Merkel no tiene rival
La canciller alemana es el gran (y único) activo de los democristianos en los comicios de 2013 La CDU lidera los sondeos, pese a su desgaste en las ciudades
La marcha triunfal de Angela Merkel en su séptima elección como jefa de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) a principios de este mes tuvo su memento mori político: poco antes de que los democristianos la confirmaran como presidenta del partido con el 98% de los votos,
Merkel supo que acababan de perder la alcaldía de Karlsruhe. En medio
de la apoteosis de Merkel del 3 de diciembre, perder la vigésimo primera
ciudad alemana en número de habitantes parecía poca cosa para un partido que prepara el año electoral 2013
como un paseo presidencial de la jefa del Gobierno. Su gran popularidad
y su liderazgo indiscutido deparan a la formación excelentes resultados
en los muestreos de intención de voto. La CDU, esto quedó bien claro en
el Congreso de Hannover, es Merkel. Pero el partido apenas tiene otra
cosa que ofrecer y está perdiendo en todos los demás frentes, sobre todo
en el urbano: de las 21 mayores ciudades alemanas, los democristianos
solo tienen las alcaldías de Düsseldorf, Dresde y Wuppertal.
La CDU no solo ha vuelto a perder viejos feudos del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como Hamburgo, Duisburgo o el land Renania del Norte-Westfalia —regidos hoy por el SPD tras paréntesis de algunos años—, sino que también se baten en retirada en sus propios bastiones.
Seis semanas antes de que el SPD ganara en Karlsruhe por primera vez en más de cuarenta años, la CDU había sido derrotada en Stuttgart. Quedarse sin la capital política e industrial de Baden-Württemberg, el corazón del próspero suroeste alemán, son palabras mayores. El propio land fue un enclave estratégico de la CDU durante más de seis décadas, pero desde 2011 gobiernan Los Verdes de Winfried Kretschmann. A cinco minutos de los jardines palaciegos donde se levanta el landtag (Parlamento regional), la torre oblonga del Consistorio pasará en enero a manos al veterano político ecologista Fritz Kuhn. La pérdida del Parlamento y de la alcaldía en Stuttgart ilustra el doble declive de la CDU en los länder y en las capitales.
El politólogo Gerd Langguth, exdirigente democristiano y célebre biógrafo de Merkel, cree que la canciller “no puede dormir del todo tranquila, pero sí más tranquila que otros”. La canciller sigue rigiendo su partido con mano de hierro y lo demostró con ese 98% “digno de la República Democrática Alemana o de la Bulgaria socialista”. Los democristianos no cuestionan a Merkel, porque se prometen una nueva victoria en 2013 y “no ven ninguna necesidad de sucesión”, prosigue Langguth. Pero de un tiempo a esta parte no tienen nada más que ofrecer que “Merkel, Merkel y Merkel”.
La canciller ha dado la vuelta a la relación entre la CDU y sus votantes: si en la época de Helmut Kohl se votaba a la CDU a pesar de su poco atractivo jefe, la impresión actual es justo la contraria. No hay que olvidar, señala Langguth, “que hoy la mayoría social alemana está a la izquierda del centro”.
El conjunto de la CDU no se ha acabado de impregnar de la socialdemocratización emprendida por Merkel desde que estuvo a punto de perder las elecciones de 2005 con un programa mucho más liberal que sus políticas. En las ciudades, la Unión Demócrata Cristiana es vista “como demasiado conservadora incluso por los burgueses acomodados”. Cuanto más cercana, más derechista parece.
Es llamativo el imparable avance ciudadano y burgués de Los Verdes, que, según ironiza Langguth, “es un partido que hay que poder permitirse”. Sus políticas medioambientales y sociales son más caras que la alternativa que ofrecen los liberales del Partido Democrático Alemán (FDP) o la CDU, pero los burgueses de Stuttgart o Karlsruhe, antes viveros conservadores en una de las regiones más ricas y tecnológicamente avanzadas de Alemania, votan a Los Verdes como el que se da una suerte de lujo.
Las primeras voces de alarma democristiana ante esta evolución se dieron hace un año y medio, cuando la propia Merkel declaró que “la gran ciudad es un tema” importante para el partido. La politóloga Viola Neu, de la fundación democristiana Konrad Adenauer, aclaraba en la revista mensual Cicero que “desde 1946, la CDU tiene sus feudos en las regiones rurales”. Las estructuras sociales cambian con rapidez en grandes ciudades como Berlín, “que son un hueso muy duro de roer” para el partido. Lo paradójico es que este desarrollo no afecte a la propia canciller tampoco en las ciudades. Sigue siendo la líder más popular y supera el 40% en intención de voto al frente de las listas democristianas.
Los militantes buscan soluciones. Por un lado están los que quieren atacar a la izquierda en su propio terreno: en Hannover, un grupo de 13 parlamentarios de la CDU ha presentado una propuesta para equiparar a efectos fiscales las uniones civiles entre personas del mismo sexo con los matrimonios tradicionales. Para contento de una Merkel muy necesitada de tarjetas de presentación antes sus críticos conservadores, no prosperó. Por otro lado, muchos democristianos lamentan la pérdida de casi todos los valores derechistas en el partido. Pero la CDU sigue siendo una formación gubernamental, que hace piña con sus líderes con más eficiencia que sus rivales del Partido Socialdemócrata, una formación mucho más ideologizada.
La CDU no solo ha vuelto a perder viejos feudos del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) como Hamburgo, Duisburgo o el land Renania del Norte-Westfalia —regidos hoy por el SPD tras paréntesis de algunos años—, sino que también se baten en retirada en sus propios bastiones.
Seis semanas antes de que el SPD ganara en Karlsruhe por primera vez en más de cuarenta años, la CDU había sido derrotada en Stuttgart. Quedarse sin la capital política e industrial de Baden-Württemberg, el corazón del próspero suroeste alemán, son palabras mayores. El propio land fue un enclave estratégico de la CDU durante más de seis décadas, pero desde 2011 gobiernan Los Verdes de Winfried Kretschmann. A cinco minutos de los jardines palaciegos donde se levanta el landtag (Parlamento regional), la torre oblonga del Consistorio pasará en enero a manos al veterano político ecologista Fritz Kuhn. La pérdida del Parlamento y de la alcaldía en Stuttgart ilustra el doble declive de la CDU en los länder y en las capitales.
El politólogo Gerd Langguth, exdirigente democristiano y célebre biógrafo de Merkel, cree que la canciller “no puede dormir del todo tranquila, pero sí más tranquila que otros”. La canciller sigue rigiendo su partido con mano de hierro y lo demostró con ese 98% “digno de la República Democrática Alemana o de la Bulgaria socialista”. Los democristianos no cuestionan a Merkel, porque se prometen una nueva victoria en 2013 y “no ven ninguna necesidad de sucesión”, prosigue Langguth. Pero de un tiempo a esta parte no tienen nada más que ofrecer que “Merkel, Merkel y Merkel”.
La canciller ha dado la vuelta a la relación entre la CDU y sus votantes: si en la época de Helmut Kohl se votaba a la CDU a pesar de su poco atractivo jefe, la impresión actual es justo la contraria. No hay que olvidar, señala Langguth, “que hoy la mayoría social alemana está a la izquierda del centro”.
El conjunto de la CDU no se ha acabado de impregnar de la socialdemocratización emprendida por Merkel desde que estuvo a punto de perder las elecciones de 2005 con un programa mucho más liberal que sus políticas. En las ciudades, la Unión Demócrata Cristiana es vista “como demasiado conservadora incluso por los burgueses acomodados”. Cuanto más cercana, más derechista parece.
Es llamativo el imparable avance ciudadano y burgués de Los Verdes, que, según ironiza Langguth, “es un partido que hay que poder permitirse”. Sus políticas medioambientales y sociales son más caras que la alternativa que ofrecen los liberales del Partido Democrático Alemán (FDP) o la CDU, pero los burgueses de Stuttgart o Karlsruhe, antes viveros conservadores en una de las regiones más ricas y tecnológicamente avanzadas de Alemania, votan a Los Verdes como el que se da una suerte de lujo.
Las primeras voces de alarma democristiana ante esta evolución se dieron hace un año y medio, cuando la propia Merkel declaró que “la gran ciudad es un tema” importante para el partido. La politóloga Viola Neu, de la fundación democristiana Konrad Adenauer, aclaraba en la revista mensual Cicero que “desde 1946, la CDU tiene sus feudos en las regiones rurales”. Las estructuras sociales cambian con rapidez en grandes ciudades como Berlín, “que son un hueso muy duro de roer” para el partido. Lo paradójico es que este desarrollo no afecte a la propia canciller tampoco en las ciudades. Sigue siendo la líder más popular y supera el 40% en intención de voto al frente de las listas democristianas.
Los militantes buscan soluciones. Por un lado están los que quieren atacar a la izquierda en su propio terreno: en Hannover, un grupo de 13 parlamentarios de la CDU ha presentado una propuesta para equiparar a efectos fiscales las uniones civiles entre personas del mismo sexo con los matrimonios tradicionales. Para contento de una Merkel muy necesitada de tarjetas de presentación antes sus críticos conservadores, no prosperó. Por otro lado, muchos democristianos lamentan la pérdida de casi todos los valores derechistas en el partido. Pero la CDU sigue siendo una formación gubernamental, que hace piña con sus líderes con más eficiencia que sus rivales del Partido Socialdemócrata, una formación mucho más ideologizada.
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