Phillip Garrido, el hombre acusado del secuestro en 1991 de Jaycee Dugard, se ha proclamado culpable de los cargos formulados contra él y pasará el resto de su vida en prisión. En agosto de 2009, una mujer de 29 años entró en una comisaría de California asegurando que era Dugard y que había estado cautiva durante 18 años, después de que su secuestrador la invitara a confesar su identidad ante la policía. La mujer había sido vista por última vez el 10 de junio de 1991, con 11 años, bajándose del autobús escolar en los alrededores de su casa en el lago Tahoe, en el norte de California.
Garrido, de 60 años, y su esposa Nancy, de 55, afrontan un total de 29 cargos por violación, actos lascivos y secuestro con objetivos sexuales contra Dugard. Durante su cautiverio, la víctima fue violada en reiteradas ocasiones por su captor y dio a luz a dos bebés.
Garrido será sentenciado el próximo 2 de junio a una pena máxima de 431 años en prisión. Según sus abogados, ha rechazado su derecho a apelar la decisión judicial. Nancy Garrido, que ayudó a secuestrar a Dugard y posteriormente cuidó a las hijas que tuvo su esposo con la joven, cumplirá una pena, como mínimo, de 25 años de cárcel, que podrían ser 11 más en función de la decisión del juez.
El caso del secuestro de Dugard conmocionó durante meses a los habitantes de la zona y en un primer momento las sospechas recayeron en el marido de su madre. "Es como haber ganado la lotería", afirmó el padrastro tras conocer que Jaycee había aparecido.
Cuando Garrido y su esposa fueron arrestados, las autoridades revelaron que seguían desde hacía años al acusado, en libertad condicional por una violación cometida en 1975. Y pidieron disculpas por no haber descubierto, en dos visitas de oficiales a Garrido entre 2006 y 2008, a Jaycee y sus dos hijas. "Nadie sabe si podríamos haberlas encontrado y ya no es posible cambiar el curso de la historia, pero no podemos dejar de sentirnos culpables por haber perdido la oportunidad de resolver el caso entonces. Tendríamos que haber sido más inquisitivos, más curiosos y haber movido una piedra o dos". Con estas palabras, el sheriff Warren E. Rupf del condado de Contra Costa, en California, pedía perdón por no haber hecho bien su trabajo.
Uno de sus oficiales respondió en 2006 a la llamada de una vecina que alertó de la presencia de niñas en el jardín de Garrido, pero nunca llegó a entrar en la casa del criminal y, por lo tanto, nunca descubrió el doble patio trasero en el que vivían hacinadas las tres jóvenes. Otro agente realizó una visita rutinaria en 2008 y tampoco vio nada. Según se supo, tanto las niñas como la propia Jaycee a veces salían a la calle con su captor pero nunca trataron de escapar.
La Asamblea de California acordó el pago de 20 millones de dólares a Dugard después de que exigiera una compensación económica al acusar al Estado de negligencia.
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