Hace muchos años, siendo funcionario público de alto nivel en el gobierno mexicano, me tocó hacer una gira por el estado de Oaxaca, para supervisar las Unidades de Culturas Populares, dependientes de la Secretaría de Educación Pública. Ahí me encontré con varios colegas antropólogos y linguistas que laboraban en esas dependencias, a mi cargo.
La gira de trabajo abracó tres días, en los cuales entrevisté a los empleados e investigadores para poder rendir un informe detallado de sus acciones.
Un día antes de partir de vuelta a la ciudad de México, mis colegas y subordinados, me prepararon una gran fiesta de despedida, en casa de uno de ellos, la cita era a las nueve de la noche en uno de los barrios más exclusivos de la ciudad de Oaxaca, San Felipe.
Al llegar la hora fijada para la fiesta y despedida, me encaminé hacia ese rumbo de la ciudad y me presenté puntualmente en la casa referida.
En esa época de mi vida era un bailarín de música tropical; cumbia, merengue, mambo y cha-cha-cha, eran mis favoritos. Así que para iniciar la fiesta me puse a bailar con todas las mujeres, una por una, que se encontraban dispuestas a mover el bote. Mientras yo bailaba, el resto de la concurrencia empezó a beber mezcal, un aguardiente local, en cantidades industriales.
En una hora avanzada de la noche, la fiesta congregaba a más de ochenta personas en total estado de embriaguez. El bullicio era fenomenal y las conversaciones se hacían a gritos, porque la música estaba a muchos decibeles, molestando los tímpanos de los oyentes.
Entre los amigos y colegas ahí presentes, había un matrimonio formado por un linguista argentino y una antropóloga alemana. Ambos muy altos de estatura, medían cerca del metro ochenta centímetros. Ella era una mujer muy delgada, mal vestida, descuidada en términos generales, y gran bebedora de mezcal.
Desde que me vio y conversamos unos minutos, ella, su marido y yo, ella empézó con un juego de seducción muy agresivo en presencia de su marido, a quien no le parecía nada extraordinaria la conducta de su mujer. Yo a él lo conocía bastante, a ella era la primera vez que la trataba en el contexto de una fiesta.
La antropóloga alemana me cayó mal, era desagradable en su persona y trato, y me pareció grotesco que quisiera seducirme delante de su amado esposo. Cerca de las tres de la mañana, yo veía el espectáculo de corte orgiástico en la sala de esa casa, sin escandalizarme ni mucho menos, pero ya deseaba retirarme; no soporto a los borrachos y menos las desveladas, pero como era el homenajeado no pude retirarme temprano como suelo hacerlo siempre.
Para iniciar la retirada de ese apartado lugar, se me ocurrió ir al sanitario a orinar los cuatro vasos de cerveza que ingerí en toda la noche.
Me introduzco al baño, estaba terminando de orinar cuando abren abruptamente la puerta, yo estaba sacudiéndome el pene para poder salir, cuando la antropóloga alemana me empuja hacia la pared del diminuto baño, me intenta besar en la boca al mismo tiempo que se empezaba a desnudar, y me decía en un español con acento germánico: "Quiero que me cojas ya, si es que eres hombrecito". Me resistí como una virgen en peligro de ser violada. la empujé violentamente hacia la puerta y ella insistía en embestirme con toda su larga figura escurrida y espantosa. Quise gritar y pedir auxilio, pero no lo hice. Terminé golpeándola fuertemente en el estómago para que me soltara el pene, el cual lo tenía tomado con fuerza con sus dos manos, ya me dolía la presión que ejercía sobre tan delicado miembro viril.
Sali después de varios minutos de feroz pelea con una mujer enloquecida por el alcohol, la dejé desnuda y tirada en el piso del baño. El corazón me latía precipitadamente del susto y la angustía que me provocó ese enfrentamiento brutal.
Me encontré en la puerta de la casa al esposo de esa mujer demente, quien amablemente me ofreció llevarme al hotel donde me hospedaba. "No gracias,le dije" Y salí despavorido, corriendo por las solitarias calles de Oaxaca, con un nudo en la garganta y el corazón a toda marcha.
Fue una noche inolvidable, que tenía sepultada en lo más profundo de mi memoria.
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