En todas las sociedades del mundo en donde la urbanizaciòn creciò aceleradamente, porque la migraciòn campo-ciudad marcò una tendencia fuerte hacia la concentraciòn de poblaciòn en unas pocas ciudades, como son los casos paradigmàticos de Amèrica Latina, Asia y Africa, a partir de los años sesentas del siglo XX.
Este fenòmeno de urbanizaciòn creciente trajo aparejado el hecho del surgimiento de una industria automovilìstica poderosa en los Estados Unidos, que se basaba en la consigna de: todo el mundo necesita un automòvil individual. Esa fue la màxima de Mister Ford al pensar que sus obreros deberìan poder comprar un Ford.
En todo el orbe existe una cantidad desmesurada de automóviles, que saturan las vialidades urbanas de todas las mega-ciudades. Tokio, Mèxico, Buenos Aires, Madrid, Paris, Roma, son algunos ejemplos palpables de la saturaciòn de sus vialidades por exceso de automotores.
La otra cara de la moneda es la ineficiencia del transporte pùblico, terrestre, elevado y subterràneo, que es insuficiente para trasladar a millones de usuarios durante el dìa, es una batalla perdida de antemano, la oferta es siempre insuficiente ante una demanda creciente, eso acarrea el efecto de que todos aspiran a poseer un automóvil propio, congestionando las vialidades y contaminando severamente el ambiente urbano.
Los dos casos que vivo en la actualidad en el dìa a dìa, son Ciudad de Guatemala y ciudad de Mèxico, y en ambos casos los congestionamientos viales son terrorìficos. En Guatemala el sistema de transporte es obsoleto, inseguro y carente de planificaciòn. En ciudad de Mèxico, el transporte subterráneo del Metro es eficiente pero le hace falta mayor expasiòn territorial para comunicar adecuadamente los cuatro puntos cardinales.
Recientemente, viajé de la ciudad de Querètaro a la ciudad de México, cuya distancia es de doscientos kilómetros entre ambas urbes, esa distancia la recorrí en automóvil en un lapso de dos horas, pero al ingresar a la ciudad de México un trayecto de quince kilómetros me consumió tres horas (!!).
Poseer un automóvil es un acto de fetichismo para su propietario, ya que depositan en ese artefacto todas sus ilusiones y expectativas de sentirse perteneciente a una clase social ascendente o aspiracional, que es la clase media. Todos aspiran a ser de clase media alta, proceso que en las últimas dècadas es casi imposible de alcanzar debido a las sucesivas crisis econòmicas que han afectado sobre todo a las clases medias del mundo entero.
Un automóvil es el bien más preciado para los citadinos de toda América Latina, más que una vivienda.
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