viernes, 29 de enero de 2010

Gomorra (sin Sodoma).

La corrupción y el crimen organizado son dos cosas que tienen carácter mundial, ningún país se puede vanagloriar de ocupar el primer lugar, porque seguramente sobornó a la institución que califica a las naciones según su grado de deterioro de los valores éticos.

Ciertamente hay niveles y grados de corrupción, siendo los países más destacados en ese campo: Japón, Rusia, Nigeria e Italia.

Si se quiere conocer los entretelones de las redes y mafias italianas, hay que leer el libro de Roberto Saviano, autor del estupendo texto Gomorra. Quita el aliento descubrir las catacumbas podridas de los grandes negocios de la ropa de marca.

Es incontenible la ola de producción de artículos piratas que circulan por todo el mundo, las redes sociales que sostienen este amplio negocio se localizan en casi todos los países europeos. Los trabajadores enganchados en la maquila de la ropa fina son esclavos modernos en pleno siglo XXI, son sobre todo asiáticos, que circulan como mercancías baratas también.

La Camorra napolitana, el sistema, como se le conoce en los bajos mundos del hampa internacional, es una organización empresarial altamente eficaz, con ramificaciones a nivel planetario. El sistema posee un Banco invisible que maneja millones de Euros y Dólares, para financiar la producción de lo que sea rentable para el mercado en toda época.

La Camorra se ocupa de diversos negocios: desde la industria textil, el reciclaje de residuos tóxicos y no, pasando por el narcotráfico y la especulación urbana con los terrenos y edificaciones.

Lo que más me impresionó de esta gama de negocios, es el tráfico de cadáveres de chinos que vivían en Italia y que al morir pagaron un boleto de barco para regresar a ser enterrados en su país. Vuelven en contenedores refrigerados, esos miles de chinos que fueron exprimidos hasta la saciedad, regresan refrigerados a su país con una etiqueta pegada al cuerpo con su nombre y el destino de su ciudad o aldea correspondiente.

No hay que perder la capacidad de asombro, nunca. Cómo si se pudiera hacerlo viviendo en este siglo, el siglo de la globalización y la posmodernidad.

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