Después de vivir varios años en la ciudad de México y muy pocos años en la colonial Querétaro, mis regulares baños de sol matutinos se fueron espaciando cada vez más, debido sobre todo a la contaminación que impide que los rayos solares lleguen a mi cuerpo.
Yo funciono con una pila solar en el cuerpo, debo recargarla todos los días, al menos durante 10 minutos por la mañana, que es el mejor sol del día.
Ahora que estoy residiendo en la ciudad de Guatemala, me han impresionado los cielos azules y claros, sin nubes; esto ocurre en cualquier punto geográfico del país.
Debo confesar que me engolociné con el sol radiante de Guatemal y abuse de él, al grado que ahora sufro las consecuencias de una quemada de no sé qué grado pero muy intensa en la cara y en el cuello.
Con el baño cotidiano se despelleja fácilmente mi tez y mi cuello, pero en general tengo una piel de lagarto, corrugada y áspera.
Ayer me fui a visitar el Lago de Amatitlán, en búsqueda de unas famosas aguas termales, que existen desde que yo era niño y el sitio también, se llama ROCARENA, ahí me hospedé una noche y aproveché las aguas hirvientes que vienen directamente del volcán de PACAYA, que se encuentra muy activo arrojando humo y ceniza constantemente. El volcán queda a no más de 30 kilómetros de Amatitlán y eso provoca que haya fuentes de aguas termales en las cercanías.
No es necesario insistir en que las aguas del lago de Amatitlán (no confundir con el otro lago de Atitlán, que también está muy contaminado) se encuentran saturadas de desechos tóxicos provenientes de la industriosa localidad de Amatitlán y de los cientos de chalets que rodean el pequeño lago, que arrojan sus aguas negras al lago desde hace más de 50 años, además de las aguas negras de la población en general.
Al ir a gozar de las aguas termales a Amatitlán, me impidió disfrutar de un paseo por el lago y sus alrededores, ya que me quedé recluído en el hotel los dos días, me sentía como romano en las termas de la Roma Imperial.
La inmersión en dichas aguas termales por tantas horas, produjo un desprendimiento de la piel quemada de mi cara y cuello, pero en una especie de cambio de piel de las serpientes, iba dejando los rastros de los pellejos en la tina.
Hoy me siento renovado, más joven, con una nueva piel.
Desde que me planteé cuidarme de la salud física y emocional, con conciencia, siento que mi espíritu es más ligero y libre. Es una simple sensación pero muy agradable, obviamente que en parte este bienestar se debe a que me he negado a tomar medicamentos en los últimos tres meses, para poder desintoxicarme de tantos químicos que tuve que tomar a lo largo de todo el 2009.
Ahora cuando calienta el Sol en Guatemala, me protejo con un sombrero de palma la cara, ya que los rayos ultravioleta son muy fuertes.
Pero sigo siendo un ser solar. Todos los días lo saludo al amanecer y le doy gracias por darme tanta energía vital.
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