El año perdido entre Berlusconi y Monti
Rossana Rossanda *
Ha bastado que Silvio
Berlusconi reapareciese en las pantallas, con el rostro mal estirado
hacia arriba –hay límites, sólo sean los de la edad, para recomponerse
las facciones–, para que Italia corriese a refugiarse bajo el ala de
Mario Monti. O uno u otro, tertium non datur. No son la misma cosa, como sugiere Alberto Burgio, aunque el rumbo que indican es siempre
Estamos perdiendo demasiado tiempo. Tertium non datur,
porque no existe una izquierda suficientemente fuerte para dotarse de
una política convincente y distinta de la austeridad. Sin embargo, no
significa caer de la sartén del caballero de industria a las brasas del
neoliberal de una pieza. Son ya tantas las voces de los expertos que lo
advierten: por este camino la Europa del sur está cayendo en un agujero
cada vez más profundo, en una crisis de sociedad cada vez menos
transitable. Por mucho que se royera bien el gasto público, aun con más
energía y equidad que Monti, hasta que no se produzca un giro en la
economía, el empobrecimiento de 90 por ciento de la gente continuará
hasta límites insostenibles. Ya lo son: el porcentaje de parados en el
continente, más del doble en el caso de los jóvenes en busca de empleo,
pesa como una losa. En torno a los 4 millones declarados en Francia y
más que presuntos en Italia, con al menos otro tanto de precarios y
trabajo en negro, sobre todo de mujeres y extranjeros, y la mitad de la
fuerza de trabajo que vacila o se encuentra ya bajo el umbral de
pobreza. La esponjosidad de la Italia de los años 70 y 80 ya no existe,
la diferencia entre rentas del trabajo y del patrimonio, mobiliario o
inmobiliario, que revolotea en los mercados mundiales, se ha invertido
en favor de los segundos, y no hay rastro de la lucecita que Monti decía
adivinar al final del túnel. Los indicios de crecimiento de Europa, ya
muy bajos, no aciertan más que a disminuir y hasta el Fondo Monetario
Internacional advierte: atención, si no crecéis vais camino del abismo.todo a la derecha, pero desde hace tiempo los italianos parecen desacostumbrados a pensar que la distinción entre izquierda y derecha tenga sentido. Hoy no habría más que
eserumbo, indicado por el predominio del finanzcapitalismo, como lo llama Luciano Gallino, muy púdicamente corregido en la reciente cumbre europea... pero el guiño a los evasores fiscales, la primacía de los intereses privados como método de gobierno y vida, alguna broma antieuropea y falsamente popular –“Spread? (la prima de riesgo) ¿Esa quién era?”–, un cierto plebeyismo considerado ingenioso se reconocen en Berlusconi, lo mismo que en Grillo y similares. No yerran del todo fuera al vernos como una perpetua comedia del arte, Polichinela y Arlequín triunfan sobre la estupidez de los demás. Y esa mitad de la gente que no prefiere la astucia se vuelve a una figura que parece más frecuentable por costumbres y decencia.
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