viernes, 8 de enero de 2010

El miedo al compromiso.

En las contradicciones de la sociedad actual, las relaciones con el otro género se convierte muchas veces en motivo de dolores y heridas. Por ello, hombres y mujeres empiezan a desarrollar estrategias para disminuir los riesgos, o sea, formas de comportamiento que incorporan intentos de autoprotección.

Existen ya "terapias prematrimoniales", pasando por la firma de contratos anuales o bianuales para regular de forma obligatoria la relación matrimonial, hasta el convivir sin papeles oficiales para "facilitar" la posibilidad de separación en caso de conflicto.

Al parecer en muchos grupos sociales está creciendo el "miedo al compromiso" con el otro, una desconfianza frente a cualquier forma de vincularse, "pues quien de entrada no quiere concebir grandes esperanzas no sufrirá grandes decepciones". Crece el miedo a la cercanía con el otro.

¿Qué hacer con la enorme necesidad de amor y calor humano?

En vez del amor por el hombre o por la mujer, aparece ahora el amor por el hijo.

Actualmente, el amor entre hombre y mujer ha quedado seriamente afectado, condenado más que nunca al fracaso. Lo que queda es el hijo. promete una unión tan elemental, tan global y tan indisoluble como ninguna otra en esta sociedad posmoderna.

Cuanto más intercambiables y revocables se tornan las otras relaciones, tanto más el hijo puede convertirse en el punto de referencia de nuevas esperanzas: el hijo como el último garante de la duración, como arraigo de la propia vida.

Mirando desde esta perspectiva, no es extraño que aumenten precipitadamente los "nacimientos extramatrimoniales". Hay diversas causas que confluyen en este fenómeno reciente, pero es pertinente suponer que también se está formando un nuevo tipo de madre soltera. Es la mujer que quiere tener un hijo sin hombre a su lado y fuera del marco tradicional de la pareja.

Estos son embarazos planificados y no por descuido de la mujer.

En los consultorios de los psicoanalistas se trata ahora el tema de la nueva pareja: madre e hijo.

Dice una mujer al terapeuta: "quiero tener un hijo cuando tenga treinta y ocho años y lo quiero tener sola. A través del Banco de Semen o de un amante casual, sin ni siquiera encender la luz para saber quién es él; simplemente me quiero sentir embarazada y ya".

Con las nuevas tecnologías de la reproducción, los deseos de las mujeres que quieren tener un hijo sin padre son mayores y factibles. como escenario para un futuro cercano se augura que donde el amor por el hombre se desvanece, la mujer quiere asugurarse, por los menos, los embriones.

Dos testimonios de mujeres que plantean la problemática actual:

"Yo, entretanto, ya sé qué condiciones de vida y de amor me tengo que fabricar para estar bien con mi hijo. Y si viene alguien y me lo quiere estropear o0 me mete en grandes dificultades,me largo o lo envío de paseo. En esto también he cambiado gracias a mi hijo. Los hombres han perdido la importancia que tenían antes en mi vida. Lo que construyo para míen el trabajo, en mi vida privada, materialmente, en mi vida con mi hijo, eso no depende de ningún hombre; ningún novio se mete eneso, ni me dejo mandar".

La otra mujer es enfática y dice:

"Y respecto a tu pdre, pués, mira: cuanto más pienso en él más convencida estoyde que nunca lo he querido. Lo he admirado, lo he añorado, pero nunca lo he querido. Ni tampoco a los hombres que he tenido antes; fantasmas decepcionantes de una búsqueda siempre fracasada. Quizá sea cierto lo que dice mi madre que el amor es lo que se siente una madre por su hijo cuando lo toma entre sus brazos y nota lo solo, indefenso y desprotegido que está. Mientras esté indefenso y desprotegido, por lo menos no te insulta y no te decepciona".

" Nuestros hijos nos dan alegría con menos desilusiones que cualquier amor romántico. Es la nueva familia, madre, hijo y amante. De todos modos, solo la madre y los hijos están realmente unidos.
Los hombres van y vienen".

Finalmente, comenta un colega psicoterapéuta: "Yo he visto llorar a padres por miedo a perder a sus hijos, igual que antes lloraban las mujeres por sus hijos. Precisamente los padres más jóvenes lo sienten como una pérdida drámática cuando no consiguen el derecho a la patria potestad. Estos son nuestros casos más difíciles."

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