Angustia y depresión afectan más a las mujeres que a hombres: encuesta
La prevalencia en el segmento
femenino es una tendencia compartida por muchas sociedades, y para
entenderla, hay que analizar los datos desde una perspectiva que tome en
consideración el género, aseguró Teresa Ordorika, investigadora de la
UNAM.
Emir Olivares Alonso
Publicado: 30/12/2012 12:22
Publicado: 30/12/2012 12:22
México, DF. En México, padecimientos
como la angustia y la depresión, así como ciertos trastornos
alimenticios (anorexia y bulimia), afectan más a las mujeres que a
los hombres, indica la reciente Encuesta Nacional de Epidemiología
Psiquiátrica (ENEP) del Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de
la Fuente, avalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS),
que sitúa en ocho por ciento el número de casos de depresión entre
la población.
La prevalencia en el segmento femenino es una tendencia compartida por muchas sociedades, y para entenderla, hay que analizar los datos desde una perspectiva que tome en consideración el género, aseguró Teresa Ordorika Sacristán, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
De acuerdo con la investigadora, esas dolencias aparecen en momentos históricos precisos y en sociedades específicas; por tanto, no pueden ser explicadas únicamente por las características individuales, psicológicas o biológicas de quienes las presentan, sino con relación a contextos sociales.
“Es en la articulación de lo social y lo individual donde aparece el padecimiento; no sólo en lo individual. Hay grupos, como las mujeres, que presentan prevalencia a cierto tipo de problemas mentales como angustia, depresión y trastornos alimenticios; este fenómeno se observa más en ellas que en varones”, aclaró.
Hay varias explicaciones al respecto, apuntó. Si lo analizamos desde una sociología con perspectiva de género, podemos concluir que vivimos en un sistema patriarcal que asegura formas de opresión, violencia y dominación de las mujeres, que enferman, y una de esas consecuencias es la depresión.
“Experimentan violencia de distintos tipos: puede ser económica, psicológica, física, o todas; lo mismo en las relaciones de pareja, que de otro tipo, y esa condición se relaciona con la depresión”, reiteró.
Si se habla, por ejemplo, del abuso infantil –un tema poco tratado a fondo– son más niñas, y ello puede producir padecimientos mentales importantes”. En cuanto a los hombres, Ordorika señaló que están expuestos a otros tipos de violencia que los afectan de manera diferente.
Otro estudio de la OMS, con datos de 15 países, analiza la influencia de los roles de género en la salud mental. Ahí se muestra que en sociedades donde los roles femeninos son menos tradicionales decrece la brecha entre los sexos, en la categoría de depresión mayor en las generaciones jóvenes. Todo indica que, en efecto, si tienen más oportunidades de equidad social, su salud se fortalece.
Por otro lado, la cuestión no es simplista. A la persona deprimida se le dice ¡anímate!, como si todo se resolviera con voluntad. “En nuestro medio aún pensamos que es un problema de decisión. Si se está frente a una enfermedad física, hay claridad en cómo y dónde se trata, pero no ocurre así con una mental”.
Desde la perspectiva de la investigadora, las personas que padecen más depresión, ansiedad, trastornos alimenticios -además de violencia en el hogar o en pareja, y hasta feminicidio- son las mujeres. “El nuestro es un sistema patriarcal, una sociedad machista. Han habido avances importantes en algunos sectores, pero se viven relaciones que causan problemas mentales, como depresión, que tiende a crecer, o distimia, que afectan la calidad de vida de ellas”.
Para abundar en la argumentación sociológica, sugirió un cambio en el término padecimiento mental, por dolencia. “El primero se usa en sociología porque ayuda a comprender la influencia de lo social y de lo cultural en este tipo de manifestaciones, pero tiene una connotación pasiva. En cambio, dolencia permite entender que la enfermedad y su terapéutica no necesariamente son sólo del cuerpo, que esto no se resuelve nada más con medicamentos, y recoge el carácter reflexivo y activo de las personas”.
Asimismo, la socióloga cuestionó las terapias como método para mantener a las mujeres en situaciones que causan los cuadros depresivos. “Para ellas esto es terrible porque las adaptan a lidiar con las condiciones que enferman. Aquéllas deben ayudar a empoderarlas, a dotarlas de recursos materiales y simbólicos para trascender relaciones de opresión y, por supuesto, a salir”.
La alternativa, no obstante, se encuentra en una serie de medidas clínicas y sociales. En primera instancia, “por supuesto, el acceso a los servicios de salud con una visión de género más acorde, que no pretenda adaptar a las y los sujetos a las circunstancias. La medida debe ir acompañada de políticas públicas y de la búsqueda de la equidad en todos los terrenos. De no ser así, las terapias son paliativos.
Además, se requieren políticas públicas que contribuyan a generar equidad. Eso no va a acabar con las dolencias mentales, pero podría reducirlas de manera considerable”, concluyó Ordorika.
La prevalencia en el segmento femenino es una tendencia compartida por muchas sociedades, y para entenderla, hay que analizar los datos desde una perspectiva que tome en consideración el género, aseguró Teresa Ordorika Sacristán, investigadora del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM.
De acuerdo con la investigadora, esas dolencias aparecen en momentos históricos precisos y en sociedades específicas; por tanto, no pueden ser explicadas únicamente por las características individuales, psicológicas o biológicas de quienes las presentan, sino con relación a contextos sociales.
“Es en la articulación de lo social y lo individual donde aparece el padecimiento; no sólo en lo individual. Hay grupos, como las mujeres, que presentan prevalencia a cierto tipo de problemas mentales como angustia, depresión y trastornos alimenticios; este fenómeno se observa más en ellas que en varones”, aclaró.
Hay varias explicaciones al respecto, apuntó. Si lo analizamos desde una sociología con perspectiva de género, podemos concluir que vivimos en un sistema patriarcal que asegura formas de opresión, violencia y dominación de las mujeres, que enferman, y una de esas consecuencias es la depresión.
“Experimentan violencia de distintos tipos: puede ser económica, psicológica, física, o todas; lo mismo en las relaciones de pareja, que de otro tipo, y esa condición se relaciona con la depresión”, reiteró.
Si se habla, por ejemplo, del abuso infantil –un tema poco tratado a fondo– son más niñas, y ello puede producir padecimientos mentales importantes”. En cuanto a los hombres, Ordorika señaló que están expuestos a otros tipos de violencia que los afectan de manera diferente.
Otro estudio de la OMS, con datos de 15 países, analiza la influencia de los roles de género en la salud mental. Ahí se muestra que en sociedades donde los roles femeninos son menos tradicionales decrece la brecha entre los sexos, en la categoría de depresión mayor en las generaciones jóvenes. Todo indica que, en efecto, si tienen más oportunidades de equidad social, su salud se fortalece.
Por otro lado, la cuestión no es simplista. A la persona deprimida se le dice ¡anímate!, como si todo se resolviera con voluntad. “En nuestro medio aún pensamos que es un problema de decisión. Si se está frente a una enfermedad física, hay claridad en cómo y dónde se trata, pero no ocurre así con una mental”.
Desde la perspectiva de la investigadora, las personas que padecen más depresión, ansiedad, trastornos alimenticios -además de violencia en el hogar o en pareja, y hasta feminicidio- son las mujeres. “El nuestro es un sistema patriarcal, una sociedad machista. Han habido avances importantes en algunos sectores, pero se viven relaciones que causan problemas mentales, como depresión, que tiende a crecer, o distimia, que afectan la calidad de vida de ellas”.
Para abundar en la argumentación sociológica, sugirió un cambio en el término padecimiento mental, por dolencia. “El primero se usa en sociología porque ayuda a comprender la influencia de lo social y de lo cultural en este tipo de manifestaciones, pero tiene una connotación pasiva. En cambio, dolencia permite entender que la enfermedad y su terapéutica no necesariamente son sólo del cuerpo, que esto no se resuelve nada más con medicamentos, y recoge el carácter reflexivo y activo de las personas”.
Asimismo, la socióloga cuestionó las terapias como método para mantener a las mujeres en situaciones que causan los cuadros depresivos. “Para ellas esto es terrible porque las adaptan a lidiar con las condiciones que enferman. Aquéllas deben ayudar a empoderarlas, a dotarlas de recursos materiales y simbólicos para trascender relaciones de opresión y, por supuesto, a salir”.
La alternativa, no obstante, se encuentra en una serie de medidas clínicas y sociales. En primera instancia, “por supuesto, el acceso a los servicios de salud con una visión de género más acorde, que no pretenda adaptar a las y los sujetos a las circunstancias. La medida debe ir acompañada de políticas públicas y de la búsqueda de la equidad en todos los terrenos. De no ser así, las terapias son paliativos.
Además, se requieren políticas públicas que contribuyan a generar equidad. Eso no va a acabar con las dolencias mentales, pero podría reducirlas de manera considerable”, concluyó Ordorika.
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