El nuevo Gobierno japonés se desmarca del apagón nuclear pese a Fukushima
Tokio afronta su peor déficit comercial desde 1980 por la factura energética
Shinzo Abe ha llegado al Ejecutivo prometiendo la recuperación
AFP /
Rafael Méndez
Tokio
/
Madrid
27 DIC 2012 - 20:57 CET11
El nuevo Gobierno japonés, del conservador Partido Liberal
Democrático, salido de las urnas el pasado 16 de diciembre con una
aplastante mayoría, ha anunciado nada más tomar posesión que revisará el
apagón atómico dictado por el anterior Ejecutivo. A pesar de los
recelos de la población debido a la catástrofe de Fukushima, el nuevo
ministro de Energía, Toshimitsu Motegi, declaró ayer que habrá que
conectar a la red los reactores atómicos que reciban el visto bueno del
regulador nuclear y que revisará el objetivo de que el país quede libre
de las nucleares en los años treinta.
Japón se debate en el tema nuclear entre el miedo de la población y lo tozudo de las cifras. Antes de la catástrofe de Fukushima, en marzo de 2011, la nuclear proporcionaba el 30% de la electricidad del país gracias a 58 reactores. Tokio pretendía ampliarlo al 40% en 2030 gracias a un plan de construcción de plantas atómicas. Hitachi y Mitsubishi son empresas punteras en su sector que no solo aspiraban a construir en Japón sino a exportar tecnología. Hasta que Fukushima aguó el “renacer nuclear”.
Japón descubrió entonces que la mitad de los reactores del país estaban dañados por el tsunami de la costa Este o en zona de alto riesgo sísmico, y fueron desconectados de emergencia. Durante meses, cada vez que uno de los reactores sanos entraba en parada para una recarga de combustible, quedaba fuera de servicio por precaución. El resultado es que de los 58 rectores solo hay dos funcionando.
Aunque el anterior Gobierno, del progresista Partido Democrático de Japón, de Yoshihiko Noda, apostó por las renovables con una ambiciosa política de primas a la solar para distribuir la producción de electricidad entre los hogares, a corto plazo el país ha sustituido la producción nuclear con gas y carbón importado. Japón no tiene recursos naturales ni posibilidad de interconexión eléctrica con otro país, así que los buques con gas licuado y carbón de medio mundo han virado hacia allá.
El impacto en la economía ha sido tremendo. En 2012, Japón encara un déficit comercial récord. Según el diario The Asahi Shimbun, en los 11 primeros meses del año, el déficit de la balanza comercial del país ha sido el equivalente a 53.000 millones de euros, y ya duplica con creces el peor año de la serie, 1980. El año pasado fue el primero con más importaciones que exportaciones en 30 años.
El nuevo primer ministro, Shinzo Abe, ha llegado al puesto prometiendo la recuperación económica y su recién nombrado Gabinete ya señala a la energía nuclear. “Tenemos que reconsiderar la política de la anterior Administración que buscaba acabar con la energía nuclear en la década de los treinta”, dijo ayer Motegi.
Aunque la decisión está clara, no se vislumbra cuándo comenzarán a conectarse las centrales a la red. “Los reactores no arrancarán hasta que su seguridad no esté verificada por la autoridad reguladora independiente”, añadió Motegi. “Sin embargo, cuando se declare que un reactor es seguro, el Gobierno lo tendrá en cuenta y decidirá conectarlo asumiendo su responsabilidad”.
Hasta ahora, el rechazo de las prefecturas locales a la puesta en marcha de algún reactor ha frenado su conexión. Lo apuntado por Motegi supondría un cambio al asumir Tokio la decisión.
La creación de un regulador verdaderamente libre de las presiones de la industria y del Gobierno fue una de las lecciones de Fukushima, cuyo accidente reveló años de connivencia entre el Ministerio pronuclear, las eléctricas y el supervisor.
Fukushima no solo marca, casi dos años después, la agenda política, económica y comercial de Japón, sino que influye en la vida diaria. El Ministerio de Educación ha descubierto que ha aumentado la obesidad en los niños de la prefectura de Fukushima, y lo relaciona con la ausencia de ejercicio al aire libre, según el diario The Japan Times. En la región aún quedan 71 escuelas en las que, debido a la posibilidad de contaminación radiactiva, los niños no pueden salir al patio. Muchos padres han restringido las actividades al aire libre por miedo a la radiación.
Japón se debate en el tema nuclear entre el miedo de la población y lo tozudo de las cifras. Antes de la catástrofe de Fukushima, en marzo de 2011, la nuclear proporcionaba el 30% de la electricidad del país gracias a 58 reactores. Tokio pretendía ampliarlo al 40% en 2030 gracias a un plan de construcción de plantas atómicas. Hitachi y Mitsubishi son empresas punteras en su sector que no solo aspiraban a construir en Japón sino a exportar tecnología. Hasta que Fukushima aguó el “renacer nuclear”.
Japón descubrió entonces que la mitad de los reactores del país estaban dañados por el tsunami de la costa Este o en zona de alto riesgo sísmico, y fueron desconectados de emergencia. Durante meses, cada vez que uno de los reactores sanos entraba en parada para una recarga de combustible, quedaba fuera de servicio por precaución. El resultado es que de los 58 rectores solo hay dos funcionando.
Aunque el anterior Gobierno, del progresista Partido Democrático de Japón, de Yoshihiko Noda, apostó por las renovables con una ambiciosa política de primas a la solar para distribuir la producción de electricidad entre los hogares, a corto plazo el país ha sustituido la producción nuclear con gas y carbón importado. Japón no tiene recursos naturales ni posibilidad de interconexión eléctrica con otro país, así que los buques con gas licuado y carbón de medio mundo han virado hacia allá.
El impacto en la economía ha sido tremendo. En 2012, Japón encara un déficit comercial récord. Según el diario The Asahi Shimbun, en los 11 primeros meses del año, el déficit de la balanza comercial del país ha sido el equivalente a 53.000 millones de euros, y ya duplica con creces el peor año de la serie, 1980. El año pasado fue el primero con más importaciones que exportaciones en 30 años.
El nuevo primer ministro, Shinzo Abe, ha llegado al puesto prometiendo la recuperación económica y su recién nombrado Gabinete ya señala a la energía nuclear. “Tenemos que reconsiderar la política de la anterior Administración que buscaba acabar con la energía nuclear en la década de los treinta”, dijo ayer Motegi.
Aunque la decisión está clara, no se vislumbra cuándo comenzarán a conectarse las centrales a la red. “Los reactores no arrancarán hasta que su seguridad no esté verificada por la autoridad reguladora independiente”, añadió Motegi. “Sin embargo, cuando se declare que un reactor es seguro, el Gobierno lo tendrá en cuenta y decidirá conectarlo asumiendo su responsabilidad”.
Hasta ahora, el rechazo de las prefecturas locales a la puesta en marcha de algún reactor ha frenado su conexión. Lo apuntado por Motegi supondría un cambio al asumir Tokio la decisión.
La creación de un regulador verdaderamente libre de las presiones de la industria y del Gobierno fue una de las lecciones de Fukushima, cuyo accidente reveló años de connivencia entre el Ministerio pronuclear, las eléctricas y el supervisor.
Fukushima no solo marca, casi dos años después, la agenda política, económica y comercial de Japón, sino que influye en la vida diaria. El Ministerio de Educación ha descubierto que ha aumentado la obesidad en los niños de la prefectura de Fukushima, y lo relaciona con la ausencia de ejercicio al aire libre, según el diario The Japan Times. En la región aún quedan 71 escuelas en las que, debido a la posibilidad de contaminación radiactiva, los niños no pueden salir al patio. Muchos padres han restringido las actividades al aire libre por miedo a la radiación.
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