Medallas o escapularios
Phelps cumple con todos los requisitos para una beatificación deportiva acelerada
Phelps cumple con todos los requisitos para una beatificación
deportiva acelerada. Practica un deporte poco sospechoso de
contaminación mercantil como es la natación; sigue la estela acuática de
simpáticos tritones como Mark Spitz, que acostumbraron a los
devoradores de pruebas olímpicas a contemplar prodigiosas acumulaciones
de medallas; exhibe una ostentosa deportividad (“en el triunfo y en la
derrota”, como gustan encomiar los columnistas de retén) y tras su fácil
desplazamiento por el agua se adivinan muchas horas de repetición
mecánica de braceo y respiración.
Bien mirado, las medallas de Phelps en Londres son escapularios, porque el Tiburón de Baltimore está agotando sus expectativas de triunfo; a cambio, cobra sentido otra función, la de fijar la atención infantil en la natación y codificar un modelo de éxito (admiración universal, esfuerzo constante, modestia y camaradería). Resulta inquietante la comparación de las 19 medallas del nadador americano con la sequía de metales de la delegación española. Y muy revelador el contraste del bueno de Michael con Ye Shiwen, la nadadora china que pugna con ocupar una hornacina en el santoral olímpico. Las acusaciones, nada veladas, de dopaje sofisticado lanzadas por Estados Unidos contra Ye no tienen como objetivo impugnar sus medallas, sino vedar su ascenso, presente y futuro, al edén de los bienaventurados que pueblan los Zatopek, Lewis, Spitz o Phelps.
Bien mirado, las medallas de Phelps en Londres son escapularios, porque el Tiburón de Baltimore está agotando sus expectativas de triunfo; a cambio, cobra sentido otra función, la de fijar la atención infantil en la natación y codificar un modelo de éxito (admiración universal, esfuerzo constante, modestia y camaradería). Resulta inquietante la comparación de las 19 medallas del nadador americano con la sequía de metales de la delegación española. Y muy revelador el contraste del bueno de Michael con Ye Shiwen, la nadadora china que pugna con ocupar una hornacina en el santoral olímpico. Las acusaciones, nada veladas, de dopaje sofisticado lanzadas por Estados Unidos contra Ye no tienen como objetivo impugnar sus medallas, sino vedar su ascenso, presente y futuro, al edén de los bienaventurados que pueblan los Zatopek, Lewis, Spitz o Phelps.
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