lunes, 19 de noviembre de 2012

Néstor Kirchner, la película

Néstor Kirchner, enterrado bajo una tonelada de azúcar

Por: | 20 de noviembre de 2012

El primer tipo al que se le ocurrió ralentizar la cámara en el cine dio en el clavo. Descubrió una manera bellísima de resaltar un movimiento fugaz, ya fuera un gol, un balazo o una caricia. El trigésimo segundo director que usó el mismo recurso fue de todo menos un precursor. No digamos nada de todos los que vinieron después. No pretendemos ser tan taxativos como Manuel Vicent cuando dijo aquello de que el primero que se refirió a la aurora como "la de los dedos rosados" fue un genio y el segundo un gilipollas. Pero quizás podemos augurar que Néstor Kirchner, la película, no dejará ninguna huella en la historia de los documentales. La obra se estrenó el sábado ante más de tres mil militantes kirchneristas en el Luna Park de Buenos Aires y hoy se ha presentado ante la prensa. Llegará esta semana a las salas de Argentina. El encargo inicial recayó sobre el realizador uruguayo Adrián Caetano, pero terminó rescindiendo el contrato con la productora. Finalmente, la argentina Paula de Luque recogió el testigo.
La película tiene el aliciente de que por primera vez se puede escuchar la voz de Máximo Kirchner, hijo de Néstor y Cristina Fernández. De él se han escrito muchas cosas. Una de las más repetidas es que ejerce el liderazgo de La Cámpora, la asociación juvenil que el kirchnerismo auspició y promovió en las estructuras de los ministerios. "Jugábamos a los soldaditos y pasaba papá y rompía todo", relata Máximo. Pero él y su hermana volvían a levantar los soldaditos. Y el padre volvía a patearlos. Por ahí, cree Máximo, Néstor Kirchner, intentaba enseñarles algo.Puede que ese sea el momento más interesante de la película. A partir de ahí, mucha azúcar entreverada con imágenes de la historia reciente del país. La cámara lenta se recrea en unos niños jugando. Mientras, se oye la voz de Kirchner con ese tipo de frases solemnes que tanto gustan a los escritores de discursos presidenciales:  “Vengo a proponerles un sueño…”.  Aparece por primera vez una carretera, quizás patagónica, la cámara avanzando lenta detrás de los cristales del coche. Imágenes de la violencia de la crisis de 2001, Kirchner llegando a la Casa Rosada, atravesando la Plaza de Mayo entre decenas de miles de personas, dejándose abrazar, un golpe en la frente que se da con alguna cámara en medio de tanto frenesí, y Kirchner que mueve leeeeentamente la cabeza. La carretera de nuevo, con sonido de guitarra al fondo, las gotas de lluvia en el parabrisas y alguna que otra gaviota recortándose en el atardecer del mar.
La palabra peronismo apenas se oye. Pero no faltan los casos de ayuda directa en el que el magnánimo presidente llama de pronto a las ocho de la mañana a la casa de una mujer. “¿Y usted de verdad me va a ayudar a mí, que no soy nadie?”, cuenta la mujer que le dijo. Y él se reía, y por supuesto que la ayudaba. A ella y a un niño chiquito que quería ser músico. El presidente le envió un violín al niño y el chaval, ya de adolescente, relata entre lágrimas que cuando tuvo ese violín entre las manos supo que tenía la responsabilidad de aprender a tocarlo porque no se lo había regalado una persona cualquiera.
Máximo vuelve a hablar del padre, a veces con el humo de un cigarro subiendo por delante de su jersey. De vez en cuando se ven imágenes de Néstor y Cristina Fernández de jóvenes. A cámara lenta, claro. Él con la melena a lo Paco Umbral y ella mucho más atractiva y sensual que su pareja. La suegra de Néstor, Ofelia Wilhem, recuerda que él era muy feo y ella muy linda. Dice que su hija se enamoró no del físico, porque era “muy feo”, sino de su personalidad.
No podían faltar imágenes del Perito Moreno. Vuelve la carretera, la curva, las gotas de lluvia en el parabrisas, la guitarra al fondo y la cámara lenta filmando a una mujer removiendo el caldo en una olla con pasta. Llegan las imágenes de la boda. La novia iba de azul. Y llegamos al momento en que Néstor Kirchner habla de su lucha contra la dictadura. ¿Por qué se vio obligado a huir a la ciudad patagónica de Río Gallegos? Porque tras el golpe del 24 de marzo de 1976 Cristina Fernández había ofrecido su casa para que se hospedara un amigo que aunque ya no pertenecía a la guerrilla de Los Montoneros, estaba marcado. Cuando detienen al amigo, ellos se van bien lejos, al sur del sur, a Río Gallegos. Ya está, no parece que haya mucho más que contar.
Hugo Moyano, el sindicalista al que Néstor Kirchner encumbró a las cotas más altas del poder sindical, dijo hace varios meses que los peronistas como él lucharon contra la dictadura mientras otros – como Néstor y Cristina- se enriquecían mediante la ley que permitía desalojar a quienes incumplían los plazos de sus hipotecas. Pero en la película no se menciona a Hugo Moyano.
Avanzamos de nuevo por la misma carretera, la curva, etcétera, con música de piano y violines. No faltan los testimonios de quienes dicen que aprendieron a soñar con él. Y tampoco faltan imágenes familiares en la nieve patagónica. Y un coche al que hay que empujar entre varios, y el violín que sube de volumen por si alguien no ha captado la metáfora del esfuerzo compartido. Y Máximo que dice que al nacer su hermana Florencia se convirtió en la luz de los ojos “de…  él”.
Se ven miles de papelillos flotando en aire al ritmo de la cámara lenta cuando Cristina Fernández hereda de su marido el bastón presidencial. Se relata la lucha con el sector del campo en 2008 y las portadas de Clarín en contra del Gobierno a partir de entonces. Perno no se ve ninguna portada de Clarín a favor de los Kirchner de las muchas que se publicaron entre 2003 y 2008, cuando el entendimiento entre los Kirchner y el grupo Clarín parecía eterno.
Otro poquito de carretera y llegamos a Jorge Lanata, el periodista que desde el Canal 13, perteneciente al grupo Clarín, vapulea cada domingo al Gobierno a base de reportajes, monólogos y parodias. En las imágenes de archivo se le puede ver cuando criticaba al grupo que ahora le paga. “Estos son los tipos que manejan gran parte de tu tiempo libro (…), y lo que es peor de todo, de tu libertad”, dice Lanata.
Vuelve la guitarra, las vías de tren, mujeres cosiendo a cámara lenta. ¿Mujeres cosiendo a cámara lenta? Sí, eso es. Y el entierro de Kirchner. Gente llorando en silencio y a cámara lenta, las clásicas pancartas de "volverás y seremos millones", la voz de Kirchner al fondo hablando sobre el miedo y cómo el tiempo lo pone todo en su lugar. Después, imágenes de flores, violines, la voz de Kichner otra vez, “Dios me valga, que florezcan mil flores”, hablando sobre las excelencias de la juventud, y de que que hay “un nuevo amanecer, una nueva patria”. Llegamos al final. Ojos lacrimógenos de mujeres mirando al cielo nublado hasta que se entrevén los primeros rayos del sol, tal vez los dedos rosados de la aurora, y la gente que sonríe mirando al cielo.
No hay nada que conmueva en la película. Y casi nada que sorprenda, salvo la frase de Máximo que lo recuerda cuando le pisoteaba los juguetes. Tal vez algún día, cuando se diluyan las toneladas de azúcar, alguien contará una buena historia con luces y sombras sobre aquel largirucho que consiguió llevarse a la guapa, que huyó al fin del mundo y que volvió para levantar al país de la miseria. Pobrablemente, no contará toda la verdad. Pero tal vez el relato sea más convincente que este.

No hay comentarios:

Publicar un comentario