domingo, 18 de abril de 2010

La mano de mamá.

Desde que su marido la abandonó para irse con otra mujer, deporte muy popular en ese pueblo del Bajío, donde se concentra el mayor número de mujeres divorciadas o abandonadas, en toda la república mexicana, María Concepción no se repone aun del abandono, habiendo transcurrido más de veinte años del hecho.

Conchita, así le dicen sus amigas y familiares más cercanos, llora cada vez que relata cómo se fue su esposo, no podía superar esa tragedia personal, hasta que encontró la fórmula mágica para que no le doliera tanto; ahora cuenta a todos los que quieran escucharla, que ella es viuda, que el fulano aquel, el innombrable, falleció hace mucho tiempo.

Conchita se quedó con dos varoncitos, Luis y Arturo, a los que sacó adelante con su trabajo de maestra de educación primaria, ambos chicos lograron terminar con honores sus estudios primarios, medios y superiores. Ambos se graduaron como ingenieros civiles en el Tecnológico de Monterrey, campus Querétaro, uno de los centros de educación superior con más prestigio en la educación privada.

Arturo en cuanto vio la oportunidad de escaparse la casa materna huyó, como lo hacen los jóvenes decentes de la localidad, se casó precipitadamente con la novia que lo acompañó durante la carrera en el Tec.

Luis, en cambio, se quedó atrapado en las redes de mami. No intentó zafarse aunque quisiera, porque su madre le había dicho desde pequeño que él la tendría que cuidar en la vejez o enfermedad; además le insistió siempre que él "era el hombre de la casa". Esto constituyó un enorme compromiso moral para Luis, quien pese a que era el menor de los hermanos fue seleccionado por la madre para que fuera su perpetua compañía. Luis aceptó el ofrecimiento materno sin chistar. Era un poco débil de carácter y no mostraba ningún interés en las mujeres, salvo por su querida madre.

Luis a cuidado su mami en todo: negocios, enfermedad y viajes que realizan juntos cada año.

Se podría decir que mantienen una relación simbiótica, piensan igual y reaccionan igual, uno es clon del otro.

Conchita y su hijo observan rigurosamente varios rituales, cuando Luis llega del trabajo empieza la danza invisible entre ambos.

Al momento de ir a dormir después que ambos estuvieron ante el televisor unas tres horas, Luis le dice a su mami que ya tiene sueño y se encamina a su dormitorio, se desviste, toma un vaso de leche ya acostado, enciende una pequeña lámpara porque necesita una lucecita encima de la cabecera de la cama, y grita a todo pulmón:

!! Mamá, ven conmigo ¡¡

Conchita deja lo que esté haciendo y corre presurosa a la habitación de Luis, ya que su hijo menor no puede conciliar el sueño si no está tomado de la mano de su madre, que le da confianza y le quita todos sus temores nocturnos. Ella le da un beso en la frente y se espera lo suficiente para que Luis entre en un sueño profundo, y ella pueda retirarle la mano...

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