Lo característico de los procesos de modernización es precisamente que las biografías normales de hombres y mujeres toman al principio rumbos bien diferentes. El contexto de la vida de la mujer no se amplía en el siglo XIX, sino más bien al contrario: se estrecha el espacio interior de lo privado.
Además del cuidado físico de los miembros de la familia, se le exige, como una nueva tarea especial femenina, el cuidado psíquico: la comprensión del hombre y de sus preocupaciones, buscar el equilibrio en situaciones de tensión familiar; en pocas palabras, se le pide a la mujer todo lo que actualmente se denomina "trabajo sentimental".
En la medida que el hombre tiene que enfrentar el mundo exterior hostil, la mujer tiene que mantenerse "llena, pura y hermosa", para conservar la existencia tranquila de todos. En medio de un mundo cada vez más racional, la mujer debe crear para el hombre un oasis de paz.
Veamos dos pensamientos del siglo XIX:
" Lo que más nos atrae de las mujeres es justamente el calor de sus sentimientos, la ingenuidad y su frescor que les da ventaja frente a los hombres gastados demasiado pronto por el trabajo y madurados prematuramente.
La degradación de la mujer está en la independencia y en el comportamiento masculino; sumayor honor se encuentra en la feminidad ingenua y eso significa someterse sin preocupaciones, conformarse, no querer nada diferente, ni nada más que lo que debe querer... El hombre ha sido creado antes que la mujer y para la independencia; la mujer le ha sido dada en compañía y para su deleite".
Cuanto más se le exige al hombre la AUTOAFIRMACIÓN fuera de la casa, más se le pide a la mujer que dentro de la casa se AUTOCONFORME.
Así la mujer estaba obligada a llevar el apellido del marido, a compartir la nacionalidad, a convivir con él, a regular sus contactos sociales, según las disposiciones de él. El marido tenía pleno derecho a revisar la correspondencia de ella, a determinar sus gastos y las líneas generales de cómo llevar una casa, e incluso el marido tenía derecho a disponer de los bienes de la mujer.
Lo nuevo es que la mujer accede a la individualización de su currículum, el desprendimiento de la mujer de la vinculación a la familia, un proceso que se inicia despacio desde el siglo XIX y se acelera a mediados del siglo XX. O para decirlo en otrs palabras: mientras sólo el currículum del hombre se sometía al modelo básico de la individualización, mientras la mujer estaba obligada a complementar la vida de los demás, la unión de la familia quedaba asegurada eso sí, con el precio de la desigualdad de la mujer.
Cada matrimonio consiste en dos matrimonios: el del hombre y el de la mujer. En la esfera de la intimidad de su encuentro, hombre y mujer, se produce lo que algunos autores llamana "íntimos extraños". Eso concierne tanto a los deseos, a la sexualidad y al erotismo, como a la división del trabajo o a los temas de conversación, es decir a las prioridades y las formas de comunicación entre la pareja. A tales diferencias típicas entre hombre y mujer responde sobre todo que los hombres destaquen más el lado instrumental del amor y del matrimonio, o sea, el sustento de la vida cotidiana, " que todo funcione bien". Las mujeres, no obstante, ponen más énfasis en los sentimientos y la cercanía interior, es decir, en que "tiene que haber una comprensión mutua".
En la medida en que las mujeres se ven así mismas también como personas con sus propios deseos , ya no aceptarán así nomás que sus deseos no puedan realizarse. Al contrario, expresarán sus deseos antes, los reivindicarán con insistencia y si todo eso no sirve, irán hasta su última consecuencia, el divorcio.
Las mujeres muestran mayior esperanza en una buena convivencia llena emocionalmente, por lo que también se siente insatisfechas con el matrimonio antes que los hombres.
Una encuesta a mujeres divorciadas que salieron de un matriminio aparentemente exitoso, que "funcionaba de maravilla", el resultado fue que ellas abandonan porque quieren más de lo que son capaces de conseguir de sus matrimonios. Lo que se podía considerar un buen matrimonio para nuestras madres, ahora ya no lo es.
Estas mujeres quieren algo más que un techo sobre sus cabeza, un marido a quien apoyar y unos hijos que cuidar. Quieren intimidad emocional, igualdad y compañerismo, y quieren ejercer el control sobre sus propias vidas.
Mujeres "autoconformes", son piezas de museo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario