En esta era posmoderna los amores líquidos ven opresión en los compromisos duraderos; los vínculos durables despiertan su sospecha de una dependencia paralizante.
Esta razón de los amores líquidos le niega sus derechos a las ataduras y los lazos, sean espaciales o temporales. Para la moderna racionalidad líquida del consumo, no existen ni necesidad ni uso que justifiquen su existencia. Las ataduras y los lazos vuelven "impuras" las relaciones humanas, tal y como sucedería con cualquier acto de consumo que proporcione satisfacción instantánea así como el vencimiento instantáneo del objeto consumido.
Se piensa que tarde o temprano "los deseos y anhelos que escapan a las garras de la racionalidad" harán su regreso -vengativo-, y cuando lo hagan, no seremos capaces de responder "sin recurrir al uso de conceptos referentes a instintos naturales y valores eternos que han sido corrompidos hasta la médula.
Sin embargo, cuando esto suceda, será necesario apelar a mucho más que a una mera visión nueva del sexo y de las expectativas que pueden ser legítimamente puestas en el acto sexual. Apelará nada menos que a la exclusión del sexo de la soberanía del racionalismo consumista.
Según el modelo del amor "hasta que la muerte nos separe", no percibía esto como opresivo o limitante. Era "algo natural". El amor y la procreación eran compañeros indispensables del sexo.
Por horribles que nos resulten las pérdidas sufridas en el campo del amor y los precios pagados cuando las recordamos, las pérdidas que soportamos hoy y los precios a pagar mañana es lo que más nos preocupa y entristece. No tiene sentido comparar los males pasados con los presentes ni tratar de discernir cuál de ellos es más insoportable.
Cada angustia y dolor que deja una relación es una herida abierta, que atormenta mucho en su momento, luego pasa, y a la siguiente relación a ver qué pasa.
En el pasado cuando el hombre veía en el matrimonio y en la construcción de una familia con muchos hijos, una relación duradera y sólida, además confiable para siempre, esos hombres confiaron demasiado en sus capacidades de planificación como para preocuparse de los sentimientos hacia la pareja.
En el amor como en la vida la tendencia dominante del consumismo no es "acumular" bienes, sino usarlos y disponer de ellos después de utilizarlos a fin de hacer lugar para nuevos bienes y su uso respectivo.
La vida del consumidor posmoderno invita a la ligereza y a la velocidad, así como a la novedad y variedad que se espera que los bienes y servicios satisfagan al consumidor final.
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