Iniesta ilumina el clásico
El Barcelona remonta el tanto de Cristiano y un error de Valdés da vida al final al Madrid
Ramon Besa
Barcelona
24 AGO 2012 - 00:38 CET62
La palidez de Iniesta se explica seguramente porque no le afecta el
calor ni la humedad. En una noche agotadora, sofocante para jornaleros y
futbolistas, el manchego resolvió el clásico con dos jugadas de
artista, propias de un repertorio único, imposibles de defender, incluso
para el Madrid. Apareció el genio de Fuentealvilla y con un recorte
descuajaringó a Ramos para después habilitar con un pase filtrado a
Xavi. El tercer regalo de Iniesta no lo aprovechó Messi y, en cambio, su
íntimo amigo Valdés regaló un segundo gol con el que ya no contaba el
Madrid, sorprendido cuando mejor jugaba, a salvo después de ser superado
hasta el descanso por el Barcelona.
Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Albiol, Ramos, Coentrão; Khedira, Xabi Alonso; Callejón (Di María, m. 66), Özil (Marcelo, m. 81), Cristiano; y Benzema (Higuaín, m. 61). No utilizados: Adán; Varane, Granero y Lass.
Goles: 0-1. M. 56. Cristiano, de cabeza. 1-1. M. 57. Pedro, tras recibir un balón de Mascherano. 2-1. M. 70. Messi, de penalti. 3-1. M. 78. Xavi, a pase de Iniesta. 3-2. M. 85. Di María aprovecha un error de Valdés.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Xabi Alonso, Arbeloa, Mascherano y Albiol.
Camp Nou: 91.728 espectadores.
A falta de la tensión y del dramatismo de anteriores partidos, en el
Camp Nou se impuso la nobleza y finalmente el arrebato. La segunda parte
fue muy cambiante e irregular, espectacular por la entrega de los dos
equipos, derretidos por el sofocón de la noche y, sin embargo, jabatos
en la defensa de su zamarra. El fútbol estuvo mayormente de parte del
Barcelona mientras que los detalles favorecieron al Madrid, que tiene
más oficio y es más puñetero, decisivo a la salida de un córner, atento a
la hora de penalizar los errores del contrario, como el del portero
azulgrana, que repitió la mala actuación que ya tuvo en la Liga y
entregó el cuero a Di María para dar más vida al partido de vuelta en
Chamartín.
Los jugadores reparan mucho en las alineaciones de los clásicos porque se supone que sirven para constatar las jerarquías del vestuario y medir al entrenador. Mourinho apostó por Benzema en lugar de Higuaín, mantuvo a Coentrão por delante de Marcelo y eligió a Callejón supuestamente por los calambres que sufrió Di María contra el Valencia. Kaká ni siquiera viajó a Barcelona mientras que Albiol sustituyó al lesionado Pepe. Más que la mejor alineación, pareció una formación mixta, condicionada por el día del partido, por el rival y también por ser el menor de los torneos en litigio.
Las novedades en el Barça fueron la suplencia de Cesc y, hasta cierto punto, la de Puyol. Ya se vio contra la Real que Tito Vilanova no juega con el dibujo, sino con los futbolistas: central por central (el domingo Puyol y ante el Madrid Piqué), lateral por lateral (un día Alba, que acabó el último partido tocado, y al otro Adriano), volante por volante (Iniesta recuperó la titularidad en detrimento de Cesc) y extremo por extremo (Alexis tiene más galones que Tello). Va el Barça partido a partido, necesita ganar confianza y credibilidad, evitar un accidente irreparable, sobre todo en partidos como el este contra el Madrid.
Así las cosas, los azulgrana salieron a la cancha con timidez, la pelota al pie, poca profundidad, más pendientes del rival que de generar situaciones de superioridad, alejados de Casillas. La consigna era no cometer errores, circunstancia que abonaba un partido sin ritmo y muy táctico. No rifaba la pelota el Barcelona y aguardaba el Madrid. Aunque empezó presionando, el equipo blanco comenzó a recular, apretado por los barcelonistas, excesivamente selectivo en su despliegue, nunca rematado. Atacaba Coentrão y defendía como lateral Ronaldo.
El Madrid se inclinaba ofensivamente hacia el costado de Alves, inicialmente el punto débil del Barcelona. El brasileño, sin embargo, estuvo más firme que de costumbre y su condición de atleta le permitió mandar en la banda, especialmente en ataque. Paulatinamente, el Barça fue ganando campo y pelota para sufrimiento del Madrid. Messi comenzó a apuntar a Casillas y se sucedieron tres remates interesantes, más que ocasiones de gol. Ordenados y firmes defensivamente, los madridistas salvaron el apuro y alcanzaron sin mayores agobios el descanso.
A pesar de que el cuero estaba a menudo en la diestra de Xavi, al Barcelona le faltaba pase interior y chispa, bien taponado por el Madrid, entregado a su defensa, nada de atacar. No había factor sorpresa. Jugaba mejor el Madrid sin pelota, muy concentrado en desactivar a Messi. Aguardaba su momento, que llegó a balón parado, como ya se sabe cada vez que enfrente está el Barça. No hace falta estar en plena forma para cabecear un córner como hizo Cristiano Ronaldo.
El gol del Madrid disparó el clásico. El Barça empató acto seguido, después de que Mascherano habilitara a Pedro con una diagonal preciosa, mal defendida por Coentrão y habilitada discutiblemente por el linier. El canario pilló la espalda del portugués y cruzó ante Casillas. Respiraba el Barça y mejoraba el Madrid, bien refrescado por Mourinho. Abierto el choque, el intercambio de golpes fue continuo y sufrió el Barça defensivamente tanto como antes el Madrid. No atinó entonces Higuaín y, en cambio, Ramos se comió el recorte de Iniesta y le arrastró hasta el punto de penalti: no perdonó Messi.
Volvió a marcar La Pulga, que sumaba cuatro clásicos a cero, y repitió más tarde Iniesta. El manchego se sacó a cuatro defensas con dos recortes y le puso el gol a pies de Xavi. La jugada fue tan preciosa como la que vino después cuando Iniesta volvió a poner a Messi ante la portería de Casillas. No acertó el argentino y, por el contrario, Valdés se dejó quitar la pelota por Di María después de una cesión de Adriano. La tenacidad del brasileño fue tan elogiable como reprobable el error de Valdés. Las jugadas episódicas condenaron a un Barça más intenso y con más fútbol que el Madrid y también menos contundente.
Valdés no es tan hipotenso como Iniesta. La serenidad del manchego fue una bendición ante el ir y venir del partido, cosa lógica cuando se juega a deshora y en mal día, y los equipos se quedan fundidos por el calor. La emoción está garantizada para la vuelta en Chamartín. Iniesta jamás se pone rojo. El clásico goza de buena salud incluso en verano con 30º a media noche.
BARCELONA, 3 – MADRID, 2
Barcelona: Valdés; Alves, Piqué, Mascherano, Adriano; Busquets, Xavi (Cesc, m. 84), Iniesta; Alexis (Tello, m. 71), Messi y Pedro (Alba, m. 86). No utilizados: Pinto; Puyol, Villa y Sergi Roberto.Real Madrid: Casillas; Arbeloa, Albiol, Ramos, Coentrão; Khedira, Xabi Alonso; Callejón (Di María, m. 66), Özil (Marcelo, m. 81), Cristiano; y Benzema (Higuaín, m. 61). No utilizados: Adán; Varane, Granero y Lass.
Goles: 0-1. M. 56. Cristiano, de cabeza. 1-1. M. 57. Pedro, tras recibir un balón de Mascherano. 2-1. M. 70. Messi, de penalti. 3-1. M. 78. Xavi, a pase de Iniesta. 3-2. M. 85. Di María aprovecha un error de Valdés.
Árbitro: Clos Gómez. Amonestó a Xabi Alonso, Arbeloa, Mascherano y Albiol.
Camp Nou: 91.728 espectadores.
Los jugadores reparan mucho en las alineaciones de los clásicos porque se supone que sirven para constatar las jerarquías del vestuario y medir al entrenador. Mourinho apostó por Benzema en lugar de Higuaín, mantuvo a Coentrão por delante de Marcelo y eligió a Callejón supuestamente por los calambres que sufrió Di María contra el Valencia. Kaká ni siquiera viajó a Barcelona mientras que Albiol sustituyó al lesionado Pepe. Más que la mejor alineación, pareció una formación mixta, condicionada por el día del partido, por el rival y también por ser el menor de los torneos en litigio.
Las novedades en el Barça fueron la suplencia de Cesc y, hasta cierto punto, la de Puyol. Ya se vio contra la Real que Tito Vilanova no juega con el dibujo, sino con los futbolistas: central por central (el domingo Puyol y ante el Madrid Piqué), lateral por lateral (un día Alba, que acabó el último partido tocado, y al otro Adriano), volante por volante (Iniesta recuperó la titularidad en detrimento de Cesc) y extremo por extremo (Alexis tiene más galones que Tello). Va el Barça partido a partido, necesita ganar confianza y credibilidad, evitar un accidente irreparable, sobre todo en partidos como el este contra el Madrid.
Así las cosas, los azulgrana salieron a la cancha con timidez, la pelota al pie, poca profundidad, más pendientes del rival que de generar situaciones de superioridad, alejados de Casillas. La consigna era no cometer errores, circunstancia que abonaba un partido sin ritmo y muy táctico. No rifaba la pelota el Barcelona y aguardaba el Madrid. Aunque empezó presionando, el equipo blanco comenzó a recular, apretado por los barcelonistas, excesivamente selectivo en su despliegue, nunca rematado. Atacaba Coentrão y defendía como lateral Ronaldo.
El Madrid se inclinaba ofensivamente hacia el costado de Alves, inicialmente el punto débil del Barcelona. El brasileño, sin embargo, estuvo más firme que de costumbre y su condición de atleta le permitió mandar en la banda, especialmente en ataque. Paulatinamente, el Barça fue ganando campo y pelota para sufrimiento del Madrid. Messi comenzó a apuntar a Casillas y se sucedieron tres remates interesantes, más que ocasiones de gol. Ordenados y firmes defensivamente, los madridistas salvaron el apuro y alcanzaron sin mayores agobios el descanso.
A pesar de que el cuero estaba a menudo en la diestra de Xavi, al Barcelona le faltaba pase interior y chispa, bien taponado por el Madrid, entregado a su defensa, nada de atacar. No había factor sorpresa. Jugaba mejor el Madrid sin pelota, muy concentrado en desactivar a Messi. Aguardaba su momento, que llegó a balón parado, como ya se sabe cada vez que enfrente está el Barça. No hace falta estar en plena forma para cabecear un córner como hizo Cristiano Ronaldo.
El gol del Madrid disparó el clásico. El Barça empató acto seguido, después de que Mascherano habilitara a Pedro con una diagonal preciosa, mal defendida por Coentrão y habilitada discutiblemente por el linier. El canario pilló la espalda del portugués y cruzó ante Casillas. Respiraba el Barça y mejoraba el Madrid, bien refrescado por Mourinho. Abierto el choque, el intercambio de golpes fue continuo y sufrió el Barça defensivamente tanto como antes el Madrid. No atinó entonces Higuaín y, en cambio, Ramos se comió el recorte de Iniesta y le arrastró hasta el punto de penalti: no perdonó Messi.
Volvió a marcar La Pulga, que sumaba cuatro clásicos a cero, y repitió más tarde Iniesta. El manchego se sacó a cuatro defensas con dos recortes y le puso el gol a pies de Xavi. La jugada fue tan preciosa como la que vino después cuando Iniesta volvió a poner a Messi ante la portería de Casillas. No acertó el argentino y, por el contrario, Valdés se dejó quitar la pelota por Di María después de una cesión de Adriano. La tenacidad del brasileño fue tan elogiable como reprobable el error de Valdés. Las jugadas episódicas condenaron a un Barça más intenso y con más fútbol que el Madrid y también menos contundente.
Valdés no es tan hipotenso como Iniesta. La serenidad del manchego fue una bendición ante el ir y venir del partido, cosa lógica cuando se juega a deshora y en mal día, y los equipos se quedan fundidos por el calor. La emoción está garantizada para la vuelta en Chamartín. Iniesta jamás se pone rojo. El clásico goza de buena salud incluso en verano con 30º a media noche.
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