La maduración personal siempre se realiza a través de delimitaciones. Lo que en la infancia son los constantes berrinches y en la crisis de la adolescencia sería la desvinculación de los padres, es ahora, en la crisis de la mediana edad , la salida de la simbiosis matrimonial.
Este conflicto entre gente adulta se parece mucho a las confrontaciones de los adolescentes con sus padres, además persigue los mismos objetivos: recuperar la identidad propia, liberarse de las profundidades de la unidad simbiótica, volver a saber que el otro no podrá nunca compartir del todo mi soledad.
Resumido esto en una fórmula se diría que: la crisis de la mediana edad no es un fenómeno natural, sino un acontecimiento social. Tiene mucha relación con el aumento de la esperanza de vida y con los procesos de individualización.
El siglo XXI dará la oportunidad a muchos individuos para casarse dos o tres veces a lo largo de su existencia. Ya no habrá más celebraciones de bodas de plata o de oro matrimoniales, eso será una reliquia en los tiempos futuros.
La idea que guía este nuevo proceso social es que los individuos ven las decepciones y omisiones de su vida pasada y en su horizonte interno se abre camino la visión de una nueva vida, diferente, que compense todo lo que no había en la anterior relación.
Este es el punto donde a menudo surge la pregunta de lo que había dejado de hacer por el otro. Uno recuerda los grandes planes juveniles y ve los compromisos de la vida en común. Más o menos conscientemente, se reconoce que hay cosas que uno ya no es capaz de hacer, y otras que ya se atreve a hacer. (Para iniciar una carrera de cantante de ópera o para emigrar a algún país del Tercer Mundo y vivir una gran aventura, ya es muy tarde).
Pero si es imposible empezar de cero otra vez, entonces por lo menos hay que actuar donde se puede, es decir, en el campo inmediato de la relación de pareja. por lo menos ahí se quiere conquistar un espacio libre. Y cuanto más se opone la pareja a ese deseo, más crece la voluntad de seguir adelante. La pareja se convierte de este modo en el enemigo: el matrimonio se transforma en un gran campo de batalla para la autoafirmación.
En estas tremendas luchas de poder dentro del matrimonio se genera la paradoja siguiente: "Ni contigo, ni sin ti". Es cuando los dos esposos mantienen esta lucha de poder por años, relacionándose una y otra vez para seguir luchando con otras variantes. Pero al mismo tiempo no son capaces de separarse.
Se separan y se unen nuevamente, una vez viven juntos pero separados, otra separados pero juntos, y se sienten atrapados en un callejón sin salida. Naturalmente se estaban peleando sin cesar, vacaciones por separado, pocas cosas en común; esta es la historia repetida por miles de parejas en los consultorios.
Un testimonio de un hombre abatido por la ruptura matrimonial:
"Ahora sé por qué yo quería que mi mujer volviera.
Porque me había convertido en lo que soy.
Cuando pensé que me había abandonado, me desmoroné.
Dejé de existir !Es lo que ha conseguido hacer de mi¡
No puedo vivir con ella, me es insoportable,
no puedo vivir sin ella, porque me ha hecho incapaz
de tener alguna existencia propia.
!Eso es lo que ha hecho de mi en cinco años de matrimonio¡
Ha convertido el mundo en un lugar, donde yo no puedo vivir,
si no es bajo sus condiciones. Tengo que estar solo.
pero no en este mismo mundo. Por eso quiero que me ingresen
en su sanatorio. ¿allá podré estar solo?
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