martes, 8 de diciembre de 2009

Luna de Xelajú

XELAJÚ es el nombre en lengua quiché de una gran urbe indígena del siglo XXI, que al llegar los españoles conquistadores acompañados de indigenas tlaxcaltecas, denominaron a esa ciudad indígena con el nombre de Quetzaltenango, que en lengua Nahuatl quiere decir TIERRA DEL QUETZAL.

Si bien el nombre oficial de la ciudad indígena es Quetzaltenango, sus póbladores le llaman XELAJÚ. Es la segunda ciudad de Guatemala en cuanto a población, y la tercera en cuanto a población indígena después de Huehuetenango y El Quiché.

Xelajú está situada a 200 kilómetros al occidente de la ciudad capital de Guatemala, en plena Sierra Madre a más de 2000 metros de altitud, entre cultivos de trigo, cebada, manzanas y duraznos; todo el año hace un tremendo frío, con neblina y heladas constantes, más en diciembre y enero.

Xelajú siempre se ha querido independizar de la república de Guatemala, tiene su propia bandera y su himno, quiso ser en el siglo XIX el sexto país centroamericano.

Pués bien, yo viví mis años juveniles en Xelajú y me pasé buenos momentos que me han marcado para siempre. En Xelajú estudié la secundaria en una escuela pública, que en mi época tuve la mala fortuna de que la militarizaron, porque el gobierno era presidido por un General analfabeta.
Como se me ocurrió decirle a los oficiales que estaban a cargo de la disciplina escolar, que: "los civiles nos podemos militarizar pero los militares no se pueden civilizar", me hice acreedor de sendos castigos corporales como hacer cientos de "lagartijas" apoyados en mis dedos doblados de la mano, era cansado pero no me podía dar por vencido por estas bestias peludas.

En mi enorme rebeldía, tanto en mi casa paterna como en la escuela, siempre reprobé muchas materias que me impedían tomar vacaciones como el resto de mis hermanos y compañeros, así que me pasaba las vaciones sólo y estudiando; en realidad yo pasaba todas las materias fácilmente al volver de las vacaciones. Pero era una forma de demostrarle a todo el mundo lo inteligente que yo era, ya que reprobaba 14 materias de 15 que llevaba en el programa normal, y luego las aprobaba con 100 de puntuación.

Pero lo más interesante es que en Xelajú tuve mis primeros amores juveniles, yo quería a las muchachas de mi pueblo en forma platónica, ya que a todas me querían echar al plato. Mi timidez de aquellos años me impidió acercarme a unas niñas hermosas de clase media alta que me encantaban, porque temía el rechazo social. En Xelajú aprendí que "verbo mata carita y mata billetera", me volví ducho en el discurso amoroso, podía fácilmente bajar el cielo y las estrellas a las chicas que me atrevía a enamorar directamente; y a las otras solamente me gustaba verlas de lejos y sonreír con ellas disimuladamente. Mi problema es que me gustaban todas, bueno casi todas, no hay que exagerar el punto.

Siempre he sido hombre de retos, por ello me imponía el enamorar a la "reina del pueblo", vieja costumbre que sigue vigente en la actualidad, hay muchas reinas en Xelajú. Yo quise conquistar a la reina mayor, no a cualquier reina (la de la Cruz Roja o de la Policía, no). Y lo logré con puro verbo, porque en los bolsillos no tenía ni un céntimo para invitarla a tomar un refresco, no se diga a comer.

El gran problema que me planteó la reina en aquel momento de mis 18 años de edad, fue que ya se quería casar, se sentía una solterona a sus 17 años. Eso fue suficiente razón para que yo emprendiera la graciosa huída a México, y nunca más volví pero si le dejé dicho a la reina con mis hermanas
que la relación terminaba, porque mi vida de estudiante universitario apenas comenzaba.

Ayer pasé por el colegio del cual ella sigue siendo la directora y propietaria, y me dijo mi hermana Sonia: "¿querés que pasemos saludando a la Josefina?", mi respuesta fue rotunda, NO. Yo no reciclo nada del pasado, mejor conservar el recuerdo de esa reinita como era a los 18 años, y no exponerme a encontrarme con una abuelita, como yo lo soy también.
Por el amor de La Josefina, reina de las fiestas patrias, tuve que asistir a un templo evangélico en el cual mi "suegro" era el pastor y me soplé varias reuniones en las que canté y oré con la Biblia en la mano, además "tuve" que aceptar al Señor en ese mismo momento frente a toda la grey.

En Xelajú tuve otras novias, pero las más memorables fueron La Josefina y La Flori, ésta última me dijo un día con gran sinceridad: "yo sufro mucho de cólicos premestruales y solamente se me quitan si me caso y tengo hijos inmediatamente", en ese mismo instante me bajó la ilusión del amor por La Flori. La Flori era originaria del Carmen, punto fronterizo con México, y paso obligado para todos los viajeros que van a México, cuando iba yo en plan de estudiar en México, pasé por El Carmen y me detuve en el restaurante del cual ella era propietaria, la vi y le pedí de desayunar, nunca me reconoció, estaba gorda y llena de niños colgados de su falda.

Estos recuerdos que ahora afloran en mi mente, fue por el viaje que hice ayer por esas tierras frías del occidente del país. Mis novias, todas memorables pero muy urgidas por salir de blanco de una iglesia, acompañadas de un novio responsable. Yo no estaba listo todavía para tremenda aventura de vida.

La Xelajú de hace 45 años ya no existe, hoy es una urbe gigantesca que ha crecido desordenadamente hasta alcanzar el millón de habitantes, cuando yo me fuí de ahí apenas tenía 80 mil habitantes. Recorrí sus calles del centro histórico, lo único que puedo reconocer ahora porque no ha cambiado nada de su fisonomía anterior.

He titulado este escrito como: "LUNA DE XELAJÚ", porque es una canción que todos los guatemaltecos cantan cuando salen o viven en el extranjero, es una cosa parecida a LA CANCIÓN MIXTECA", cuando la escuchaba en México me ponía a llorar de la emoción por aquellos recuerdos juveniles, que hoy les comparto a todos ustedes.

Hice este viaje con mi hermana menor, La Sonia, quien me permitió manejar su flamante MERCEDES BENZ, un lujo que nunca me hubiera imaginado disfrutar, siempre fui un joven de Volkswagen, a mucha honra.

Comí los platillos típicos del pueblo indígena, que son la mayoría de la población, ellos dominan el paisaje urbano, visten de forma tradicional pero eso si poseen sus autos de lujo: BMW, Ferrari y Mercedez Benz, me refiero a la burguesía indígena, el resto del pueblo anda en microbuses o en bicicletas, si bien les va.

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