He vivido muchos años en la mejor colonia de la capital mexicana, La Condesa, un barrio habitado por intelectuales, artistas, jóvenes y gays, con la salvedad de que la mayoría de ellos tienen perros que pasean por el Parque México, ensuciándolo sin recato.
Las parejas jóvenes de La Condesa han decidido no tener hijos, pero perros sí y varios. Los matrimonios viejos y los solterones y solteronas, cuidan de varios canes y los tratan como personas, hablan con ellos, los visten como gente, les dan de comer lo que come la gente, los llevan a la estética canina como si fueran personas menores de edad, también los atiende el veterinario muy seguido e inclusive existe un par de psicólogos para perros deprimidos.
Antiguamente, decir que alguien llevaba una vida de perro, era algo que daba pena y lástima por esa persona, quería decir que se la pasaba muy mal.
Hoy, en plena era posmoderna, los perros llevan una vida holgada, rica, divertida, protegida, hasta los llevan a la escuela con su entrenador, que utiliza el Parque México como su enorme salón de clase canina.
Los restaurante batallan mucho con sus clientes habituales que se hacen acompañar por su inevitables mascotas caninas, que molestan a los demàs comensales con sus constantes ladridos y sacudidas de pulgas, pero es imposible negqarles la entrada a los perros acompañados de sus dueños porque el negocio fracasaría irremediablemente. Todos tiene perros y los sacan diario a pasear al Parque México y luego a la cafetería de moda: El Toscano.
El detalle más simpático es que se puso de moda hablar con los perros y ponerles nombres propios de personajes reales, lo surrealista de este acto es digno de admirarse. Hay perras que se llaman Mona Lisa, Gioconda, Carmen, Elisa, Beatriz y hay perros que se llaman Mozart, Camilo, Ernesto, Joaquín, Diego, Alonso, Miguel. Cuando un dueño de perro busca a su mascota que se le ha escapado de su control, los gritos desaforados no se hacen esperar: !!Matildeeeeee¡¡ !!Diegooooo¡¡.
Si los propietarios de sus lindos perros se dedicaran a mantener limpia la colonia Condesa, y su bello Parque México, y además contuvieron los deseos enormes de llevarlos a los restaurantes, el resto de los mortales que habitamos o paseamos por ahí seríamos inmensamente felices.
!!Mondo canne¡¡
Efrén Ortega
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