viernes, 15 de enero de 2010

El deseo de un hijo.

En el siglo pasado había una regla infalible: amor, matrimonio y bebé, así de simple aparecía todo para la pareja que iniciaba una relación matrimonial. Que dos individuos que se quieren se casen ya no está tan claro. Y para aquellos que deciden casarse, el deseo de tener hijos ya no es la cosa más natural del mundo.

¿Estamos viviendo dentro de una sociedad que no quiere a los niños? El asunto es que las tasas de natalidad en todo el mundo han ido descendiendo abruptamente.

En los siglos anteriores se necesitaba a los hijos primeramente por razones económicas: como fuerza de trabajo en casa y en el campo, como seguro de vejez para los padres, como herederos de los bienes y de los apellidos.

A finales del siglo XX, el matrimonio y la paternidad ya no estaban viculados de manera natural como antes. en parte tiene que ver con los cambios económicos: cuando, con la industrialización, la familia en tanto que comunidad económica tiende a diluirse, las ventajas económicas de tener hijos también se van diluyendo y, por el contrario, empezaban a ser ungasto oneroso. Puesto que el coste de un hijo ha subido vertiginosamente, mucho más que los ingresos, la inflación o el costo de la vida en general.

Las mujeres y los hombres de hoy deciden tener hijos, pero no esperando obtener ventajas económicas. Más bien predominan otros motivos, que remiten a las necesidades emocionales de los padres: a finales del siglo XX, los hijos tenían sobre todo una función de benficio psicológico.

Como recompensa queda en principio sólo el valor emocional que tienen los hijos: la importante sensación de tener una responsabilidd, de ser competente, de ser emocionalmente necesario, y, sobre todo, de verse a uno mismo realizado en la próxima generación así como "representado" en tanto que ser humano.

¿C+omo se expresa ese beneficio psicológico? Por ejemplo, la esperanza de que el hijo salve el matrimonio o que alcance el ascenso profesional que a los padres se les negó. Con el hecho de tener hijos se relaciona el deseo de un sentido y un arraigo, y al mismo tiempo una "exigencia de felicidad que apunta al placer de tener una relación.

el deseo de tener hijos es un deseo que se refiere a uno mismo, al presente: los padres, hoy quieren recibir algo de dar a luz, de la tranqwuilidad de la educación, de las preocupaciones de los niños, el deseo de autorrealización a través de sus propios hijos.

en el trato conel hijo, las mujeres quieren recobrar capacidades y expresar necesidades que la civilización técnica-científica niega a sus individuos: paciencia, serenidad, protección y sensibilidad, cariño, sinceridad y compañía. A través de la maternidad buscan también un contrapeso al mundo del trabajo, donde domina la razón instrumental y los sentimientos más bien se perciben como un estorbo. El vínculo con el hijo se opone a todo lo que se exige diariamente , a cualquier racionalidad en sentido directo.

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