Cada vez que se reune el Grupo de los ocho, G8, o el grupo de los veinte, G20, suelen despertar reacciones encontradas en todo el mundo, esto acaba de suceder esta semana en la reunión del Grupo de los Veinte, en Toronto, Canadá. Encuentro presidido por Barack Obama, el líder del país más poderoso del planeta.
La cuestión es que cuando se reunen los presidentes y primeros ministros de los países con las economías más desarrolladas del mundo, nunca llegan a acuerdos importantes, es más la retórica y la demagogia que se vierte en esas espectaculares reuniones.
Los poderosos del planeta dictan medidas económicas y financieras para el resto de las economías del mundo, sin importar las consecuencias de aplicar un recorte al gasto público o una disminución al déficit fiscal, por ejemplo. Son como las recetas que quiere imponer el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) a los países de América Latina, África y Asia, en particular; cuando estamos presenciando los efectos desastrosos de esas políticas económicas, en lo que podríamos denominar: La década perdida. Otra más.
La modernidad ha producido desempleo, hambrunas, guerras civiles, crimen organizado, migraciones internacionales, recorte de los servicios sociales, disminución de la importancia de las Estados Benefactores, etcétera.
El panorama actual es el predominio de una sola nación sobre el resto, EEUU, lo que se le opone, y no tanto, es el bloque europeo. El otro polo de poder que no termina de emerger es China, ese gigante ya no tan dormido como en el siglo XX.
Cuando a un país desarrollado le toca por designación organizar una cumbre de presidentes de los países poderosos económicamente, se enfrenta a situaciones de cómo financiar y organizar la seguridad de sus invitados especiales, y cómo desplegar toda la fuerza pública, ejército y polícía, para resguardar a los presidentes y primeros ministros del orbe.
Porque a todas las reuniones de ese carácter, siempre asisten varios cientos de combativos militantes de un nuevo orden mundial, donde quepamos todos y gocemos de los beneficios del desarrollo económico, y no solamente unos cuantos como ocurre siempre.
Los globalifóbicos, que así han sido bautizados por los medios masivos de comunicación, prefieren ser denominados altermundistas, porque expresan una nueva alternativa social y económica, que abarque a la mayoría de los marginados del planeta.
Estos guerrilleros del siglo XXI desean hacerse oír en todos los foros que se efectúan al margen de las grandes y resguardadas reuniones de los poderosos, solamente tienen el derecho a la voz, pero no votan. Esa voz que quiere ser silenciada con garrotazos y gases lacrimógenos, de cualquier modo se escucha lejos.
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