Ambiente envilecido en el Bernabéu
Artículos de Alfredo Relaño
Alfredo Relaño | 28/11/2012
Los dos goles de Callejón llegaron como agua de mayo para el Madrid.
En lo que respecta a la eliminatoria, servían para poco, porque ya
estaba 5-1 a esas alturas y quedaba poco tiempo. Pero fueron dos bonitos
goles, obra además de un canterano, y sirvieron para espantar una justa
de gritos entre mourinhistas (el fondo de los ultras) y
antimourinhistas (que resonaban por el resto del campo). Una vez, dos
veces, tres veces, cuatro veces... Unos se arrancaban con el grito
pro-Mourinho y los otros los acallaban. No recuerdo algo así en el
Bernabéu, donde he visto tantas cosas.
Gritos a favor de Mourinho en el estadio los hubo desde su llegada y coreados por casi todo el campo. Tras aquel cerrojazo que plantó ante el Barça en el Bernabéu, con la hierba alta (¿recuerdan?) llegaron las primeras disidencias. En la posterior visita del Athletic, cuando los ultras se arrancaron con el grito ya hubo pitos. Últimamente, desde sus ataques a la cantera, se han oído más. Lo de anoche degeneró en división insistente. En el Bernabéu ya no hay consenso en torno a Mourinho, por más que el melifluo Butragueño tratara de hacer comulgar una rueda de molino a Mónica Marchante en Canal +.
Lo de ayer lo resolvieron los goles de Callejón. Los goles son la aspirina del fútbol: quitan el dolor de cabeza, pero no curan el mal de fondo. Mourinho llegó con un consenso grande, como líder que plantara cara al gran Barça de esta época. Es ideal para los ultras, desde luego, y el resto del madridismo le fue perdonando cosas en la idea de que se vive un 'periodo de excepción' en el que se podía mirar para otro lado en según qué cosas. Pero cada vez se les hace más duro mirar para otro lado, y a once puntos del Barça y a ocho del Atleti no digamos. Esto va a acabar en divorcio caro.
Gritos a favor de Mourinho en el estadio los hubo desde su llegada y coreados por casi todo el campo. Tras aquel cerrojazo que plantó ante el Barça en el Bernabéu, con la hierba alta (¿recuerdan?) llegaron las primeras disidencias. En la posterior visita del Athletic, cuando los ultras se arrancaron con el grito ya hubo pitos. Últimamente, desde sus ataques a la cantera, se han oído más. Lo de anoche degeneró en división insistente. En el Bernabéu ya no hay consenso en torno a Mourinho, por más que el melifluo Butragueño tratara de hacer comulgar una rueda de molino a Mónica Marchante en Canal +.
Lo de ayer lo resolvieron los goles de Callejón. Los goles son la aspirina del fútbol: quitan el dolor de cabeza, pero no curan el mal de fondo. Mourinho llegó con un consenso grande, como líder que plantara cara al gran Barça de esta época. Es ideal para los ultras, desde luego, y el resto del madridismo le fue perdonando cosas en la idea de que se vive un 'periodo de excepción' en el que se podía mirar para otro lado en según qué cosas. Pero cada vez se les hace más duro mirar para otro lado, y a once puntos del Barça y a ocho del Atleti no digamos. Esto va a acabar en divorcio caro.
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