martes, 19 de enero de 2010

Haití, la herida de todos.

El escenario de Puerto Principe, irónico nombre de su capital, es dantesco. Nunca en la era posmoderna los medios de comunicación de todo el mundo se habían dado cita en un sitio devastado por la naturaleza. Ni los tsunamis, ni otros terremotos en otros puntos de la geografía mundial, habían provocado este fenómeno mediático de reunir a miles de periodistas provenientes de todo el planeta.

Todo lo que nos trasmite, sobre todo, la televisión es en tiempo real, al instante mismo en que están sucediendo las cosas en Haití. Y, como siempre sucede, la batalla entre las televisoras es ver quien ofrece las escenas más deprimentes y sangrientas, los cuerpos putrefactos tirados en las calles, la rapiña, la corrupción, la falta de instituciones nacionales al frente de la tragedia.

!!Qué edificante lección de barbarie nos han dado los haitianos¡¡

Los psicoanalistas sabemos muy bien que la perversión entre los seres humanos es una conducta reprimida socialmente, pero una vez que esos amarres culturales se aflojan o se pierden, los seres humanos nos muestran una gama infinita de perversiones, ante la desesperación, el hambre, la sed, y la pérdida de la familia, son capaces de todo.

En ese enorme teatro de la barbarie en su máxima expresión veremos hasta la saciedad la crueldad y la idiferencia de los seres humanos ante sus semejantes; se matarán por una botella de agua o un trozo de carne.

Francia que debería ser la nación más comprometida con su ex-colonia, es la que menos ayuda brinda por ahora a esos seres hablantes de francés, pero desarrapados y desnutridos de siempre.

Lo que hay que entender es que los Estados Unidos, se harán cargo de todo en Haití: seguraridad, gobierno, asistencia médica, asistencia alimentaria, etcétera, etcétera. Es la nación más poderosa de la tierra y seguramente con grandes intereses en la antigua Isla de La Española. También de la tragedia se pueden extraer grandes beneficios, eso lo veremos más adelante con todo detalle.

Esta tragedia se equipara con la pornografía, no solo en su aspecto obsceno que es mostrar la muerte en esa escala descomunal y revolotear como zopilotes encima de los cadáveres, como lo hacen todos los reporteros que se encuentran allá; sino que también por su repetición aburrida, no hay más que enseñar, toda la pobredumbre humana ya se exhibió hasta la saciedad. ¿Qué más sigue?

El espectador está hastiado de esas imágenes nauseabundas, sin embargo el enorme morbo de los seres humanos lo vuelve a instalar noche a noche frente al televisor, para esperar ¿qué?

La "ayuda humanitaria" que fluye es la de los pobres que entienden la magnitud de la tragedia, pero la responsabilidad mayor es d elas naciones más ricas del mundo que como siempre se hacen ojos de hormiga y prefieren ignorar lo sucedido.

La herida de Haití nos duele a todos.

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