Luis es un exitoso industrial mexicano, aunque es un reconocido metrosexual de la colonia Condesa, tiene deseos de conocer a una linda mujer y casarse con ella; en el tema de los hijos no está muy seguro de querer tener uno.
Luis es un abogado egresado de la Escuela Libre de Derecho, viene de una familia humilde, pero el haber estudiado en esa institución prestigiosa con una beca, le dio la oportunidad de relacionarse con varios hijos de políticos e industriales de hoy.
Luis tiene una inteligencia brillante, fue un estudiante notable con altas notas. Tuvo una novia, Brenda, a lo largo de la carrera de abogado, ella estudiaba Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana, en la que tuvo de compañero de carrera a un connotado pólítico perteneciente al partido en el poder. Esas fueron las oportunidades que Luis no dejó pasar nunca, siempre le pedía a Brenda que salieran juntos y que se hicieran acompañar de sus compañeros con influencia política.
Todo ello facilitó las cosas para Luis, supo capitalizar las relaciones suyas además de las que su novia le aportaba. Cuando Luis planteó el proyecto de poner una Planta de Reciclaje de Plásticos, que solucionaría algunos problemas de contaminación de basuras en diversos estados de la república, contó con el entusiasmo de sus compañeros y amigos que había recolectado a lo largo de cinco años. Le ofrecieron contactos claves y apoyos financieros de instituciones públicas y privadas. La bandeja puesta para hacerse rico, como siempre lo había soñado.
Luis ya se había hecho de un lindo Loft, de esos que construye el arquitecto de moda en la colonia Condesa Lucio Muniain, típico sitio para alojar a metrosexuales con fortuna, esos jóvenes dedicados al gimnasio y a la buena ropa y buenos restaurantes; Luis era de esos profesionistas que muestran su estatus mediante lujosos automóviles, tenía un BMW y un Mercedes Benz deportivo.
Luis tuvo que viajar a Alemania para visitar empresas fabricantes de las Plantas Recicladoras de Plásticos. En esa ocasión Luis coincidió con una delegación cubana que iban con los mismos propósitos de llevar esa adelantada tecnología a la Isla. Ahí conoció a Lucía, una mulata despanpanante, ingeniera ambiental ella, con posgrados en Rusia, maestría y doctorado. ella era la jefa de proyecto del gobierno cubano para asuntos ambientales del reciclaje.
Lucía era una mujer un poco mayor que Luis, tenía 42 años y un hijo de 12 años. Estaba recién divorciada de un ingeniero francés, que se había vuelto a Paris desconsolado por su fracaso matrimonial con Lucía. El bebía demasiado, le confesó Lucía a Luis, y esa fue la razón de la separación.
Luis vuelve a México y se dedica en cuerpo y alma a montar la Planta de Reciclaje de Plásticos, para ello el gobernador del Estado de México le cedió un enorme terreno en las cercanías de San Felipe del Progreso, exento del pago de impuestos por veinte años.
Meses después, Luis recibe un correo electrónico de Lucía la cubana. Ella le ofreció a Luis que fuera a la Isla a conocer los avances de la Planta de Reciclaje que ella dirigía. Ni tardo ni perezoso, Luis arregla maletas y se lanza a Cuba dos semanas después, animado más por ver a Lucía que la Planta de Reciclaje de Plásticos.
Luis se quedó en el departamentito que disponía Lucía en pleno centro de la Habana, al menos eso le demostraba que él le importaba a ella. El no disimulaba su admiración y deseo por Lucía, aunque el hijo adolescente de Lucía se encargó de boicotear un poco la visita de Luis, no les dejó dormir juntos.
La imposibilidad de realizar el deseo de Luis de acostarse con Lucía, lo llevó a prometerle matrimonio en corto plazo, con la condición de que ella se fuera a vivir con él a México. Luis vuelve frustrado a México, por no poder tener relaciones sexuales con su amada Lucía, todo por ese !!pinche¡¡ chamaco jodón.
El matrimonio se concerta para realizarse por poder, eso significa que alguien en Cuba representará a Luis en esa ceremonia civil, un funcionario de la Embajada de México hará el papel de Luis en forma legal. El gobierno cubano impidió que Lucía saliera del país, hasta que concluyera el proyecto de la Planta de Reciclaje de Plásticos, y para eso faltaban cinco meses más. También Luis estaba amarrado a lo mismo, sus socios financieros le exigieron que no abandonara el país hasta concluir con la instalación de la planta a su cargo.
Lucía empezó a pedirle a Luis importantes cantidades de dinero, en dólares, para gastos diversos de ella para su traslado a México. Mes trás mes, Luis remitía entre quince y veinte mil dólares a Lucía, las constantes llamadas telefónicas de ese par de tortolitos enamorados refrendaban ese enorme cariño y amor del uno por el otro.
Los plazos se alargaban en exceso para consumar ese matrimonio legal, y así llegaron hasta el mes de diciembre, ocho meses después de la fecha acordada para el encuentro en México.
Diciembre, se dijo Luis, es la ocasión para ir a la Habana por su amada.
Luis se prepara y se va a la Habana, loco de contento, llega al aeropuerto de Rancho Boyeros, y no ve entre la multitud a Lucía, no fue por él como habían acordado días antes. Luis sale del aeropuerto angustiado y parte directamente en un taxi pirata al centro de la Habana. Llegó apresurado a la puerta del departamento de Lucía, tocó la puerta con fuerza y salió a abrir una señora anciana quien le dijo que ella era ahora la inquilina de esa casa.
¿Y Lucía?
Después supo Luis, que Lucía vive cómodamente en Paris al lado de su ex-marido y de su adolescente crío.
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