Los seres humanos, desde siempre, hemos querido trascender en la historia a través de nuestros linajes familiares. No solo nos interesa la reproducción de la especie en sí misma, sino que la extensión infinita de nuestros clanes tribales.
Un signo de los tiempos de la posmodernidad es y será el mestizaje cultural, en mi caso se ilustra eso perfectamente. Mis hijos son una mezcla de guatemalteco, mexicano, inglés y japonés. Y mis nietos son el producto de la combinación de mexicano, guatemalteco, venezolano, italiano y portugués.
El linaje al cual pertenecemos nos da un sentido de identidad cultural, aunque lo que predomina es el mestizaje en todos los casos.
En el mundo de hoy, los individuos nacen en un sitio y emigran a otros sitios más lejanos, en busca de trabajo o huyen de la violencia política en sus naciones, pero la mayoría de esos migrantes son exiliados económicos. Los mosaicos culturales encontrados en cada nación del mundo es algo ya natural. Ya no hay naciones "puras", sin mezclas, por lo tanto los conceptos relativos a "lo extranjero" van modificando el lenguaje de cada país. Un ejemplo importante de esto es Alemania con sus millones de habitantes de origen turco.
Mis dos hijas menores acaban de contraer matrimonio con catalanes, lo que habrá de arrojar como resultado es una descendencia mexicano, guatemalteca, catalana. sin hurgar todavía demasiado en los orígenes de esos chicos catalanes, que son ahora mis yernos.
Me siento muy orgulloso del linaje hibrido que he construido a lo largo de todos estos años, y de los nuevos brotes de ese inmenso árbol de la vida.
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