Murió el gran Carlos Monsiváis, a los setenta y dos años, de una fibrosis pulmonar ocasionada por los pelos finos de sus veinte gatos caseros, la pérdida para la sociedad es inmensa, ya que Monsiváis era un ser ubicuo e imprescindible, estaba en todos los actos culturales, políticos y artísticos de la capital mexicana, además reseñaba con talento e ironía todo lo visto y escuchado.
Su muerte, ya largamente anunciada, causó conmoción en todos los estratos sociales de la república mexicana, ya que Monsiváis ya no era un personaje local, citadino, sino que que era de trascendencia nacional.
Lo interesante del caso, es que la noticia de su muerte corrió com reguero de pólvora por todo el mundo, a través de las redes sociales: Facebook y Twetter, particularmente, convirtiéndose así en los más grandes obituarios del momento. Lo mismo había sucedido con la muerte, lamentable, de José Sramago, unos días antes.
La cultura popular mexicana pierde a uno de sus más valiosos baluartes, ya que Monsi fue un observador crítico, ácido e irreverente, que molestaba a las instituciones gubernamentales y a los políticos encumbrados, con sus punzantes comentarios, ensayos y críticas semanales.
Al final de la vida de Monsi, ocurrió lo inevitable, el pueblo, las clases bajas urbanas, los intelectuales de la gran ciudad de México, exigieron que el cadáver de Carlos Monsiváis fuera velado en el Zócalo capitalino, en el corazón de México, y no en el Palacio de Bellas Artes, el recinto oficial del gobierno derechista de Felipe Calderón.
Monsi fue velado en el Museo de la Ciudad de México, recinto cultural del gobierno de la capital de origen izquierdista, aunque al final fue trasladado al Palacio de las Bellas Artes y ahí el pueblo entero se volcó a rendirle un merecido tributo de varios minutos de aplausos, al gran Monsi.
Lo vamos a extrañar mucho...
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