He estado recorriendo el país y observando el estado que guardan los caminos de Guatemala. Obviamente que han mejorado bastante las carreteras, comparando el presente con el siglo pasado cuando aun existían caminos construídos en la época del General Ubico, dictador que fue derrocado por el pueblo el 20 de octubre de 1944.
Los caminos de "Ubico" eran abiertos a punta de azadón y machete, con trabajos forzados de miles de guatemaltecos indefensos, casi siempre indígenas.
Esos caminos eran brechas de terracería, mal diseñados, con curvas increíblemente agudas y pendientes demasiado inclinadas para el paso de vehículos de cualquier tracción ya sea animal o de motor. Hasta la fecha ese es el camino vigente a Chichicastenango, en el departamento del Quiché, bello sitio de artesanías típicas de los indígenas de esa región.
Hasta este siglo XXI aparece en Guatemala el concepto de autopista de 4 carriles, existen algunas y aun no concluidas totalmente.
En este viaje que realicé por el occidente del país en días pasados, recorrí 600 kilómetros en caminos llenos de peligros virtuales.
En la carretera costera que va de la frontera con México a la frontera con El Salvador, de pronto me encuentro con la necesidad de introducirme a los carriles contrarios por obras de reparación en mis carriles, y entro en sentido contrario y un kilómetro adelante me encuentro de frente con dos enormes camiones de carga que vienen a toda velocidad, sin imaginarse que esa vía de pronto se convirtió en doble circulación.
Sentí la muerte muy próxima, el encontronazo iba a ser de frente a mi, en mi costado izquierdo, lo único que deseaba era salvar a mi hermana menor, Sonia, que venía de copiloto en el lado derecho, por ello intenté la maniobra de girar bruscamente hacia la derecha, hacia el camellón, y así lo hice, destrozando la llanta delantera derecha, ese fue el precio de salvar la vida en ese instante.
Después vino el asunto de cambiar la llanta tronada por la de repuesto, y eso fue otra gran aventura. En el auto viajabamos 3 personas incapacitadas para hacer dicha maniobra: un anciano de 80 años, mi hermana menor y yo que estoy sobre las muletas para poder caminar, sin poder utilizar las manos.
De pronto apareció "Un ángel", un chico veinteañero, fuerte y dispuesto a ayudarnos, y así fue como salimos de este inquietante trance de carretera. Estabamos en medio de la nada, ni poblados cercanos atrás ni adelante de nosotros. El chico fue recompensado como nunca se imaginó serlo.
Prometo manejar con mayor precaución por los caminos de Guatemala; yo estaba acostumbrado a manejar en las autopistas mexicanas, que son mucho mejores que las nuestras.
He salvado la vida una vez más, seguramente soy como un gato con siete vidas.
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