Niños con atención dispersa.

Antiguamente, los niños de todo el mundo no mostraban los problemas emocionales que afectan a los niños de hoy.

El déficit de atención es un síndrome que atormenta más a los papás que a los hijos. Las escuelas y los colegios son los responsables de que una inmensa mayoría de niños escolares vayan a la consulta de los psicólogos, ya que los maestros no son capaces de controlar a dichos niños con atención dispersa.

El problema principal no son solamente los niños con atención dispersa, sino también los adultos.

La atención en determinados puntos de la realidad, es un asunto de vital importancia para sobrevivir en estos tiempos. Los niños y los adultos que no se concentran en nada fijo, y que cambian de foco de atención cada treinta segundos, padecen de un mal difícil de corregir.

Los síntomas en el adulto se manifiestan por lo regular en que leen varios libros a la vez, y no concluyen ninguno. En los trabajos no permanecen mucho tiempo, siempre quieren cambiar de ocupación, de residencia, de pareja.

En los niños el déficit de atención se manifiesta en dos vertientes: una agresiva y otra no.

La vertiente agresiva en los niños suele acarrear muchos inconvenientes y molestias a los padres, quienes tiene que acudir frecuentemente a las escuelas a recibir reprimendas por el comportamiento anormal de sus hijos.

La culpa de los padres por la conducta de sus hijos agresivos, es un asunto que merece atención psicológica, ya que no existe evidencia de ser un rasgo de conducta heredado.

Hay que tratar a los padres para que enseñen a sus hijos la fórmula de la recuperación de la atención.

La receta eficaz con los niños y adultos hiperactivos es que aprendan a moverse con una estructura estable, que aprendan en que la vida tiene límites y hay que respetarlos. El orden y los hábitos fijos son los factores que contienen a los hiperactivos.

Los padres son los primeros que deben entrar en el orden, que respeten la estructura social de la convivencia.

A los hijos se les enseña con los actos cotidianos, no con sermones y regaños. El testimonio de vida es todos los días.