Romney le desea suerte a Obama en una visita a la Casa Blanca
Los dos hombres hablan de la economía en una visita de Romney a Washington de bajo perfil
David Alandete
Washington
29 NOV 2012 - 20:47 CET
El perdedor de las elecciones presidenciales, Mitt Romney,
comió este jueves con el presidente Barack Obama en la Casa Blanca, la
primera vez ambos que se encuentran después de las elecciones del 6 de
noviembre. El exgobernador de Massachusetts llegó a la residencia
presidencial a las 12.30, hora de Washington, y estuvo reunido con Obama
en el Ala Oeste, sin presencia de reporteros o cámaras, hasta las
13.40.
“El gobernador Romney felicitó al Presidente por el éxito de su campaña y le deseó lo mejor en los próximos cuatro años”, dijo la Casa Blanca en un comunicado. “La conversación se centró en el liderazgo de América en el mundo, y en la importancia de mantener ese liderazgo en el futuro. Se comprometieron a mantener el contacto, sobre todo si hay opciones de trabajar de forma conjunta y en intereses comunes en el futuro”. El menú: guiso de pavo y ensalada de pollo asado.
Romney ha mantenido un perfil muy bajo desde que perdiera los comicios. Ha pasado tiempo con su familia en California y este jueves ha visitado la capital federal por primera vez desde entonces. Se ha reunido, además de con el presidente, con el que fue su número dos, el legislador por Wisconsin Paul Ryan. La reunión del perdedor con el presidente es toda una tradición en la política norteamericana.
El encuentro se ha mantenido en secreto, y el portavoz de Obama, Jay Carney, ha dicho que Obama no tenía previsto hacerle ninguna oferta a Romney. La Casa Blanca había avanzado que ambos políticos hablarían de formas de mejorar la economía, dada la experiencia empresarial de Romney. Ambos hombres mantuvieron una relación poco cordial en las elecciones, con numerosos momentos de tensión.
En privado, tras su derrota, Romney se quejó de que la campaña de Obama le hubiera pintado como un despiadado hombre de negocios, un multimillonario ajeno a los problemas de los norteamericanos de a pie. En los debates se notaba la inquina entre los dos aspirantes a la presidencia, que ni siquiera pudieron fingir en muchos momentos una cordialidad que no nacía de forma natural.
Romney ha sido enterrado apresuradamente por su partido. No ha habido grandes recepciones en el Capitolio. Ha hecho sus visitas con discreción, pasando desapercibido en la capital federal del país. No ocupa cargo alguno, legislativo o ejecutivo. Y reflexiona sobre qué pasos dar, después de llevar siete años en campaña electoral y no haber ganado nada más que la nominación de su partido.
“El gobernador Romney felicitó al Presidente por el éxito de su campaña y le deseó lo mejor en los próximos cuatro años”, dijo la Casa Blanca en un comunicado. “La conversación se centró en el liderazgo de América en el mundo, y en la importancia de mantener ese liderazgo en el futuro. Se comprometieron a mantener el contacto, sobre todo si hay opciones de trabajar de forma conjunta y en intereses comunes en el futuro”. El menú: guiso de pavo y ensalada de pollo asado.
Romney ha mantenido un perfil muy bajo desde que perdiera los comicios. Ha pasado tiempo con su familia en California y este jueves ha visitado la capital federal por primera vez desde entonces. Se ha reunido, además de con el presidente, con el que fue su número dos, el legislador por Wisconsin Paul Ryan. La reunión del perdedor con el presidente es toda una tradición en la política norteamericana.
El encuentro se ha mantenido en secreto, y el portavoz de Obama, Jay Carney, ha dicho que Obama no tenía previsto hacerle ninguna oferta a Romney. La Casa Blanca había avanzado que ambos políticos hablarían de formas de mejorar la economía, dada la experiencia empresarial de Romney. Ambos hombres mantuvieron una relación poco cordial en las elecciones, con numerosos momentos de tensión.
En privado, tras su derrota, Romney se quejó de que la campaña de Obama le hubiera pintado como un despiadado hombre de negocios, un multimillonario ajeno a los problemas de los norteamericanos de a pie. En los debates se notaba la inquina entre los dos aspirantes a la presidencia, que ni siquiera pudieron fingir en muchos momentos una cordialidad que no nacía de forma natural.
Romney ha sido enterrado apresuradamente por su partido. No ha habido grandes recepciones en el Capitolio. Ha hecho sus visitas con discreción, pasando desapercibido en la capital federal del país. No ocupa cargo alguno, legislativo o ejecutivo. Y reflexiona sobre qué pasos dar, después de llevar siete años en campaña electoral y no haber ganado nada más que la nominación de su partido.
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