En busca del voto latino
Jorge Durand
Amedida que las primarias republicanas se mueven de norte a sur, el tema del voto latino se vuelve crucial. En la Florida hispana, de amplia tradición republicana, las opiniones están divididas, pero una mayoría considera el tema migratorio como prioritario, lo cual no deja de ser significativo porque para los cubanos el problema migratorio no existe, son prácticamente los únicos que acceden al asilo y a la documentación de manera casi automática.
El tema de la migración se ha convertido en una arma de doble filo para los republicanos que, por una parte, quieren complacer a los conservadores y los que pugnan por la mano dura en contra de la inmigración, y, por otra, requieren conquistar al voto latino que considera dicho tema como prioritario y urgente, porque afecta de manera muy especial a su comunidad.
Los republicamos se mueven en el filo de la navaja y sólo se permiten hacer concesiones mínimas. Tanto Mitt Romney como Newt Gingrich han tenido que ceder ante la reforma parcial conocida como Dream Act, que legalizaría a los migrantes de la generación uno y medio que llegaron de niños y se socializaron en Estados Unidos. Pero sólo admiten el caso de legalización para aquellos que ingresan al ejército. Asunto que en la práctica ya se daba como un hecho. Los que optaban por ser carne de cañón podían acceder a la codiciada ciudadanía estadunidense. No hay ningún avance al respecto.
Por el contrario, el presidente Barack Obama ha tomado el Dream Act como parte crucial de su campaña para atraer al voto latino. En su discurso anual sobre el estado de la nación afirmó que si no se llega a ningún acuerdo firmaría de inmediato una propuesta en ese sentido. No obstante, el Dream Act es el asunto más sencillo de solucionar, lo complicado es una reforma migratoria integral donde no se ha podido avanzar ni siquiera un ápice.
El punto de quiebre radica en la situación de ilegalidad y en que el responsable debe purgar la culpa. En el caso de los niños migrantes, ellos no tomaron la decisión y eran menores de edad. Son los padres los culpables de haberlos ingresado de manera subrepticia. Hay un amplio movimiento de apoyo para estos jóvenes. En una encuesta reciente realizada en Florida, 68 por ciento opinó en favor del Dream Act.
Pero el tema migratorio ha entrado en el campo de discusión ideológica donde las posturas deben ser asumidas en blanco o negro. No se aceptan matices. En ese sentido, calificar de “ilegales” a 11 millones de personas que viven y trabajan en Estados Unidos desde hace décadas es un contrasentido, porque un país tan legalista no podría permitirse teóricamente tal situación.
Además, la condición e ilegalidad es situacional, es un estatus que puede cambiar de la noche a la mañana, simplemente porque se venció la visa. Del mismo modo, los que fueron ilegales pueden pasar a ser legales por una y mil razones. La diferencia entre ser y estar, tan clara para los que hablamos español, no lo es para los que hablan inglés.
El calificativo de “ilegal” se ha convertido en una trampa, porque no hay posibilidad de dar marcha atrás, se es o no es, y eso tiene consecuencias. Incluso para algunos funcionarios que tienen que pasar el famoso Nanny test o la pregunta sobre si en alguna ocasión han contratado a una persona ilegal, lo que los imposibilitaría para desempeñar cargos públicos de importancia.
Sin duda, al moderar los calificativos se moderan las animadversiones. Ahora, en los foros de Naciones Unidas se ve mal utilizar el término “ilegal” para referirse a los migrantes, y es políticamente correcto usar el de “irregular”, que no tiene tanta carga negativa y que deja abierta las puertas a la negociación, la explicación, la interpretación, la regularización.
Obama apremia a trabajar en una reforma migratoria “ahora mismo”, a sabiendas de que es imposible llegar a un acuerdo. En la Cámara de Representantes se requieren 218 votos para pasar una ley, y sólo cuenta con 193 demócratas, y no todos votarían en favor. En el Senado se necesitan 60 votos, y sólo tiene 51.
Pero la urgencia, propiamente dicha, es la de contar con el voto latino. Obama ha puesto ahí sus baterías porque en los estados con más población y más migrantes, como California, Nueva York , Illinois, Texas y Florida, se gana la elección.
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