miércoles, 14 de abril de 2010

Perder la cabeza por un hot dog.

En uno de los ingenios azucareros más grande de Guatemala, ubicado en la llanura costera de este país, trabajaba como gerente general Mario Camposeco, quien durante su larga gestión administrativa había podido levantar las ventas de azúcar a niveles record y también elevar las ganancias financieras de ese emporio.

Los directivos enviaban a Mario a tomar cursos especializados en Alta Dirección, tanto a Estados Unidos como Europa también, lo necesitaban muy bien preparado, ya que el nivel de estudios profesionales de Mario era de secundaria, pero su inteligencia gerencial era una joya para la empresa. Había que pulirlo constantemente, por ello aprendió varios idiomas y varias técnicas de dirección de empresas con excelentes notas académicas.

Mario ganaba un sueldo considerablemente alto para los niveles gerenciales del país, además poseía varias residencias de lujo en la capital y unos cuantos vehículos de la marca Land Rover pero último modelo. Son una especie de jeeps de lujo, cómodos, con asientos de piel y dirección hidráulica, etcétera.

Mario había formado una familia, tenía esposa y dos hijas pequeñas, todo normal.

Dentro de las instalaciones del Ingenio Azucarero, una señora joven de la localidad cercana de Santa Lucía, pidió autorización para instalar dentro del Ingenio un puesto de hot dogs y refrescos embotellados, el cual le fue autorizado sin problema alguno por parte de la generencia general. Vilma, que asi se llama la joven mujer emprendedora, estaba casada con uno de los policías privados que cuidan el Ingenio, y con él tenía tembién dos chiquillas menores de tres años.

Mario de forma eventual se le antojaba una coca cola y un hot dog del puesto de Vilma, a veces mandaba traer esos antojitos con un ayudante suyo, otra veces, las menos, iba él personalmente a ingerir sus alimentos hasta el puesto de Vilma, y aprovechaba para conversar un poco con ella.


Al cabo de un año de estar instalada Vilma con su puesto de hot dogs, le empezó a ir muy bien económicamente y podía completar el miserable sueldo de su marido policía. Pese a las quejas constantes de su marido policía, que la celaba todo el tiempo, porque francamente Vilma era un monumento de mujer, morena con un cuerpazo sensual y una bella cara de muñeca coqueta.

Un día cualquiera, Mario se levantó en su casa muy temprano, desayunó con su mujer y sus hijitas, rieron todos juntos, él las besó detenidamente una a otra. Y se despidió de ellas con una mirada triste y una mueca en lugar de una sonrisa franca.

Llegó a la oficina más temprano que de costumbre y les dijo a su séquito de ayudantes: "tengo antojo de un refresco y un hot dog" y se fue por él al puesto de Vilma.

Pasaron las horas y Mario no volvía a la oficina, así que sus ayudantes fueron en su búsqueda al puesto de Vilma, al llegar encontraronel puesto cerrado y el marido policía abatido, sentado en una piedra, sollozaba y alcanzaba a murmurar: " Ella me abandonó con mis pequeñas hijitas; alguien me dijo que la vieron subirse a un jeep Land Rover y salir a toda velocidad rumbo a la capital".

Nunca más se supo de estos modernos Romeo y Julieta del trópico guatemalteco.

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