El arte del silencio
En tiempos de récords y premios individuales, Busquets simboliza como nadie el fútbol colectivo, sin ruido
Ramon Besa
Barcelona
27 DIC 2012 - 20:09 CET43
El diario L'Equipe eligió ayer a su once del 2012 y
no está Sergio Busquets. Tampoco es candidato al Balón de Oro. Aunque
alguna vez ha figurado en la selección ideal de un torneo, como en la
última Eurocopa, difícilmente opta a los premios individuales. Uno de
los pocos galardones con que ha sido distinguido es el Bravo 2009, año
en que fue señalado también como la mejor promesa de la Liga. Hoy, a los
24 años, el medio centro del FC Barcelona se ha consolidado como el
jugador de equipo por excelencia y, como tal, parece no tener sentido
por sí solo.
Que se sepa no hay ninguna peña barcelonista a su nombre. Ni su camiseta está entre las 10 más vendidas (a Jordi Alba le ha bastado un año para superarle en la tienda). Ya se sabe que no le interesan las redes sociales ni le gusta anunciarse sino que prefiere el anonimato. Invisible e intocable. Tiene contrato hasta 2015 y su cláusula es disuasoria: 150 millones. Los clubes ingleses han dejado de llamar a su agente, Josep Maria Orobitg. “¡Que no me toquen a Sergio¡”, le tiene dicho el presidente, Sandro Rosell.
Así es Sergio, como le nombran en las alineaciones, el jugador silencioso preferido de Del Bosque: “Me hubiera gustado ser Busquets”. Los técnicos coinciden en que “hace fácil lo difícil”, un arte en un mundo de vanidades, y que “siempre lleva el mapa del partido en la cabeza”, de manera que funciona en la cancha como la extensión del míster. Elige bien y rápido cuando interpreta el juego; permite que brillen sus mejores compañeros y corrige a los que están mal; y, además, combate al adversario.
Aceptado que no rivaliza con nadie y defiende hasta las últimas consecuencias a quienes juegan en su equipo, tampoco acepta competidores. Touré Yaya tuvo que irse a Manchester, Mascherano necesitó reciclarse como central y Song parece un futbolista insustancial en el Barcelona.
Tiene físico y carácter en un equipo virtuoso. La estrategia, las faltas tácticas y el juego que no se ve forman parte de su catálogo. Igual está para lo bueno que para lo malo. Nadie como Sergio defendía a los jóvenes de los aficionados y rivales en los campos de tierra de Tercera. Protegió a Guardiola cuando le menospreciaron en Copenhague. Acabó expulsado en Lisboa por reñir con los duros del Benfica. Y salió mal parado del Bernabéu. El Madrid le denunció por racismo después de llamar “mono” a Marcelo. Futbolista de barrio, nacido en Badía, se sabe la ley de la calle y sostiene que el código del fútbol se ciñe al campo. Altruista, no le interesa el ruido ni quiere ser famoso, ni en la derrota ni en la victoria, acostumbrado a defender su patrimonio sin padrinos. No forma parte de ninguna gran generación (formó con Bojan, Jeffren y Giovani) ni es un futbolista de academia porque no ingresó en el Barcelona hasta la edad juvenil.
Un empleado cualificado del club le define como un tipo de trato llano y sencillo. “Tiene la picaresca de quien se crió en la calle y la sagacidad para absorber el delicado fútbol azulgrana. No es un jugador de laboratorio, con las comodidades que significa, sino que sabe de la humildad y sacrificio. Es el medio centro perfecto del fútbol moderno creado por el medio centro por excelencia: Guardiola”, después de pasar por Milla, Koeman, Edmilson, Márquez.
“Juega pensando en los demás”, advirtió Guardiola. “Nunca necesita tres toques, capta los mensajes a la primera y sabe sobre las necesidades del equipo desde la discreción: intuye las dificultades y da con las soluciones. Un prodigio de sencillez y claridad”. “Es un jugador natural”, añaden desde la parcela técnica del club. “Debajo de una estructura convencional hay una enorme inteligencia táctica y una buena técnica para ejecutar el fútbol”. Y desde su entorno remachan: “Es muy familiar y profesional. Vive solo para el fútbol. No se lesiona”.
El entorno le ha dado seguridad. “Su padre [el portero Carlos Busquets] no fue de los que ganó más dinero, pero es de los que mejor supo administrarlo”, comentan personas cercanas al jugador. “Sergio tiene la vena de su padre, un tipo valiente, desacomplejado y justiciero a su manera, y la de su madre, muy bondadosa”.
Versátil, comprometido y competitivo, equilibra a su equipo y desequilibra al rival. “Mi puesto me pilla en medio del sistema”, cuenta. “El juego de posición exige orden y cuando hay orden se juega rápido”. Hoy, a los 24 años, es la misma persona que cuando debutó a los 20. Mantiene a sus amigos, así como los hábitos y costumbres, va de cañas por Badía, habla con Xavi camino del campo, acude al gimnasio para mejorar su coordinación y tutela a las jóvenes promesas del Barça. “Va para capitán”, coinciden en el Camp Nou. Y para entonces, puede que sea distinguido ya como el mejor.
Que se sepa no hay ninguna peña barcelonista a su nombre. Ni su camiseta está entre las 10 más vendidas (a Jordi Alba le ha bastado un año para superarle en la tienda). Ya se sabe que no le interesan las redes sociales ni le gusta anunciarse sino que prefiere el anonimato. Invisible e intocable. Tiene contrato hasta 2015 y su cláusula es disuasoria: 150 millones. Los clubes ingleses han dejado de llamar a su agente, Josep Maria Orobitg. “¡Que no me toquen a Sergio¡”, le tiene dicho el presidente, Sandro Rosell.
Así es Sergio, como le nombran en las alineaciones, el jugador silencioso preferido de Del Bosque: “Me hubiera gustado ser Busquets”. Los técnicos coinciden en que “hace fácil lo difícil”, un arte en un mundo de vanidades, y que “siempre lleva el mapa del partido en la cabeza”, de manera que funciona en la cancha como la extensión del míster. Elige bien y rápido cuando interpreta el juego; permite que brillen sus mejores compañeros y corrige a los que están mal; y, además, combate al adversario.
Aceptado que no rivaliza con nadie y defiende hasta las últimas consecuencias a quienes juegan en su equipo, tampoco acepta competidores. Touré Yaya tuvo que irse a Manchester, Mascherano necesitó reciclarse como central y Song parece un futbolista insustancial en el Barcelona.
Tiene físico y carácter en un equipo virtuoso. La estrategia, las faltas tácticas y el juego que no se ve forman parte de su catálogo. Igual está para lo bueno que para lo malo. Nadie como Sergio defendía a los jóvenes de los aficionados y rivales en los campos de tierra de Tercera. Protegió a Guardiola cuando le menospreciaron en Copenhague. Acabó expulsado en Lisboa por reñir con los duros del Benfica. Y salió mal parado del Bernabéu. El Madrid le denunció por racismo después de llamar “mono” a Marcelo. Futbolista de barrio, nacido en Badía, se sabe la ley de la calle y sostiene que el código del fútbol se ciñe al campo. Altruista, no le interesa el ruido ni quiere ser famoso, ni en la derrota ni en la victoria, acostumbrado a defender su patrimonio sin padrinos. No forma parte de ninguna gran generación (formó con Bojan, Jeffren y Giovani) ni es un futbolista de academia porque no ingresó en el Barcelona hasta la edad juvenil.
Un empleado cualificado del club le define como un tipo de trato llano y sencillo. “Tiene la picaresca de quien se crió en la calle y la sagacidad para absorber el delicado fútbol azulgrana. No es un jugador de laboratorio, con las comodidades que significa, sino que sabe de la humildad y sacrificio. Es el medio centro perfecto del fútbol moderno creado por el medio centro por excelencia: Guardiola”, después de pasar por Milla, Koeman, Edmilson, Márquez.
“Juega pensando en los demás”, advirtió Guardiola. “Nunca necesita tres toques, capta los mensajes a la primera y sabe sobre las necesidades del equipo desde la discreción: intuye las dificultades y da con las soluciones. Un prodigio de sencillez y claridad”. “Es un jugador natural”, añaden desde la parcela técnica del club. “Debajo de una estructura convencional hay una enorme inteligencia táctica y una buena técnica para ejecutar el fútbol”. Y desde su entorno remachan: “Es muy familiar y profesional. Vive solo para el fútbol. No se lesiona”.
El entorno le ha dado seguridad. “Su padre [el portero Carlos Busquets] no fue de los que ganó más dinero, pero es de los que mejor supo administrarlo”, comentan personas cercanas al jugador. “Sergio tiene la vena de su padre, un tipo valiente, desacomplejado y justiciero a su manera, y la de su madre, muy bondadosa”.
Versátil, comprometido y competitivo, equilibra a su equipo y desequilibra al rival. “Mi puesto me pilla en medio del sistema”, cuenta. “El juego de posición exige orden y cuando hay orden se juega rápido”. Hoy, a los 24 años, es la misma persona que cuando debutó a los 20. Mantiene a sus amigos, así como los hábitos y costumbres, va de cañas por Badía, habla con Xavi camino del campo, acude al gimnasio para mejorar su coordinación y tutela a las jóvenes promesas del Barça. “Va para capitán”, coinciden en el Camp Nou. Y para entonces, puede que sea distinguido ya como el mejor.
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