En Guatemala desde tiempos inmemoriales la noche del 24 de diciembre, se festeja quemando miles de quetzales (moneda nacional) en cohetes y morteros. Los pueblos y ciudades del país adquieren una atmósfera peculiar al filo de la medianoche, se genera una especie de neblina intensa provocada por los miles y miles de cohetes quemados incesantemente durante una hora, a partir de las 12 de la noche del día 24 de diciembre.
Estamos a dos horas de que ese fenómeno tradicional se lleve a cabo, como un rito pagano dedicado al fuego, como los han hecho los ancestros a lo largo de los siglos, rendir culto al fuego es una necesidad imperiosa, pese a que algunos gobiernos han querido prohibir tales ritos, la costumbre popular no lo ha permitido nunca.
Vivo actualmente en una zona residencial en donde habita un sector de clase media alta de la ciudad de Guatemala, en la cual los preparativos de los cohetes ya se encuentran listos para ser detonados alegremente.
Desde que yo era niño esta práctica era un tanto peligrosa, ya que los adolescentes y los más pequeños se exponían a toda clase de quemaduras provocadas por los cohetes introducidos en las bolsas delanteras de los pantalones de esos chiquillos, que por extrañas razones tronaban dentro de la ropa generando graves quemaduras en las extremidades inferiores.
Los chiquillos, todos con un cigarro encendido en la boca, se dedican afanosamente a encender las mechas de los miles de cohetes y tronadores a granel, es una diversión costosa y peligrosa para el medio ambiente y para los niños también.
Una navidad sin cohetes en Guatemala no tendría ninguna gracia u ocasión para celebrar alegremente esta fecha religiosa del cristianismo.
Veremos el espectáculo desde la terraza de mi casa, porque los juegos pirotécnicos iluminarán el cielo de mi amada Guatemala.
Tradiciones que persisten a lo largo de los tiempos.
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