sábado, 30 de abril de 2011

Escribir es cosa de niños.

Creada por la autora de libros infantiles Roxanna Erdman, la Escuela de Niños Escritores, única en su tipo, fomenta la creatividad y enseña a los pequeños a “jugar con las palabras”.


Charly Ramos Jano tiene diez años y la certeza de que, a su corta edad, ha encontrado cuál será su profesión. Él, junto con otros pequeños de la Escuela de Niños Escritores, ha empezado a crear a sus propios personajes, seres curiosos, fantásticos y excéntricos. Dust es el nombre del personaje que inventó para que protagonice varias de sus historias, “es una mota de polvo que usa un dedal de sombrero”, refiere el niño.

La Escuela de Niños Escritores —ene@prodigy.net.mx—, ubicada al sur de la Ciudad de México, comenzó hace casi dos años. Se trata de un proyecto inicial que poco a poco ha ido contando con atentos y lúcidos lectores, cuyos nombres en un futuro estarán en la portada de una novela de aventuras o en libro de cuentos.

Roxanna Erdman, autora de los libros para niños como Zorrillo el último y Mitos y leyendas indígenas, entre otros, decidió echar a andar este proyecto. “La Escuela de Niños Escritores surgió porque me encontré que había gran oferta para que los niños desarrollen habilidades como danza, actuación, canto, artes marciales, música, pero me di cuenta que no existían talleres que fomentaran su creatividad. Lo único que distingue al ser humano de otros seres vivos es la palabra. En la medida en que seamos competentes para usar esa herramienta, seremos más humanos”.

En la Escuela de Niños Escritores hay dos grupos, uno para niños de 8 a 11 años; y el otro de 12 a 15 años. A través del juego, se fomenta el gusto por la lectura y la escritura. “No se parece en nada a lo que les enseñan en la escuela. Aquí les brindamos la posibilidad de crear, les damos la oportunidad de que practiquen lo que ya saben y, lo más importante, que lo realicen de una forma amena y no como una obligación. Lo que hacemos es jugar con las palabras”.

Erdman reconoce que la labor del gobierno en cuanto al fomento de la lectura y a la edición de libros para niños ha tenido un óptimo resultado. También recuerda que hace una década no había en las librerías una zona de libros infantiles, y que ahora todas las librerías cuentan con una sección destinada a los pequeños lectores.

Al preguntar a Erdman qué respondería si alguien pusiera en duda la eficacia de sus talleres, comenta: “Tendría que ponerme un sombrero de ala ancha con una pluma, sacar la espada y retarlo a un duelo, y eso me haría pensar que estamos en la Edad Media, cuando se pensaba que los niños eran unos males necesarios que ya crecerían para incorporarse a la sociedad y ser productivos, útiles y no estorbar. Nosotros como adultos debemos fomentar el gusto por la lectura y recordar que hay testimonios de muchas personas que les habría gustado hacer otras cosas en su vida, pero que cuando eran niños no tuvieron el estímulo necesario y no sabían cómo lograr su propósito”.

Si alguno de los alumnos se convertirá en el futuro Salvador Elizondo, Sergio Pitol o en la próxima Elena Garro, eso el tiempo lo dirá. Escribir es cosa de niños.

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