Las revoluciones crean sus mitos. Y la Primavera Árabe que nació en Túnez a mediados de enero de 2011 ha creado algunos en torno a la «malvada» ex primera dama del país
.Leila Trabelsi
Las revoluciones crean sus mitos. Y la Primavera Árabe que nació en Túnez a mediados de enero de 2011 ha creado algunos en torno a la «malvada» ex primera dama del país, Leila Ben Alí, más conocida por su apellido, Trabelsi, que se ha convertido en el término popular para asustar a los infantes tunecinos.
La detestada mujer del dictador se encuentra refugiada con el resto de su familia en la ciudad saudí de Yedá, aunque algunas fuentes la sitúan de paseo por varios países del Golfo Pérsico, en Emiratos Árabes, Kuwait o Qatar, gobiernos, por supuesto, que no tienen tratado de extradición con Túnez. El nuevo régimen tunecino ha condenado en ausencia a Ben Alí a 66 años de prisión por la muerte de 43 manifestantes, y desea juzgar a su mujer por muchos presuntos delitos de robo y malversación de fondos públicos.
La leyenda representa a la ex peluquera promocionada por sus artes seductoras llevándose en el avión a Arabia Saudí 1.500 kilos de oro del Banco Central. Los viejos rumores afirman que sus diez hermanos Trabelsi llegaron a controlar el 30 por ciento de la economía tunecina, mientras «Leila Gin» (por su amor a esa bebida espirituosa) conspiraba para convertirse en presidenta. Los nuevos apócrifos abundan en las peticiones de divorcio y un simulacro de suicidio para huir de la jaula de oro saudí. Lo único cierto es que la auténtica Leila Trabelsi murió y ha nacido en el imaginario árabe una nueva Cruella de Vil.
Suzanne Mubarak (Egipto)
Por extraño que pudiera parecer, Suzanne Mubarak es la única persona de la familia que no está en la cárcel ni sometida a juicio, tras la caída de la longeva dictadura egipcia. Sus dos hijos, Gamal y Alaa, están en prisión a la espera de ser procesados por varios presuntos delitos de malversación de fondos públicos. Su marido, el ex presidente, agoniza entre el hospital y la sala del juicio en El Cairo, donde las apariciones patéticas en camilla parecen tomas de los restos yacientes de un faraón.
Suzanne fue educada desde niña para el poder y para la dignidad ante la tribulación. Herencia sin duda de su sangre británica, recibida de su madre, una enfermera galesa llamada Lily May Palmer.
Suzanne Mubarak pudo haber huido a su mansión en Londres, pero no lo hizo. Apuntaló a su marido en el poder —a la espera de que crecieran sus hijos, los «delfines», para heredar la presidencia—, y no quiso separarse de su lado en el hospital cuando fue destronado por sus colegas militares. Hosni quería, desde hace años, más algodón y reposo en el balneario de Sharm el Seij, y Suzanne, la faraona-matrona de Egipto, le recordó que su deber seguía estando en su despacho regio de El Cairo.
Es la que ha caído con más dignidad. Y quizá la más sorprendida con su propio pueblo. Suzanne les califica de «ingratos» y de «tontos útiles» de los islamistas. Los egipcios la respetan, pero no la aman.
Aisha Gadafi (Libia)
Ha heredado de su padre muchas cosas: genio, carácter, rebeldía frente al mundo y una inclinación por la estética capilar más natural en ella que en él. Aisha Gadafi —la «Claudia Schiffer del Norte de África», por su rubio teñido— tuvo que buscar refugio en Argelia junto a su madre y dos de sus hermanos a finales de agosto de 2011, cuando la guerra civil libia tocaba a su fin. Tras el brutal asesinato de su padre, Muamar, todos los vástagos Gadafi han buscado un perfil bajo; quién, como el ex jugador de fútbol Saadi Gadafi, sondeando un fichaje en Níger; quién, como el cerebro gris de la familia, Saif, disfrazándose de beduino para pasar inadvertido. Sin resultado.
Aisha no teme a los barbudos islamistas ni a la justicia internacional, y desde su refugio en Argelia ha anunciado su decisión de pleitear en La Haya contra los revolucionarios libios. La única hija legítima de Muamar Gadafi ha pedido también la puesta en libertad de su hermano Saif, al que espera un largo proceso por violaciones y asesinatos y, muy probablemente, el pelotón de fusilamiento.
Aisha es teniente coronel del Ejército, un regalo de papá, pero su labor durante años se ha centrado en la mediación de conflictos. Medió en 2003 ante Sadam Husein, y defendió al iraquí que en 2008 lanzó un zapato al presidente Bush. La ONU nombró a Aisha embajadora de los derechos de la mujer, pero le retiró el título el año pasado cuando cayó en desgracia.
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