Desde que llegué a la ciudad de México a fines de la semana pasada, el único tema de todo la gente es el Mundial de Fútbol en Sudáfrica. En términos mediáticos estamos ante un fenómeno de globalización de unos juegos de balonpié, que habrán de ver muchos millones de personas en todo el mundo, gracias a la televisión.
En México sucede algo interesante al respecto del Mundial de Fútbol, ya que la Selección Mexicana de Fútbol es un producto de la mercadotecnia que no tiene ningún valor real, es una selección de futbolistas inflados, carentes de técnica y de condición física.
El gran negocio de las televisioras privadas de México, ha sido planear una gira de la selección mexicana por todos los Estados Unidos, buscando cuidadosamente que los partidos se celebren en ciudades en donde habitan varios millones de mexicanos legale e ilegales. Y, naturalmente, el negocio es redondo.
Se ha planeado también que la Selección Mexicana se enfrente a rivales débiles, que no dañen la imagen de esa selección de mediocres deportistas.
La serie de partidos en EEUU contempla juegos en contra de Senegal y de Angola, países a los que es difícil ganarles aunque sean de segunda categoría mundial.
Los periódicos locales, no los deportivos, las televisoras, las radiodifusoras, todo el santo día hablan de las "enormes" posibilidades que tiene la Selección Mexicana de ganar la Copa del Mundo en Sudáfrica. Hay una exageración desbordada en torno a ese deporte nacional que ha tenido muchas decepciones a nivel internacional.
Falta menos de un mes para comprobar la inflación futbolística de México, cuando no se alcencé pasar a la ronda de cuartos de final, después vendrán todas las justificaciones posibles: el clima, la lejanía, el público, el pasto de la cancha, etcétera.
La euforia es artificial, le sirve solo a los comerciantes. La sociedad se verá paralizada y los asuntos nacionales pasarán a segundo término por un buen tiempo, y el gobierno descansará de tanta crítica negativa al mal gobierno.
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