sábado, 3 de diciembre de 2011

Los escándalos de Sinéad O'Connor.

No hay escándalo que acabe con Sinéad O'Connor
La irlandesa reivindica la liberación sexual, clama contra la iglesia católica y considera "blasfemo" a Bono, cantante de U2, mientras ultima su plácido regreso al pop tras casi 15 años


No cabe duda. Son esos ojos. Los mismos que, allá por 1991, conmovieron a medio mundo mientras se deshacían en lágrimas en el vídeo de Nothing compares 2U. Veinte años después, nos encontramos en Málaga frente a esa misma mirada expectante, curiosa, inconfundible, que parece no precisar del parpadeo. Sinéad O'Connor (Dublín, 1966) habla con un hilo de voz casi inaudible, como quien murmurase sin demasiada convicción una vieja letanía. Pero sucede justo al contrario: la cantante no desperdicia ni una sola frase a la hora de expresar su opinión sobre cuanto la rodea. Y los asuntos que considera de su incumbencia sobrepasan con creces los confines de la creación artística.

"Vulnerable y corajuda". Así suena su voz cuando canta, pero ella misma admite que estos dos adjetivos, aparentemente contradictorios, servirían también para definir su propia personalidad. La perezosa luz otoñal le confiere un aspecto risueño y plácido, como si hubiese retornado al sendero de la autoestima en esa permanente batalla que dirime consigo misma. Sinéad padece dos enfermedades importantes, fatiga crónica y trastorno de bipolaridad, y durante su gira irlandesa del pasado verano se la vio desmejorada y con problemas de sobrepeso. En la actualidad, superados los engorrosos efectos de la medicación, ha recobrado la buena forma física y su característico cráneo rapado al uno. Solo que ahora, ley de vida, se perciben destellos entrecanos en el contorno de su cabello.

Durante un par de semanas, esa nebulosa de colaboradores que conocemos como "el entorno del artista" han rebuscado en la agenda el momento más propicio para una conversación sin apreturas de tiempo. Pero con una petición o, más bien, tres: la charla no podrá versar "sobre familia, religión u homosexualidad". La premisa se torna ridícula desde el primer minuto: su protegida es la primera que aborrece las cortapisas a la hora de opinar. Le interesa hablar de todo, aun a sabiendas de que puede levantar ampollas. Y aunque regresará en febrero a la primera línea musical con un esperado nuevo disco, su actitud difiere de la del típico artista en periodo promocional, dispuesto a loar sus excelencias para atraer al público a las salas de conciertos.

Pregunta. Anunció que su nuevo trabajo se titularía Home (Hogar), pero en el último instante lo ha sustituido por What about I be me and you be you? (¿Qué tal si yo soy yo y tú eres tú?). ¿Es siempre tan drástica cuando cambia de opinión?

Respuesta. Todos somos espíritus cambiantes. Decidí modificar el título después de mi mala experiencia con los artículos sobre sexo que publiqué en el Sunday Independent. Comprobé que la sociedad irlandesa sigue estando muy reprimida y, en muchos casos, se echa las manos a la cabeza cuando una mujer se expresa con libertad. He llegado a la conclusión de que me la trae al fresco lo que piense todo el mundo. Yo soy yo, y que me dejen en paz. ¿Sabe a qué artículos me refiero?

P. Sí, sí. Explicitaba en ellos sus deseos de encontrar a un hombre hirsuto, que no se depile ni utilice cremas y que contemple el sexo anal entre sus prácticas amatorias. A algunos les pareció una frivolidad. O una provocación.

R. Buscaba novio. Pensé en acudir a las consabidas empresas de contactos, pero me di cuenta de que al día siguiente se habría filtrado a la prensa: "¡Sinéad O'Connor se inscribe en una agencia matrimonial!". Así pues, me ahorré los trámites de apuntarme y expuse pormenorizadamente los requisitos.

P. ¿Y ha tenido éxito?

R. ¡Sí! Tengo un novio perfecto que cumple con mis exigencias. Sí, también con esa que levantó polvareda [sonrisa malévola]. Bueno, en realidad tuve que ser flexible con una: pedí uno a partir de 40 años y él tiene 38, pero me pareció que podía no ser tan estricta en ese aspecto.

P. En cualquier caso, no parece el método más convencional de encontrar novio para una mujer famosa y atractiva...

R. Me considero en plenitud, en la mejor época de la vida, pero ni aun así me resultaba fácil emparejarme. Tengo tres hijos de cortas edades a los que he de prestar atención. Paso el día metida en casa, solo me relaciono con mis compañeros de trabajo y, obviamente, no me parece buena idea ponerme a follar con ellos. El alcohol me sienta muy mal y toda la vida social irlandesa gira en torno a los pubs. En consecuencia, la mejor manera que se me ocurrió de conocer gente fue a través de mis artículos y de Internet.

P. ¿Comprende el escándalo que generan siempre sus palabras?

R. No lo sé. Quizás sea un poco infantil y me divierta comprobar que la gente se irrita con mis afirmaciones. Cuanto más se enfadan, más encantada me siento. Y es en ese punto cuando no me resisto a la tentación de soltar algunas estupideces. "He follado con un plátano", anuncié en mi blog. Y claro, al día siguiente ya estaban todos los periódicos con el tema a vueltas: "Sinéad O'Connor anuncia que ha mantenido sexo con una popular fruta".

P. ¿La controversia se agudiza por sus enfoques feministas?

R. Seguro. Estoy hasta el moño, por ejemplo, de que apenas exista porno para mujeres. Los chicos pueden hartarse. ¿Por qué no también a la inversa? Igual sucedió cuando reconocí que había experimentado, brevemente, el sexo con mujeres. Lo disfruté mucho y no acierto a entender por qué cuestiones tan perfectamente cotidianas todavía son objeto de polémica.

P. ¿Por qué el sexo homosexual, en pleno siglo XXI, está aún perseguido o anatemizado?

R. Si me pregunta quién tiene la culpa, la respuesta será rotunda: la religión. La católica y muchas otras. No hay nada de malo en ser gay porque Dios creó a los gays. Dios ama incondicionalmente, pero las religiones son condicionales. Por eso me parece una blasfemia que la iglesia condene la homosexualidad. Los gays no tienen culpa de los males del mundo, a ver si se enteran los líderes religiosos.

P. Hay quien piensa, en cambio, que la iglesia sí podría tener culpa de otras cosas...

R. El informe Murphy detalló hace un par de años cómo la Iglesia irlandesa había encubierto corrupciones y abusos sexuales a menores durante cerca de medio siglo. En consecuencia, las nuevas generaciones de jóvenes en mi país no se atreven a decir que creen en Dios. No quieren involucrarse espiritualmente, y no me extraña. Sobre todo, porque nuestros artistas más populares, aquellos que rendieron tributo a Juan Pablo II, prefirieron mirar hacia otro lado.

P. ¿Se está refiriendo a Bono?

R. No solo. También pedí a Bob Geldof que se significase, pero su agente me respondió: "Lo siento, mi representado no toma partido en este tipo de cuestiones". Pero sí, el cantante de U2 ni siquiera se molestó en contestarme. Bono se proclama creyente y da las gracias a Dios cuando gana premios Grammy, pero luego no hace nada. Y eso es una blasfemia. Una sola palabra suya habría bastado para reconfortar a las víctimas, pero no lo hizo. Bono o Geldof se muestran conmovidos por los problemas de remotos países africanos, pero Irlanda es un país espiritualmente destrozado que les trae sin cuidado.

P. ¿Le queda al menos confianza en los políticos?

R. Qué va. La política es decepcionante. Seguí las últimas elecciones en Irlanda de cerca. Resultó desagradable. Los irlandeses votan para echar a unos, no porque les ilusione que entren otros. Es una visión muy negativa.

P. ¿Y los banqueros?

R. ¿La banca? ¿El Banco Central Europeo? Mire, se lo resumiré en pocas palabras. Banquero rima con pajillero. Ahí tiene mi opinión sobre esa gente.

esperado regreso al pop


El próximo 20 de febrero, cuando el sello One Little Indian (el mismo de Björk) ponga en circulación 'What about I be me and you be you?', la irlandesa abordará su primer intento serio en los últimos tres lustros por regresar a la aristocracia del pop internacional. En este periodo ha grabado un álbum de canciones tradicionales irlandesas ('Sean-nós nua'), otro inspirado en el 'reggae' y demás músicas jamaicanas ('Throw down your arms') o uno más de temática espiritual ('Theology'), e incluso en 2003 publicó una recopilación de rarezas para endulzar el anuncio de que abandonaba definitivamente los escenarios. Esta vez, en cambio, se ha atrevido con diez canciones mucho más accesibles e incluso válidas para la radio comercial, en particular las chisporroteantes '4th Vine Street' y 'Old lady'. Otros momentos atractivos son su versión de 'Queen of Denmark', el clásico del cantautor gay John Grant, o la excelente 'Take off your shoes', que empieza en un susurro y va cobrando fuerza con sus cálidos arreglos.

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