Cuando el cambio climático era importante
La cumbre del clima se celebra en el peor momento - Con la crisis y la nueva era del gas, las renovables han perdido atractivo - En EE UU manda el escepticismo sobre el calentamiento
En la cumbre del clima de Durban solo la UE parece dispuesta a mantener compromisos internacionales de reducción de emisiones. Son los mismos que ya tiene en su legislación interna y los que tiene al alcance de la mano, pero aun así es la única región que no descarta asumir un segundo periodo de compromiso del Protocolo de Kioto. El resto, silencio. EE UU no quiere saber nada de acuerdos vinculantes, y Canadá y Japón han anunciado que no firmarán un nuevo Kioto.
China da esperanza al decir que no descarta un acuerdo vinculante
La AIE: "Recibir buenas noticias desde Durban sería una sorpresa"
Irónicamente, la postura de la UE en Sudáfrica la defiende Polonia, el país con más emisiones de los 27, el que más depende del carbón y quien más ha bloqueado el intento de países como Reino Unido de ampliar el recorte de emisiones desde el 20% actual al 30% en 2020. Los ecologistas trinan porque mientras en Durban Polonia se tiñe de verde, en Bruselas patrocina una cumbre para promocionar el carbón, el combustible fósil que más CO2 emite.
Es un símbolo que muestra que difícilmente la cumbre podría haber llegado en peor momento, que desde el fracaso de Copenhague todo parece haberse alineado contra la negociación internacional contra el cambio climático. Hace solo dos años, 150 jefes de Estado y de Gobierno se reunían en Copenhague. La semana clave comienza el lunes en Durban con la llegada de los ministros, y el pesimismo manda.
El economista jefe de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), Fatih Birol, visitó Madrid el miércoles y fue muy claro: "Necesitamos un acuerdo internacional que dé una señal a los mercados, pero tener buenas noticias de Durban sería una sorpresa. El 50% de las emisiones proceden de dos países, EE UU y China, que no parecen dispuestos a firmar nada".
José Luis Blasco, responsable de Servicios de Cambio Climático de la consultora KPMG, tampoco suena optimista: "Hay negociaciones en lo técnico pero desde Copenhague no tienen respaldo político". Es decir, hay miles de personas reunidas tratando detalles minuciosos de acuerdos que, en el fondo, penden de una decisión que se toma lejos de allí.
Un ejemplo es la puesta en marcha del Fondo Verde del Clima. En Copenhague, en 2009, los países desarrollados acordaron poner unos 100.000 millones de dólares al año a partir de 2020 para los países menos desarrollados. Solo dos años después, pensar en que la UE y Estados Unidos van a destinar esas magnitudes a combatir el cambio climático suena, como mínimo, simpático.
"Es cierto que es mucho dinero, pero por ahora ponen dinero existente en las agencias de cooperación. En Durban tratarán de ver cómo se articula ese fondo y si hay participación privada", explica Blasco. Es decir, se puede aspirar a tener avances técnicos sobre cómo sería la financiación y cómo sería la verificación internacional de las emisiones de los países emergentes.
Sin embargo, lograr avances en el asunto central, que es cómo prorrogar Kioto, parece, hoy, difícil. "Puede haber una 'hoja de ruta', como ellos lo llaman, para llegar a un acuerdo en el futuro, pero me temo que a la cumbre de Catar en 2012 llegaremos con los deberes sin hacer", añade el analista, que dice que la prueba del desánimo es el precio del CO2, que cotiza al mínimo desde 2008.
La negociación se centra en ver cómo y cuándo se llegará a un acuerdo, aunque en 2007 en Bali ya pactaron que en 2009 habría un sucesor de Kioto y luego no fue así. El representante europeo, el polaco Tomasz Chruszczow, señaló ayer: "Hemos dejado claro repetidamente que alcanzar un acuerdo sobre la hoja de ruta y un calendario claro es una de las prioridades de la UE en Durban".
El destello de luz lo puso el negociador chino, Su Wei, que en rueda de prensa anunció ayer que Pekín no descarta ya firmar un tratado legalmente vinculante. "No descartamos la posibilidad de un acuerdo legalmente vinculante. Por nuestra parte es posible, pero todo depende de las negociaciones".
Aida Vila, de Greenpeace, explica desde Sudáfrica que "EE UU está bloqueando la negociación e insiste en que no cuenten con ellos hasta 2020". En la opinión pública de EE UU crece el escepticismo sobre la influencia del hombre sobre el clima. Según una encuesta del Pew Research Center publicada el jueves, solo el 38% de los estadounidenses cree que hay pruebas de que el planeta se calienta por la actividad humana, frente al 47% de 2006. Aun así, algo ha repuntado este año.
Hay más. Con la crisis de deuda y la necesidad de recortar el déficit, los países se han olvidado de las inversiones públicas en energía verde. "Las renovables viven un momento muy difíciles. Los países recortan subvenciones para reducir el déficit. Y eso es legítimo, pero tendrá implicaciones a largo plazo", añade Birol, que ha convertido a la AIE en uno de los organismos que más alertan sobre las emisiones. Según la consultora Ernst & Young, la crisis de la eurozona ha llevado a "una reducción drástica de las inversiones en sostenibilidad en las 10 principales economías del mundo que pueden ascender a los 34.000 millones de euros hasta 2015". Solo en España, el recorte puede irse hasta los 4.700 millones de euros. Los promotores de energía eólica ya temen un parón en España en 2013, y los productores fotovoltaicos están en un litigio internacional contra el Ministerio de Industria por el recorte de las primas que decretó el Gobierno y con el que pretendía parar la sangría de primas a la fotovoltaica que él mismo había creado con una mala regulación.
Las renovables han experimentado un aumento espectacular en la última década, y aunque es probable que a largo plazo -y con la bajada de costes- sean más que una alternativa, a corto plazo pueden pasarlo mal. Entre otras cosas, porque EE UU vive una eclosión del gas natural no convencional (que va camino a Europa y China) que hace que el mundo "pueda estar entrando en una era dorada del gas", según Birol. Este gas -hasta ahora inaccesible pero al que las nuevas técnicas de prospección permiten llegar- también hace menos competitivas a las renovables. El gas emite menos que el carbón, "pero tampoco es completamente inocente en términos de cambio climático", según Birol.
Los últimos indicadores muestran una tendencia negativa incluso en los países desarrollados, que estaban recortando sus emisiones por la mejora de la eficiencia energética. Sin embargo, el año pasado, por primera vez en una década, los países del G-20 no redujeron sus emisiones, según un informe de la consultora PwC. Según este, las primeras economías del planeta crecieron un 5,1% mientras sus emisiones aumentaron un 5,8%. La AIE también muestra su preocupación por el paso atrás en la eficiencia.
A este cóctel perfecto de emisiones hay que sumar Fukushima. El mayor golpe para la energía nuclear en décadas lleva a que países como Alemania tengan que suplir con gas y carbón la pérdida de potencia nuclear por el cierre de centrales. "Aunque un futuro con menos energía nuclear abriría oportunidades para las energías renovables, también dispararía la demanda de combustibles fósiles", señala la AIE, que explica que con un apagón nuclear "resultaría más difícil y caro luchar contra el cambio climático".
La Agencia calculó hace dos años la enorme transformación energética necesaria para cumplir el objetivo de estabilizar la concentración de CO2 en la atmósfera en 450 partes por millón (la cantidad estimada para que la temperatura global no aumente más de dos grados). Sin embargo,según Birol, "el mundo va perfectamente en la trayectoria de los seis grados de aumento".
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