Un choque (europeo) de civilizaciones
Por: José Ignacio Torreblanca
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Café Steiner ha estado esta semana pasada en Londres, donde ha tenido la oportunidad de participar en un debate moderado por Charles Grant, el director del Center for European Reform, uno de los think tanks más influyentes en el debate europeo. Se trataba de uno de los Black Coffee Mornings que regularmente organiza la oficina de ECFR en Londres. Por una vez, pudimos asistir a un debate auténticamente paneuropeo, con analistas provenientes es de Francia (Thomas Klau), Alemania (Ulrike Guérot), Reino Unido (Mark Leonard) e Italia (Silvia Francescon).
Hablamos de las dificultades de Monti, que irán creciendo según los costes del ajuste se sientan y amenazan la reelección de los diputados que abrumadoramente le apoyaron. También de cómo Cameron está replegando velas y ha encargado a Clegg que restaura las relaciones con el continente. Comentamos lo difícil que va a tener Rajoy meterse en el grupo de cabeza europeo y cómo acabará descubriendo que su visión de Europa tiene más en común con los socialdemócratas alemanes que los liberales y conservadores de la CDU. Y hubo una intensa discusión sobre el euroescepticismo francés y la pinza que entre Hollande y Marie Le Pen van a hacer a la política europea de Sarkozy.
Sobre el muy interesante debate flotó una paradoja: años hablando, en la estela del artículo y libro de Samuel Huntington, sobre un choque entre civilizaciones entre Occidente y el Islam, y resulta que los niveles de virulencia cultural más elevados se están dando dentro de Europa. Viejos contra nuevos miembros, Norte con Sur, Este contra Oeste, católicos contra protestantes, gastosos contra austeros, anglosajones contra continentales, vagos que juegan a las cartas contra cabeza-cuadradas que no disfrutan la vida ¿Asistimos a un choque de civilizaciones donde menos nos lo esperábamos? ¿Están los prejuicios ideológicos y sobre los países en auge? ¿O, peor aún, son estos los que están influyendo las decisiones que están tomando los líderes?
Muchos piensan que sí, que desgraciadamente la crisis tiene un enorme componente irracional o, si se quiere, emocional, en el sentido de que las emociones están determinando las decisiones de los líderes, y también las preferencias de los ciudadanos. Así, tanto las decisiones de Sarkozy como de Cameron o Merkel podrían explicarse recurriendo a una mezcla perversa de los parámetros culturales de los que hablara Huntington, de los estereotipos, reproducidos por los medios de comunicación, y los sentimientos colectivos, manipulados por los líderes.
Frente a la explicación cultural, emocional o identitaria (llámese cómo se quiera), está la exactamente inversa: la que propone que todas las posiciones del debate actual, por enfrentadas que estén, pueden ser explicadas en función de los intereses, políticos y económicos, de los participantes. Así, Alemania querría imponer su modelo económico a los demás al mínimo coste posible, lo que explicaría la oposición a los eurobonos en términos racionales, no culturales. De la misma manera, Francia querría ceder el mínimo de soberanía para seguir co-gobernando la UE junto con Alemania. Y el Reino Unido estaría simplemente minimizando los costes que sobre la City tendría el que los miembros de la eurozona se constituyeran en una unión fiscal.
Maximizar poder político, minimizar los costes económicos del ajuste, nada nuevo en realidad: la materia de la que desde siempre está hecha la política y el poder. ¿Y si detrás de toda esta agitación de prejuicios estuviéramos simplemente ante una partida de póker jugada por unos actores sumamente racionales?: “si doy los eurobonos demasiado pronto, no harán las reformas”; “si cedo demasiada soberanía, no seré reelegido”. Puede parecer muy cínico, pero es mucho mejor que estemos ante un enfrentamiento de intereses que ante uno de principios: los intereses pueden pactarse y repartirse, los principios no. Mejor un choque de intereses que un choque de principios o identidades. ¿Qué piensan ustedes?
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