Explorando de nuevo el distrito federal, capital de la república mexicana, me sorprende constatar algunos cambios importantes en el funcionamiento de la gran urbe, por ejemplo observo un reordenamiento del transporte público, que incluye el sistema del tren metropolitano, el metro, y su ampliación a una red de varios cientos de kilómetros de subterráneos, los metrobuses que son autobuses articulados que sustituyen a 125 vehículos automotores cada uno, y quizá lo mas intereante es la dotación de miles de bicicletas, distribuidas por toda la ciudad para que las personas se trasladen en ellas y las dejen en sitios preestablecidos.
Estos sistemas de transporte urbano no es una idea original de las autoridades del defe, ya que existen experiencias anteriores en Bogotá, Colombia y en Curitiba, Brasil, y por supuesto lo que ocurre en varias ciudades europeas.
Antiguamente, para referirse en términos despectivos a un pueblo o pequeña ciudad, se decía que: "era un pueblo bicicletero", para denotar su pobreza y miseria cultural, porque no tenían un parque vehicular de automotores.
Hoy es un motivo de orgullo ser un pueblo o ciudad bicicletera por su contribución a la ecología, las personas hacen ejercicio físico, que mucha falta les hace a tanto obeso que pululan por la ciudad, no contaminan y aligeran el tráfico urbano, que en el caso del defe se sabe que hay un parque vehicular de aproximadamente cinco millones de autos circulando por las arterias citadinas todos los días.
El gobierno de izquierda que manda en la ciudad capital de México, conciente de las necesidades de transporte eficiente y barato, ideó el nuevo sistema de bicicletas que se pueden tomar en diferentes rumbos y dejarlas en otro sitio distante, todo por medio de un control de tarjetas inteligentes.
Cuando viví en esta enorme ciudad siempre me trasladé a todos lados en bicicleta, eso lo hice durante veinte años, y al principio la gente me veía como un bicho raro, sobre todo por mi edad, como si las bicicletas solo fueran para niños o jóvenes imberbes, además nadie o pocas personas se atrevían subirse a una bicicleta y moverse por todos lados, era un deporte dominguero.
Me congratulo de esa medida de poner las bicicletas al servicio de todos los que quieran ir por las calles y avenidas, disfrutando del ejercicio cardiovascular.
Enhorabuena, pues.
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