La vida del hijo de Cantinflas no es una comedia
Un tribunal ha negado a Mario Moreno Ivanova los derechos de los filmes de su padre
Su madre, una joven estadounidense, lo dio en adopción al actor y más tarde se suicidó
Sus ex lo tachan de juerguista, agresor y derrochador
Él afirma que ha gastado la herencia de su padre en abogados: "Lo he vendido todo"
Pablo de Llano
México DF
15 DIC 2012 - 01:00 CET16
En 1993, el cadáver de Mario Moreno Reyes, Cantinflas, fue velado durante tres días en tres edificios distintos de la Ciudad de México. Pasaron al lado de su féretro unos 250.000 mexicanos.
El cómico que no tenía un bigote, sino sendos bigotillos sobre cada
comisura de la boca, fue, con el actor Pedro Infante, el mayor ídolo
popular de México en el siglo XX. Sin embargo, su único descendiente
parece muy solo. Mario Moreno Ivanova, el hijo del Gran Mimo, o su hijo adoptivo según algunas versiones, fuma tabaco rubio y bebe coca-cola light mientras concede una entrevista en el ático donde vive su novia. Tiene los ojos acuosos y la voz le sale como de una caverna.
–Lo he vendido todo –dice sentado en una butaca
junto a un árbol de Navidad artificial. Lleva una camiseta de Harley
Davidson con una calavera dibujada en el bolsillo del pecho.
Mario Arturo Moreno Ivanova fue un niño dorado.
La mansión de su padre en el paseo de la Reforma, la avenida de más
relumbrón de la capital, medía 10.000 metros cuadrados y tenía todo tipo
de lujos: jardines, piscinas, un frontón de tenis, un cine con sillones
para unos 40 invitados, un billar de carambola, asadores, un baño de
vapor. El periodista Jacobo Zabludovsky, de 84 años, recuerda en su
oficina que Mario era un niño feliz que tenía “un cochecito hecho a
escala”.
–¿Con motor?
–Sí, tal vez tenía un motorcito –detalla el periodista, que frecuentaba la casa de Cantinflas.
La madre de Mario Arturo no fue la esposa del
humorista, la rusa Valentina Ivanova, sino una rubia tejana llamada
Marion Roberts que tuvo una relación con Cantinflas de la que existen
dos versiones similares con diferencias capitales.
Las narraciones coinciden en que en 1959 la
joven gringa llegó a la Ciudad de México en coche con unos amigos para
pasar unas vacaciones, y que al cabo de días o semanas esos amigos se
escabulleron por sorpresa y la dejaron plantada en el hotel con una
factura desmesurada a su cargo. Un mozo de los recados del hotel se
enteró de su drama y la llevó a hablar con Cantinflas, que tenía fama de
caritativo, y, al parecer, liquidó la cuenta de la muchacha.
A partir de ahí lo único que se sabe con
certeza es que el 1 de septiembre de 1960 Marion Roberts dio a luz a un
niño que fue adoptado por el actor y su esposa rusa, y que en diciembre
de 1961 Marion Roberts se suicidó con barbitúricos en el hotel Alfer de la capital.
¿Pero de quién era hijo aquel niño rubio tan lindo?
Zabludovsky dice que Cantinflas reconoció en
una entrevista que era suyo, cosa que corrobora el propio Mario Arturo
en la butaca del piso de su novia junto al árbol de Navidad artificial:
“Mi papá me lo dijo cuando tenía 18 años”. Sin embargo, el periodista
del corazón Jesús, Chucho, Gallegos da otra versión extendida:
que Mario Moreno Reyes era estéril y el niño de la trágica chica gringa
era producto de otro hombre. Es la misma tesis que defiende de una forma
más descarnada Eduardo Moreno Laparade, sobrino de Cantinflas, primo de
Mario Arturo: “Mi tío no podía tener hijos y se lo compró a la chica
por 10.000 dólares”.
Heredó casas y coches. “Era el dueño de casi todo, pero lo tiró, se lo metió todo por la nariz”, dice su primo Eduardo
Eduardo Moreno Laparade, de 73 años, hijo de Eduardo, hermano-mánager de Cantinflas, es la némesis familiar y judicial del hombre que fuma tabaco rubio y bebe coca-cola light con ojos acuosos.
Él y su primo llevan 19 años luchando por los derechos de una treintena
de películas de Cantinflas –desde que el actor murió de cáncer en un
hospital de Houston.
En su despacho en un chalé de una lujosa zona
residencial de la capital, Moreno Laparade, recostado en un sillón de
cuero, llama a una secretaria: “Que me traigan la copia del agreement”. El acuerdo,
en español, es un documento que supuestamente firmó Cantinflas en el
hospital dejándole a su sobrino los derechos de esos filmes.
Hace dos semanas, un tribunal emitió la enésima sentencia sobre el caso
dándole la razón a Moreno Laparade. Pero su primo Mario Arturo defiende
que él es el heredero universal de todo el legado de su padre y
recurrirá una vez más la decisión judicial. Según su versión, el sobrino
de Cantinflas falsificó la firma del cómico para hacerse con los
derechos de sus películas y encima desvió unos 70 millones de dólares de
las cuentas del actor moribundo usando papeles fraudulentos. Moreno
Laparade responde que nunca en su vida ha visto delante tal cantidad de
dinero.
El niño dorado de Cantinflas recibió de su
padre, entre otras cosas, un rancho, oficinas, una casa residencial,
apartamentos en Acapulco, un coche Marquette de 1930 y un Mercedes Benz
antiguo. Pero no le queda nada. Él argumenta que vendió para poder pagar
abogados en la lucha judicial contra su primo. Y este ofrece una visión
diferente: “Era el dueño de casi todo, pero lo tiró, se lo metió todo
por la nariz”.
Mario Arturo Moreno Ivanova reconoce que
siempre le ha gustado “la fiesta” y que no le desagrada el whisky, pero
perjura que jamás ha esnifado una raya de cocaína. Sin que se le haga
ninguna observación al respecto, explica que tiene desviado el tabique
nasal porque cuando era joven le dieron un trompazo jugando al “basketball”.
Sus exesposas no ayudan a confirmar su versión.
Abril del Moral, su primera mujer, sostiene por teléfono que es un
drogadicto y “un mal padre” que dejó a sus dos hijos sin nada después
del divorcio, un malcriado que derrochaba su dinero pagando cenas a
desconocidos en los restaurantes, bebiendo vinos de precios delirantes y
mimando a sus amiguetes a tal punto que hasta le daba por regalarles
automóviles. Su segunda esposa, Sandra Bernat, dice que estuvo casada
con un vago que se dedicaba a entrar y salir del baño para administrase
su vicio con constancia. Ella lo ha denunciado por malos tratos. Y uno
de los tres hijos que tuvieron también lo ha demandado. El muchacho
asegura que su padre lo llevaba a prostíbulos cuando era un adolescente y
que hizo que se enganchase a las drogas. La señora Bernat dice que su
ex es un egoísta sin sentido de pertenencia ni apego a los demás.
La vida del hijo de Cantinflas no es una comedia.Mario Moreno Ivanova dice que no es “un santo” ni “el mejor padre del mundo”, pero advierte de que las etiquetas que le pone su familia son solo trapacerías para hundirlo y quedarse con lo único a lo que aún aspira: los derechos de las películas del cómico que nació pobre y acabó en su féretro adorado como un faraón por un cuarto de millón de mexicanos.
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