miércoles, 20 de enero de 2010

La solidaridad del centavo.

La destrucción de Haití conmueve a todo el mundo pero sobre todo a los más pobres, es una constante que estos habitantes desposeídos de todo lo más elemental por el sistema económico, sean quienes aparecen inmediatamente tratando de ayudar a sus semejantes en cualquier parte de la geografía mundial.

Los miserables entienden la filantropía de otro modo, a diferencia de los poderosos que buscan salir en la televisión "demostrando" su generosidad, exhibiendo tremendos cheques por miles o millones de pesos, obviamente exentos de impuestos, para la causa de los niños discapacitados por ejemplo, pero los pobres se xprimen los bolsillos en busca del peso para donarlo como ayuda a sus hermanos, los condenados de la tierra.

Más me conmueve ver el triste espectáculo de los pobres llevando dos botellitas de agua, una lata de atún, un kilo de frijoles negros, un paquete de galletas saladas, unas latitas de chile jalapeño, con el fin de aliviar el hambre y la sed de esos millones de haitianos que como zombies deambulan por las destruidas calles de Puerto Principe, es la solidaridad entendida como algo comunitario, es una especie de caridad cristiana entendida muy al modo de los trabajadores de salario mínimo.

Al final de esta historia encontraremos que los Estados Unidos habrán agregado una estrella más a su bandera nacional, porque usar la fórmula de Estado Libre Asociado como lo es Puerto Rico no es rentable, así que Haití será la primera colonia norteamericana del siglo XXI, con la característica que hablan francés sus súbditos, mientras que eso no sucede ni en Hawai ni en Puerto Rico.

Estos son los tiempos de la posmodernidad en la política planetaria.

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