Hace unos días escribí un cuento que titulé "Ego inflado", que trata de una mujer perennemente maltrada por su marido en frente de todo elmundo, él es de esa clase de maridos guapos, atléticos, inteligentes y narcisos, que se creen paridos por los dioses del Olimpo. Y ellas son mujeres que se valoran a través de esos hombres que ellas consideran superiores, por lo que su conducta es de absoluta sumisión y esclavitud ante ellos. No saben si los aman o los odian o les son indiferentes.
La intriga de estas dos historias paralelas, una ocurrida en México y la otra en la India, tiene que ver con la venganza que traman esas mujeres para destruir a sus maridos, mediante el sencillo procedimiento de hartarlos de comida todo el día, de esos platillos que les gustan tanto porque se los hacían sus adoradas madres cuando eran niños.
El misil culinario está dirigido al centro de su narcisismo del hombre en cuestión, como son personajes que viven para su imagen, y de su imagen también, pues es eso lo que hay que atacar inteligentemente. Las mujeres de ambas historias se dedican afanosamante a cebar a sus maridos como si fueran cerdos en engorda. Hasta destruirles la imagen de todopoderosos, déspotas e insensibles.
El final es previsible de algún modo, una vez que la protagonista de estas historias puede constatar la obesidad cultivada por ellos en sus maridos, los abandonan para siempre.
El libro al cual hago referencia es "El vagón de las mujeres" de la escritora hindú Anita Nair. Excelente narración sobre la condición femenina en la India actual. La sujeción de las mujeres hindús a manos de sus familiares y posteriormente de sus maridos, no difiere grandemente con lo que sucede en América Latina, pese a los avances del feminismo desde mediados del siglo pasado.
Al igual que ocurre cuando los maridos son alcohólicos y ellas no, al final terminan compartiendo la adicción la pareja. En el caso de estas dos historias de engorda del marido como venganza femenina, ellas también engordan hasta el punto de que ambos sienten repulsión física por el otro, no hay deseo sexual.
Estoy sorprendido con las similitudes entre la historia que yo narré y la que acabo de leer de la escritura hindú; en mi historia los hechos son verdaderos, en la historia de la escritora hindú no lo sé a ciencia cierta, pero suena verosimil.
¿Cuántos cerdos no andarán por ahí conduciendo sus lujosos automóviles, jadeando y sudando la gota gorda por su obesidad, gracias a los platillos de sus mujeres?
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