Bueno, y después de haber visto cómo se rozaban los labios Guille y Cata (y lo de Peñafiel, que para mí es la imagen más inolvidable de este evento), les tengo que dejar porque mi sobrino me exige que le devuelva su ordenador para que prepare la vitrina nupcial del periódico de mañana. Pues nada, aquí lo dejo (mmmm, ponme un dedito más de ginebra, anda, que eso no es nada) y me despido de ustedes encantada. Espero que lo hayan pasado tan bien como yo. Ha sido un gusto (dos, ponle dos hielos, gracias, rey).
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¡Por fin! Se han plantado un par de besos, sositos y ladeados, pero besos. ¡Ya podemos descansar todas! (Por cierto, que Peñafiel ha aprovechado su ocasión para comerle la boca a la pobre reportera que le han puesto al lado en Londres. Qué asquito, de verdad. Miren, miren, y fíjense en la terrorífica manicure de la víctima de Peñafiel:
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La marabunta humana rodea Buckingham, ¿para tomarlo? No, para ver el beso de cerca. Estoy entre atónita e indignada.
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Por cierto que, según un lector de labios que ha contratado el Telegraph -¿cómo se ganan la vida los lectores de labios entre boda real y boda real?-, Guille le ha dicho a Cata cuando la ha visto llegar al altar: ‘You look stunning, babe’ (“Estás despampanante, nena”).
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Me siento sucia, aquí sentada frente al televisor pendiente de que una pareja se morree… claro, que al menos yo estoy bajo techo en la casa de mi sobrino, y no metida dentro de una marabunta humana ante el palacio de Buckingham. Y yo me pregunto, esa gente, ¿qué hará después? ¿Irse a casa tan contenta y hacerse una infusión con un trozo de moqueta? Yo no entiendo nada, de verdad.
POR FAVOR, que salgan al balcón pronto, que no hago más que pensar en tonterías…
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Los recién casados- que ahora son duques de Cambridge- acaban de llegar a Buckingham, donde supongo que saldrán al balcón a comerse la boca ante los contribuyentes. Lo que viene siendo un peepshow softcore carísimo…
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Muy bonito todo, muy bonito, pero imagínense -con tanta caballería en Londres- cómo tienen que apestar a establo esas calles, y la de mierda que van a dejar a su paso tantos Windsor en carroza…
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¡No es justo! Nos acaban de robar una imagen maravillosa: Felipe de Edimburgo incapaz de subirse a una carroza que ha estado a punto de volcar, mientras me imagino que la reina Isabel II farfullaba “Para que luego digan que el amarillo no da mala suerte. Si me llego a poner el trajecito azul celeste, este se desnuca aquí mismo”.
A todo esto, en La 1 han invitado como comentarista a una señora que fue nuera de la Duquesa de Alba y luego salió en las televisiones haciendo aerobic. Supongo que lo han hecho para demostrar la versatilidad de la aristocracia. Total, si Ana Rosa tiene al (falso) conde Lecquio…
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Cata y Guille ya han salido de la abadía y van a hacer el paseíllo por Londres en calesa. Sinceramente, confío en que le hayan hecho el control de alcoholemia al conductor…
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¿Se imagina que le invitan a una boda real, que acepta, va, se sienta y ZAS, las cámaras de la BBC le pillan sacándose un moco antes 2.000 millones de espectadores? Me da que alguna invitada va a llevar un adorno de más en la pamela…
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Quédense con las caritas de esos niños que cantan en el coro. Dentro de unos años volveremos a verlos como denunciantes de los señores que los dirigen.
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Por cierto, que acabo de leer – en el Times, no se vayan a creer- que David Beckham ha decidido no llevar sombrero porque le daba miedo que le aplastara la coiffure.
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Por cierto, que dice mi sobrino que el hermano de Cata tiene pinta de acabar bailando la conga agarrado a la cintura de William esta noche.
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Me inquieta la imagen que nos muestran de los recién casados de espaldas a los invitados y de rodillas ante el altar mientras todos los invitados cantan. Y luego dicen que Lady Gaga plagia a Madonna… cuando acabo de descubrir que Madonna copia la coreografía de sus conciertos de las ceremonias anglicanas. Qué conectado está todo, ¿se dan cuenta?
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¡Cielos! Creo que el arzobispo de Canterbury no sabe que acaba de casar a dos monjas a la vez que a Cata y a Guille. Observen esta imagen que les incluyo un poco más abajo:
¿No les parece maravilloso?
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Ana Rosa le dice a un modisto: “Has vestido, además de a novias y a personas, a la princesa Letizia“. JAJAJAJAJAJA
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Ya están casados, con su anillo (el de Cata, que el príncipe no irá anillado) y su canesú.
En la abadía todos cantan los himnos y el hermano de la novia lee. Mi sobrino insiste en que el joven Middleton tiene un apretón. Mi amiga Dorothy me acaba de llamar para decirme que confía en que a Kate no le hagan un Lady Di y la estampen contra un puente, porque si el hermano de Diana se dedicó a vender réplicas de los muebles de la casa de la difunta firmados por él, ¿qué sería de nosotros si Cata la palma? ¿Vendería el joven Middleton serpentinas con la cara de la princesita difunta? Santa Brígida no lo quiera…
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Y digo yo, ¿qué coño hago viendo una misa por televisión un viernes por la mañana?
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Queda confirmado que el vestido de Cata es un McQueen diseñado por Sarah Burton. Y que sepan que a Rosa Clará y a un señor que se encarga de la Valencia Fashion Week no les gusta. JAJAJAJA. Me imagino que MCQueen ahora no sólo le dicta las canciones a Lady Gaga sino que también es capaz de mearse de risa en modo zombie.
Ojo al titular en el programa de AR: “Londres se enamora de Kate al verla pasar hacia Westminster”. Que alguien me arranque los globos oculares. YA
Kate va encajadita viva en el cochazo de camino al altar.
La señora Camila ha llegado de gris y blanco, estupenda. Aunque la he visto trastabillar un poco al subir el escalón de la abadía. Me temo que ese ojo de pollo traicionero del pie izquierdo le vuelve a jugar una mala pasada. Me da que me toca viajar a Londres mañana mismo…
Que sepan que Maribel de Windsor va de amarillo pollito anémico.
Las hijitas de Sarah Fergusson son el castigo que merece su madre por haberme vendido unas invitaciones falsas. Esos tocados que parecen una fantasía de Escher pasado de chinchón…
Ay, la señora Camila ya va de camino en el coche.
Jajajaja. En Antena 3 han confundido al Sultán de Bunei con el padre de Dodi AlFayed. Qué maravilla.
LA madre de Kate está entrando ahora mismo a la abadía. Qué mal pelo… por cierto que dice mi sobrino que a él le pone burraco el hermano de la novia. Lo que hay que oír…
¡No me lo puedo creer! En Telecinco han invitado a Pitita Ridruejo como comentarista de la boda.
Que sepan que acabo de ver a Alberto de Mónaco, vestido a juego de gris con su novia, y no le veo ni mucho menos tan ordondo como decía el modisto ese que lleva el cuello escayolado…
El hijastro pelón de la señora Camila acaba de llegar a la abadía de Westminster vestido de uniforme y con una gorra de lo más favorecedora que, desgraciadamente, se ha tenido que quitar al entrar en ese bosque de Sherwood en que han convertido la nave gótica de la abadía. Qué desastre, con lo bien que le venía lo militar para disimular esa alopecia…
Míralo ahí, saludando a los invitados de primera fila (su tío el expoliador incluido). Qué familiar todo. ¿Y Henry? ¡Con esa colección de cordones en la pechera! Cuánto dorado, qué exceso marcial…
Acabo de ver entrar a los Cameron -ella con la cabeza descubierta- y hace un rato, al ex de Madonna, que -boba ella- tendría que haber aguantado un poco, aunque solo fuera para poder ir a esta boda y haberlas dejado a todas muertas. Pero no, ella tuvo que divorciarse y dejarnos la boda sosérrima.
De momento, nada destacable. El novio Guille ya ha salido de casa en un cochazo con coronita en el techo -adoro estos homenajes cerveceros de los Windsor- y no saben cómo vitorea el pueblo en las calles. Qué ganas, de verdad. Con el frío que debe de estar haciendo y lo mal que andan las cosas en Londres… En fin, queridos, supongo que la histeria colectiva relaja.
Imagínense cómo será de rancio todo que hasta Elton John va sobrio. A mí me van a perdonar, pero cuanto más veo de esta boda, menos fervor monárquico me queda, por no mencionar el bajón marital que me está entrando.
Hace un rato he visto a la reina de España en azulón y a la princesa Letizia en rosa palo con sombrero. Azul eléctrico y rosa palo “esa combinación es inflamable, tía”, me ha dicho mi sobrino Bob. “Ni eso, hijo, ni eso…”
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