no es sana para ninguno de los dos. Tu eres una mujer hermosa, cariñosa e inteligente, a la cual admiro por su tenacidad y ganas de gozar la vida, pero eres una adolescente a tus cincuenta y tantos años, te faltó vivir ciertas cosas a cierta edad, y ahora quieres recuperar el tiempo perdido.

No puedo seguirte el paso, por muchas razones. La primera, es que camino con muletas, muy despacio, la segunda es que tu ritmo es acelerado, sin reposo para la reflexión, y tercera, la diferencia de edades, te llevo quince años, pero además las experiencias de vida han sido totalmente divergentes, lo que nos hace diferentes como lo son todas las parejas del mundo, sin embargo nuestras diferencias son insalvables, hay pocos puntos de contacto o de afinidad.

Como en toda fase inicial del enamoramiento, uno no se fija en "detalles", todo lo obviamos para no manchar la visión idealizada del ser amado. Te reconozco tus cualidades extraordinarias, que son las que me hicieron vibrar de emoción y de pasión. Te conocí en momentos difíciles de mi vida, donde lo que me acompañaba todo el tiempo era el dolor y el sufrimiento físico, llegas tú y me cambias el panorama totalmente, me haces sentir feliz y dichoso con tu compañía y tu plática incansable.

Viví contigo todo el catálogo de experiencias que puede tener una pareja a lo largo de varios años, mientras tú y yo lo vivimos en 5 meses. Nos faltó el acto de vivir juntos, cosa que yo te platee desde un principio que yo no quería porque he tenido algunas experiencias frustrantes al respecto, sigo pensando que lo mejor es el esquema de la "toalla", que significa ..."Tú allá y yo acá". Cada quien en su habitat particular para evitar la monserga de lo cotidiano viviendo en pareja. Estuviste de acuerdo y se te hizo una propuesta fantástica.

Después de tu aventura por Europa y Africa, y tu reclusión hospitalaria en Montreal, Canadá, te hicieron cambiar de parecer. Volviste con la idea fija de casarte conmigo y vivir bajo un mismo techo, se te olvidó mi propuesta original de vivir separados. Tú sabías que mi idea no es casarme sino simplemente tener conviviencia lejana y cercana, intermitente con la pareja. Me cambiaste las reglas del primer acuerdo y seguiste actuando como si yo hubiera aceptado explícitamente tales modificaciones.

El hecho de que tuvieras que ir a encerrarte a un centro psiquiátrico, verdaderamente me alarmó. Yo me dedico a atender problemas emocionales de los pacientes, pero tu no eres mi paciente. Yo contigo no sabría qué hacer en caso de un episodio psicótico, como el que tuviste al regreso de tu visita a la Basílica de Guadalupe.

Te confieso que me aterró la idea de verte el resto de la vida medicada y con el peligro de una o varias recaídas. Espero que esto no ocurra nunca más en tu vida, te mereces otras cosas, no esta guerra de nervios.

El hecho de que tu entorno inmediato sea la bella ciudad de Querétaro, en donde te conocí y me alegra tanto ese encuentro fortuito, supone algunos problemas geográficos. Por ahora me encuentro en la bella Guatemala, en un largo proceso de rehabilitación física y emocional, rodeado de mis afectos cercanos de toda la vida: mis hermanos. La distancia no son solamente los más de mil kilómetros entre Querétaro y la ciudad de Guatemala que nos separan ahora, sino la imposibilidad del encuentro cotidiano para ir alimentando inclusive una amistad.

Mi querida Brenda, te quise mucho e hice por ti esfuerzos extraordinarios dadas las condiciones de mi salud y de mi edad. Creo que me merezco una vida más tranquila y reposada, en la cual la creatividad sea lo fundamental para seguir viviendo con calidad; te comenté mis deseos de dedicarme de lleno a la literatura y eso choca fuertemente con tus ganas de saltar, correr y bailar desenfrenadamente todo el tiempo.

Te pido que no abandones tus deseos, síguelos hasta el final, son tuyos. Yo haré lo propio, estoy seguro.

Tu anhelo de casarte lo entiendo perfectamente, todas las mujeres que traté en mi vida amorosa deseaban eso, salir de blanco de su casa y salir de la iglesia del brazo de su amado. Ese acto lo he repetido varias veces, ya no me emociona tanto, prefiero la convivencia sin ritos y papeles oficiales.

Tú ya tienes casí todo: casa propia, auto nuevo, un excelente trabajo y el vestido de novia, falta el galán.

Mi querida Brenda te deseo mucha felicidad en tu vida presente y futura, yo me aparto de tu camino y voy a seguir mi propio camino, tengo mucho trecho por recorrer, todavía.

Te agradezco infinitamente los momentos y los gestos de amor, ternura y solidaridad que me demostraste a lo largo de esta breve pero intensa relación amorosa.

Y como diría el poeta: "Vida nada te debo, ni nada me debes, estamos en paz".

Mi amistad te la ofrendaré siempre.

Bolívar.

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