domingo, 29 de enero de 2012

Lo quieren todo.

Lo quieren todo
LLUÍS BASSETS

El príncipe de Maquiavelo debe escoger entre ser amado y ser temido. Ya sabemos lo que le aconseja su valet intelectual. Pero el príncipe de nuestro tiempo, esos financieros que se han hecho con el poder efectivo del mundo, insiste en que quiere ser amado y temido al mismo tiempo. Poco puede decirse sobre el temor que despiertan ya no sus acciones sino la más leve de sus insinuaciones o gestos. Estamos en la economía del miedo, según nos cuenta Joaquín Estefanía en el libro que ha escrito bajo este título. En el triunfo del temor que ha sustituido a la política de la esperanza, según Timothy Garton Ash. Y sin embargo, estos vencedores de la crisis, mimados por los gobiernos y las instituciones internacionales, se sienten heridos e injustamente tratados.

La atalaya que es el Foro Económico Mundial permite observar anualmente quiénes suben y quiénes bajan, las ideas que decaen y las que brotan o a veces resurgen de viejos manantiales del pensamiento, y también los sentimientos y estados de ánimo predominantes. El grupo selecto que se reúne cada año a finales de enero en Davos tiene un doble valor: es un colectivo a observar en sus comportamientos y es a la vez el grupo humano especializado en la observación del estado del mundo y de los comportamientos ajenos. No basta con escuchar lo que dicen y escriben, sino que hay que ver quiénes son cada año y cómo se relacionan y comportan para captar el estado de las cosas en el mundo global.

En 2009, justo después del hundimiento de Wall Street, apenas hubo banqueros en las reuniones. Algunos de los que habían asistido en otras ocasiones tenían entonces problemas con la justicia de sus respectivos países. En una de las reuniones a puerta cerrada un famoso economista y financiero confesó y luego reivindicó sus bonos multimillonarios después de escuchar severas críticas a los excesos en los incentivos. El eclipse duró poco: los banqueros regresaron y nadie se acuerda ahora de que alguna vez se habían ido. El mundo de las finanzas está ganando la partida al de la política y nada indica que el resultado vaya a modificarse. De ahí la indignación con que ha sido acogido el discurso del Estado de la Unión de Barack Obama en los valles nevados alpinos, donde los príncipes de las finanzas soportan mal las críticas al capitalismo y las soportan peor cuando se dirigen a sus bolsillos. Todos ellos saltaron como un resorte ante las críticas a las desigualdades y a quienes apenas pagan impuestos, como el candidato republicano Mitt Romney.

La fortuna, aunque no lo parezca, también tiene su corazoncito lastimero. De ahí que los vencedores de la crisis anduvieran sorprendidos en Davos con tantas dudas sobre el capitalismo y tantas críticas amargas a su benefactora avaricia. Ellos, a fin de cuentas, solo quieren el poder y la gloria, el amor y el dinero, el cielo y la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario